El Alt Pirineu, un gran parque


Por Eduardo Viñuales Cobos

    Tiene cerca de 70.000 hectáreas. El Alt Pirineu es el parque natural más extenso de toda la región catalana.

 

 

EL ALT PIRINEU, UN GRAN PARQUE EN LA PROVINCIA DE LÉRIDA    

  Tiene cerca de 70.000 hectáreas. El Alt Pirineu es el parque natural más extenso de toda la región catalana. Localizado en la provincia de Lérida, por sus bosques y montañas corren y se mueven discretamente osos, quebrantahuesos, urogallos, perdices blancas y una lagartija endémica de estos valles. Su techo, la Pica d’Estats, es la cumbre más elevada de Cataluña. El lago de Cestascan –el más extenso de la vertiente sur de los Pirineos- y el valle salvaje de Àrreu constituyen otros de sus muchos alicientes naturales.

    En el año 2003 la noticia se hizo realidad. Se aprobaba la creación, mediante un decreto, del gran Parc Natural Alt Pirineu, un espacio de alto valor -tanto natural como cultural- donde los aprovechamientos tradicionales han contribuido a modelar el paisaje, y a crear y conservar ecosistemas con una biodiversidad excepcional. Localizado en la zona norte de la provincia de Lérida sus 69.850 hectáreas protegidas extienden su “manto protector” por dos comarcas –el Pallars Sobirà y el Atl Urgell-, incluyendo 15 municipios de montaña.



   Ubicado en una orografía escarpada y compleja, el mapa de sus límites se muestra ante la mirada del turista como una mancha verde de gran valor ecológico, con ecosistemas y paisajes en buen estado de conservación, lo que le ha llevado a convertirse al Alt Pirineu en el parque natural más extenso del territorio catalán, donde se pueden encontrar especies animales y vegetales amenazadas, además de una rica variedad de paisajes geológicos y hábitats naturales.

    El Alt Pirineu es un paraíso para los montañeros. Como su nombre indica aquí se localizan las máximas alturas de este sector de la cordillera pirenaica como son los picos de Mont-Roig (2.853 m), Pic Alt de Coma Pedrosa (2.946 m), Monteixó (2.905 m), la cima de Sotlló (3.084 m) y, muy especialmente, la Pica d’Estats que con sus 3.143 metros de altitud sobre el nivel del mar es el techo de tierras catalanas. Considerado todo un símbolo nacional del montañismo catalán, hasta este extremo mítico de la Vall Ferrera suben numerosos caminantes con la “senyera” en la mochila, la bandera de cuatro barras rojas sobre fondo dorado asociada históricamente a la Corona de Aragón. Para llegar a lo alto de la Pica d’Estats antes habrá que haber acampado en las praderas de la ribera de Sotlló o haber pernoctado en el refugio guardado que hay ladera abajo.

   Y en lo más profundo de estas geografías montañosas se hunden hermosos valles interiores, labrados antaño por hielos glaciares y, más recientemente, desde hace siglos y siglos por la acción del agua de los ríos Cardós, Noguera Pallaresa, Noguera Vall Ferrera, Tor o Lladorre, cursos de limpias y frías aguas procedentes del deshielo de los neveros que, ladera arriba, se resisten a desaparecer por completo hasta bien entrado el verano.

Ciento veinticinco lagos de origen glaciar

    La complejidad orográfica ha favorecido la existencia de una geología con elementos de gran interés geomorfológico e hidrológico en áreas como el Port de Boet, Certascan, Llavorsí-Burg o Isil, con anticlinales, circos glaciares, lagos, morrenas y unas pocas cuevas. Los suelos y rocas predominantes son una alternancia de areniscas, pizarras, granitos, esquistos y cuarcitas… además de escasas calizas, conglomerados, rocas de origen volcánico o ciertos afloramientos de pirita como el de Lleret. La Vall Ferrera destaca por ser un mundo de hierro, con múltiples detalles de óxido rojizo por sus rincones. Entre los siglos XVIII y finales del siglo XIX este valle fue un importante centro de extracción del mineral y ahora todavía podemos encontrar los restos que quedan de las antiguas fraguas o “fargues” de Àreu, Alins y Araós. El hierro se obtenía de las minas de Costa dels Meners.

    Legado del paso de los glaciares en anfiteatros de roca, al amparo de las más altas cimas, podemos descubrir la sorpresa líquida de los numerosos lagos o “estanys”. El de Certascan, emplazado a 2.228 metros de altitud, es el lago glaciar más grande y profundo de la vertiente meridional de los Pirineos. Sus aguas de color azul marino ocupan 58 hectáreas y se hunden hasta los 96 metros por debajo de la lámina de agua superficial. Con una capacidad natural de 14’7 hectómetros cúbicos, su entorno presenta el aliciente de que aquí concurren dos tipos de rocas: el granito al norte y la pizarra en el resto. Pero en el parque hay más nombres de estanys: Mariola, Airoto, Finestres, Flamisella, Solliguera, de la Gallina, Naorte, Tavascan, Sotlló… así hasta superar la lista de los más de 125 lagos. Pese a la alteración que ha supuesto su aprovechamiento para producción de energía eléctrica todos ellos son sugerentes y animan a emprender la excursión ladera arriba para ir en busca de su encanto, de su reflejo, de su transparencia…



    El lago o estany de Burg posee además un sobresaliente valor científico, pues debido a la existencia de series sedimentológicas de polen, se ha podido reconstruir el clima que hubo en la cordillera hace 15.000 años. La paleoclimatología busca este tipo de lagos semicolmatados al ser ecosistemas especialmente sensibles a los cambios climáticos y donde es más fácil que queden registradas pequeñas variaciones del clima.

   En suelo de naturaleza caliza, el Parque Natural del Alt Pirineu también tiene el mérito de contar con una cavidad que está considerada como de las más profundas de todo Catalunya, la Cingalera de l’Obaga de Valaran, o sima de Jean Paul Larrégola. Localizada en la Vall de Bonabé, esta cavidad tiene un desnivel de -320 metros y un recorrido de 365 m. En su interior se esconden bellas formaciones subterráneas, un lago interior, galerías que siguen las diaclasas de los materiales geológicos, así como diversas salas de grandes dimensiones.

Un mosaico de bosques y ecosistemas variados

    El mosaico de paisajes vegetales del parque natural es extenso, con prados subalpinos, bosques de pino negro, abetales, abedulares y bosques mixtos de temblones, chopos, arces, cerezos, robles, tilos y algunos pocos hayedos. En el Parque Natural del Alt Pirineu son de destacar los bosques altos de pino negro de Àrreu, el abedular de Bedet, el bosque de ribera de la Verneda de Sort, el de Becero -en la Selva de Lladorre-, el de hayas de Virós… o los abetales de Cardedo, la Selva de Nibrós y Borente de la Vall de Cardós. A estas masas forestales se les une el interés de un ejemplar de abeto monumental de grandes dimensiones que se puede encontrar en el Plá de la Selva, dentro del término de Alins.

    Prácticamente todos los tipos de hábitats presentes en el parque son de interés comunitario, según las directivas europeas de protección de la naturaleza. Treinta y siete poseen una catalogación especial dentro de la Red Natura 2000 de la Unión Europea, y buena parte de ellos están además calificados como “prioritarios” para la conservación. Las comunidades vegetales de mayor interés por su excepcionalidad y rareza son las asociadas a rocas calizas en áreas alpinas, a congostos y a turberas. Entre estas últimas, también llamadas “molleras” en catalán, se encuentra la de Escalarre -junto al embalse de la Torrassa- creando un ambiente semiacuático en el que se dan cita plantas tan escasas en Catalunya como el Hippuris vulgaris. Es en estos tres hábitats antes mencionados donde crecen otras raras especies botánicas, casi siempre reconocibles únicamente por su nombre científico, como es el Carex macrostylon, el geranio Geranium cinereum, el Potomageton alpinus, un raro sauce rastrero llamado Salix lapponum… o la Matthiola valesiaca, planta también presente en los Alpes pero que tiene en el Alt Pirineu su único punto ibérico de localización.



     Los pastos que aprovechan los ganaderos son ricos en gramíneas y flores multicolores de alta montaña como gencianas, prímulas y androsaces. La diversidad florística allí es muy alta y su pervivencia es debida en buena parte a la gestión pastoral del paisaje a través del diente del ganado. A ello se une la existencia de propiedades comunales de los vecinos de las poblaciones, “els comuns”, que también implican un buen uso y ordenación de recursos naturales como es, además de los pastos de montaña, la madera de los bosques. No hay que olvidar que las actividades tradicionales ligadas al sector primario y la existencia de un secular aprovechamiento de los recursos –ganadería, aprovechamiento de los pastos, prados de siega, bordas, caminos ganaderos y silvicultura- es lo que ha hecho posible el mantenimiento y conservación de estos bellos escenarios naturales y, a la par, de los grandes valores ecológicos que atesoran. Hoy, en los tiempos que corren, el gran reto medioambiental de la montaña es lograr mantener y dignificar este tipo de economía primaria que entró en decadencia a mediados del siglo XX debido al despoblamiento rural y a la progresiva terciarización de los pueblos situados en los valles, cada vez más volcados al potencial del turismo.

    El entorno de las bordas de Graus, Noarre, Quanca, Tressó y Virós, o el paisaje forestal del valle de Santa Magdalena son ejemplos claros de un territorio vivo donde la huella del hombre tradicional es y ha sido un elemento más, armónico con la preservación del medio natural. Bosques montanos y prados de siega se entremezclan en un paisaje humanizado de núcleos, campos y bordas con ermitas, donde vacas, ovejas, cabras y caballos pastan creando paisajes que son en buen parte la esencia primordial del Alt Pirineu.

Osos, urogallos y una lagartija única en el mundo

     En interés faunístico es, por otra parte, muy elevado. Las grandes figuras animales de la cordillera tienen en el parque natural su casa: el quebrantahuesos, el urogallo –con una estable población de unos 150 machos censados en los contaderos de primavera-, el gorrión alpino, el mochuelo boreal, la blanca perdiz nival o lagópodo alpino, su prima la perdiz pardilla, la nutria, la culebra verdiamarilla, el lagarto ágil… amén de sarrios, marmotas, armiños, águilas reales, treparriscos y víboras. En el valle de Baiasca, cerca de Llavorsí, es posible toparse con algún ejemplar de gamo. Y en la mayor parte de los ríos, barrancos y estanys se encuentran también los representes acuáticos más emblemáticos de la fauna pirenaica: el tritón de los Pirineos, el raro desmán, la trucha común y el introducido salvelino que sólo se halla en los estanys de Romedo.

    Los más ancianos de estos pueblos y valles aún recuerdan que el último oso pardo pirenaico fue abatido en el año 1948 en Àreu. Recientemente, el gran plantígrado, ha vuelto de nuevo a estos bosques y escenarios de los que no debió desaparecer. El proyecto francés de reintroducción de osos eslovenos, en el marco de los fondos europeos Life, ha traído nuevos ejemplares a los valles del Pallars Sobirà, que entran y cruzan collados sin entender de fronteras por el extremo más occidental del parque natural. Biólogos, guardas y naturalistas hacen un seguimiento constante de este mamífero mediante la identificación de sus pisadas, la colocación de cámaras fotográficas y de trampas para recoger muestras de pelo con las que posteriormente se pueden realizar análisis genéticos.

    Pero quizá la estrella viva sea una simple lagartija que lleva el nombre de la comarca, porque aquí fue descubierta y descrita por vez primera para la comunidad científica en el año 1994. Y es que además, la lagartija pallaresa, que se sepa, sólo habita en lugares termófilos del medio alpino de las cabeceras de la Vall Ferrera, la Noguera de Cardòs y de las valls de Àneu. Aunque también localizada en la vecina Andorra y el sur de Francia, se le considera prácticamente un endemismo del parque natural, y la mayor parte de su distribución mundial coincide con los límites de protección.

Pueblos que mantienen el tipismo local y el arte románico

    Para todo montañero, paseante o turista que se acerque a conocer el parque natural los pueblos del entorno componen otro de los grandes alicientes. Núcleos urbanos con encanto y tipismo son Arrós de Cardós, Castellbó o Escaló.

    La herencia cultural de los municipios integrados dentro del parque se manifiesta en un buen número de iglesias, ermitas, castillos, dólmenes… sumando un extraordinario patrimonio arqueológico y arquitectónico cuyo máximo exponente es el arte románico. Cerca de cincuenta lugares diferentes muestran más de ciento cincuenta monumentos vinculados a este período de la historia. En este sentido cabe destacar las iglesias de Sant Just y Pastor de Son, San Joan d’Isil… además del campanario de Santa María de Ribera o el puente de Tavascán.



   Así mismo, en el legado histórico-artístico de este entorno no se pueden pasar por alto las pinturas medievales originales que se conservan en Sant Serni de Baiasca y en Sant Pere del Burgal, además de las reproducciones pictóricas de Santa María d’Àneu, Sant Pau d’Esterri de Cardós o Santa María de Ginestarre… junto a otros numerosos bienes artísticos religiosos como retablos, tallas u orfebrería que conforman uno de los conjuntos artísticos de la época medieval y barroca más importantes de los Pirineos.

   Los pueblos y sus gentes ofrecen una creciente oferta de artesanía alimentaria y tradicional, con productos típicos de la montaña: quesos de oveja, embutidos del cerdo, cordero, caza, truchas… además de xolís, botifarra, relleno de carnaval y el típico potaje o “escudella” que se puede degustar en muchos restaurante de la zona. Y, cada año, en los pueblos los calendarios marcan la celebración de fiestas ancestrales como el carnaval de Esterri d’Àneu, las romerías, concursos de esquileo, ferias de ganado… o para la ancestral fiesta del fuego en Isil, para la noche de San Juan coincidente con el solsticio de verano. Los hombres bajan de noche, con las “fallas” o antochas hasta la plaza del pueblo y una vez frente a la iglesia hacen la señal de la cruz con los árboles en llamas.

   El Alt Pirineu es un gran destino, un extenso espacio protegido pirenaico de la provincia de Lérida que se muestra irresistible para los amantes de la naturaleza, las montañas y, sobre todo, para quienes buscan la tranquilidad del mundo rural.