Mont Valier,una montaña de los Pirineos por descubrir


Por Eduardo Viñuales Cobos.

     Con 51 años sólo querría nuevos paisajes de montaña para mis ojos, para caminar, para sorprenderme a cada paso. El año pasado ascendí hasta la cumbre del Mont Valier (2.838 m), una de las montañas más emblemáticas del Pirineo. ¿Cuántos de vosotros habéis llegado hasta allí? Es una maravilla.


Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista
Twitter: @EduVinuales

    Yo preguntaba a mis amigos, a conocidos, a montañeros de Zaragoza y de Aragón, y no supe dar con ninguno que hubiera llegado hasta esta cumbre del Pirineo francés, situada en la región del Ariège. Alguno sí que había estado cerca, la conocían y la habían visto, y Luis Lorente me dijo que era una de las regiones más remotas y más salvajes de la cordillera, auténtico nido de osos y del cada día más escaso urogallo pirenaico.

   Así que un buen día mi amigo Joaquín Muñoz y yo hicimos la mochila, cogimos el coche, dimos un gran rodeo por carretera cruzando el túnel de Bielsa y desde la pradera del Pla de la Lau llegamos paso a paso hasta las inmediaciones del refugio de Estagnous, para hacer un vivac y al día siguiente coronar la cumbre, volviendo al punto de partida por el desierto de Milouga donde esperábamos encontrar alguna perdiz nival.

    El gigante Mont Valier, con 2.838 m de altitud, tiene una larga historia pues se asegura que ya fue ascendido muy tempranamente, en el siglo V, por Valérius –Valier o Valero-, obispo del antiguo condado de Couserans quien plantó una cruz en lo más alto para delimitar la divisoria entre tres diócesis religiosas. Y es más… a nivel conservacionista esta zona fue en el año 1937 una de las primeras reservas naturales de Francia, con una superficie de 9.037 ha que lindan al sur con 14 km de la frontera española.

   Su escarpado, elevado y poderoso perfil sobresale sobre las llanuras de Toulouse y se enseñorea el corazón de ese mar de valles y montañas que compone el Parque Natural Regional des Pyrénées Ariégeoises, espacio protegido que a través de sus oficinas de turismo y de los ecomuseos trata de potenciar productos locales artesanos como son el queso, la miel, vinos y licores de la zona, plantas aromáticas y medicinales, frutas, mermeladas o el foie gras de las granjas.

   Las posibilidades de disfrute de lo natural son muchas: senderos y paseos, cascadas, lagos, circos glaciares, cumbres y crestas, cielos nocturnos libres de contaminación, observación de fauna salvaje, flora alpina, hayedos y abetales grandiosos… y patrimonio etnológico. Pero quizás de lo más curioso que vamos a poder conocer de los valores naturales de este macizo sea la supervivencia del pequeño glaciar de Arcouzan, el más oriental de los Pirineos, que permanece aislado del resto y que es el único pirenaico que está situado en un macizo que no llega a la cota de los 3.000 m.

     Si nos aventuramos a subir hasta la misma cumbre del Mont Valier, donde hay una cruz de hierro y un buzón montañero, recordaremos las palabras de aquellos pirineístas que ya hace dos siglos afirmaron que nunca antes habían encontrado en lo alto de los Pirineos un panorama tan mágico, amplio, deslumbrante y asombroso como éste, “divisando todas las comarcas situadas entre el Océano y el Mediterráneo”.

  Allí viví este final de día, una auténtica fiesta:

    «Acaba el día. Y como si fuera una fiesta de luz y de un escenario sin igual, bajo estos picos de la reserva natural se extiende por todo el valle de Ribérot y el de Biros, a nuestros pies, un hermoso mar de nubes y deseos.

   El cielo comienza a arder: amarillea, se pone naranja y lentamente va madurando hacia un tono rojizo, casi de sangre, que algo después se irá apagando suavemente en un horizonte cada vez más añil y azul marino.

   Son nubes libres que lamen las pendientes laderas de roca y prados. Las corrientes de aire las empujan delicadamente y las desplaza arriba y abajo. Suben, vienen y se van… parece como si danzaran rítmicamente y se enredaran en los bosques de pino negro.

   El ocaso del día desde el refugio de Estagnous puede ser como un fin de fiesta con fuegos artificiales de luz, de cromatismo y de sosiego. No puedes dejar de mirar. Cada vez es mejor. Va a ir in crescendo… hasta que, por fin, se hace la calma y el paisaje reposa en el silencio y la penumbra de otra noche más. ¡Hasta mañana!»

*Esta ruta y este texto forman parte del Cuaderno de Montaña de las maravillas naturales de los Pirineos:

https://www.guiasdeviajeanaya.es/guia/guias-singulares/cuaderno-de-montana-de-las-maravillas-naturales-de-los-pirineos/