El Otoño sonoro de Carlos de Hita


Por Eduardo Viñuales

     Mientras lees estas páginas el otoño despliega su manto de color en los bosques del Moncayo y los Pirineos. Pero en la naturaleza hay más cosas que ver… y que oír. Carlos de Hita, el mejor sonidista de la naturaleza de España, nos presentó hace poco en Zaragoza su libro “Otoño, estación de paso”. Un libro que no sólo se lee, sino que…

…también se escucha.

Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista

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Twitter (X): @EduVinuales

     Carlos de Hita avanza por la montaña con una parábola como de cristal en la mochila. Paso a paso sube con sus botas, su anorak y un par de bastones hacia el ibón de Espelunciecha y el collado de Canal Roya. Carlos es un naturalista veterano que más que llevar unos prismáticos o una cámara de fotos, siempre porta varios micrófonos y un aparato de sonido que a priori, a quien no entiende como yo, le parece como si eso fuera un acordeón con relojes que deben de medir tonos y volúmenes. En lo alto del paso entre cumbres, ya con el pitón volcánico del Anayet a la vista, pide silencio y se distancia. No importa que esté llovizneando. Saca su instrumental y se queda sólo con las alondras y los bisbitas alpinos que ajenos a nosotros hacen su parada nupcial suspendidas en el cielo, dejándose caer en un acto de amor.

     De Hita es el mejor sonidista de la naturaleza de este país. Como él no lo va a decir, ya os lo digo yo. Sus registros aparecen en libros, en las ondas de la radio, en las salas de cine, en programas de televisiones, en documentales como bandas de sonido ambiente, en discos y CDs, en museos, exposiciones o centros de interpretación, en internet o en redes sociales… o hasta en canales televisivos de relax donde hay una imagen fija bonita que simplemente suena y fluye. Con perseverancia y mucha paciencia de experto, lo ha grabado y registrado todo: el aullido de los lobos ibéricos, la erupción del volcán en la Isla de la Palma, el bullicio de miles de flamencos en la marisma de Doñana, el maullido del lince, los distintos cantos del ruiseñor, la lluvia, el viento, el paso migratorio de las aves que están de paso… Bueno, todo, todo… casi todo, porque que yo sepa al menos juntos aún tenemos pendiente el grabar el sonido de un alud de nieve, la caída de una avalancha en el Pirineo.

     Con todos esos sonidos que recoge luego compone y monta en el ordenador de casa –de su oficina- crea unos sugerentes paisajes sonoros donde se escuchan al completo esos ambientes y rincones, es decir, la música de los ecosistemas con todas sus voces: aquel día en la montaña con el canto de las chovas piquigualdas, el chasquido de los sarrios cuando dan un aviso, el aire que se cuela entre las cumbres o los collados, el silbido de alarma de una marmota vigilante… el cencerro de los ganados en los pastos de altura o el rumor de los arroyos del deshielo. Y así, hace lo mismo como el soto de ribera, con el cielo de la estepa, con el silencio sonoro de los páramos y con todo tipo de bosques. No hay nada que se le resista y se quede callado.

     Sus sonidos y libros con Anaya-Touring nos llevan de viaje y de paseo por la música de los parques nacionales y de los mejores espacios naturales no siempre protegidos de España como la Canal Roya. E incluso por los sitios del planeta, tal y como nos demostró con su libro anterior de “Sonidos del mundo. Viajar de oídas” donde nos trasladaba de la Patagonia al desierto del Teneré, y de la selva tropical de Brasil a los hielos de Islandia.

    Lo que hace, le hace único. Creo que no hay dos como él. Pero, ¿lo hace por profesión y por trabajo, o porque en realidad disfruta como un niño que se asombra con los espectáculos de la naturaleza?

    A quienes le seguimos y escuchamos Carlos de Hita nos ha enseñado más que a oír, a ver y entender con mayor atención la Naturaleza que nos rodea, de otra manera distinta: con la escucha. Mejor dicho, de forma complementaria a cómo quizás ya sabíamos hacer. Él va más allá de la imagen y la vista, y su trabajo nos ha educado para disfrutar del vocinglerío de las grullas cuando entran al dormidero, de la llamada de las grajillas urbanas en el tejado de enfrente de casa o del canto del autillo en una noche de verano en la chopera del pueblo. Eso es, una simple voz, que nadie atiende, pero que a nosotros a partir de ahora nos puede hacer felices y nos llega a parecer de lo más maravilloso que nos alegra un día cualquiera.

    Y eso sí, todo esto también lo ha escrito maravillosamente. Porque de Hita también escribe, narra y lo cuenta de delicia, con esa voz propia tan radiofónica que le he llevado a colaborar durante años con los programas de la Cadena SER de Carles Francino o con Iñaki Gabilondo. De hecho, es guionista de documentales.

    Ahora nos trae un nuevo trabajo. “Otoño. Estación de paso”, recién editado por los amigos de Anaya-Touring. Unos 30 capítulos para una guía de viajes inusual que se reparte en cuatro bloques entre los meses de septiembre a diciembre. Buenos textos e indicaciones didácticas o prácticas que van acompañados de códigos QR que nos remiten a la atmósfera sonora del hayedo del oso cantábrico, a las rutas trashumantes que bajan hacia Extremadura, a los halcones del Mediterráneo o a diversos enclaves de Aragón, como el bosque de la Pardina del Señor o la laguna de Gallocanta y sus grullas.

    Hay que decir que como el soporte de estos códigos QR está recogido en sistema binaural, se recomienda que para exprimir toda la calidad del sonido cada capítulo inmersivo sea escuchado mejor con unos buenos auriculares. Tal vez el arranque de este proyecto esté en otro libro de Anaya-Touring, de 52 rutas inéditas por el otoño, en el que Carlos me invitó a participar en el año 1996.

    Para concluir, decir que Carlos de Hita lleva más de 30 años haciendo lo que tanto le gusta y nos gusta. Ha recibido varios premios, como el de la Fundación BBVA o el de la Sociedad Geográfica Española. Aunque nació en Madrid capital, hace mucho tiempo que vive rodeado de bosques en Valsaín, en la Sierra de Guadarrama. Tiene 63 años. Y pese a su archivo y experiencia, sigue grabando sin descanso. Sigue caminando por la montaña, por la dehesa y por la marisma. Sigue madrugando y trasnochando. Y como buen naturalista que espía lo mejor de la naturaleza sigue escondido en los “hides” para penetrar en las vidas de lo salvaje sin molestar a nada ni a nadie. Pero esta primavera aún tiene que venir al Circo de Pineta ver si cae un alud y graba su estruendo. Algo que será el broche de oro de otro libro próximo, quizás la primavera.