El sarrio, equilibrista de la Canal Roya


Por Eduardo Viñuales

 Uno de los animales más fáciles de observar en la Canal Roya y el Anayet es el rebeco o gamuza, el llamado “sarrio” por las gentes del Alto Aragón. Amparados por la protección del vecino Parque Nacional de los Pirineos de Francia, a veces estos mamíferos herbívoros se suelen mostrar cercanos y muy confiados. Son unos hábiles escaladores de pendientes y escarpas rocosas.

Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista
http://www.asafona.es/blog/?page_id=1036

    Pero cuando nieva descienden en altura a los bosques y prados del fondo de los valles.

     Excursión clásica por el fondo del magnífico valle glaciar de la Canal Roya desde Canfranc. ¿Es posible observar algún animal silvestre en estos bellos recorridos a pie? Hay que madrugar un poco y, sobre todo, estar bien atentos. Ahora que las marmotas siguen en hibernación, tal vez podamos ver en el cielo la silueta en vuelo de los buitres o del quebrantahuesos… y, si nos vamos fijando, en las laderas de estos valles salvajes no será difícil dar con algunos ejemplares de sarrio o rebeco. Lo mejor, para no molestarlos, es llevar unos prismáticos y observarlos en la distancia con el fin de no interferir en sus ciclos vitales de alimentación, celo y reproducción.

   El llamado sarrio, icharzo, rebeco o gamuza (Rupicapra pyrenaica pyrenaica) no está emparentado con las cabras como pudiera parecer en un principio, puesto que en realidad se trata de un bóvido que es típico de zonas de montaña. Su presencia en los Pirineos está datada desde hace más de 50.000 años. Objeto de gestión cinegética en otros valles y macizos de fuera de los Parques Nacionales -en las Reservas y Cotos Sociales de Caza- se estima que su población en el Pirineo Aragonés podría ser de unos 15.000 ejemplares, distribuyéndose de forma regular desde el valle occidental de Ansó al más oriental de Barrabés en La Ribagorza de Huesca.

   El sarrio está considerado por los montañeros como un hábil equilibrista de altura, puesto que se mueve con gran desenvoltura por los escarpados peñascos de estas montañas y viejos volcanes donde casi siempre hay cerca un precipicio. Sube con gran agilidad, y se mueve rápido y seguro por aquellas fajas o pendientes laderas de roca y hierba en las que un ser humano debería encordarse para evitar caer al vacío. El secreto de su adaptación a tan escabrosos terrenos está en las patas, en las dos pezuñas elásticas y separadas de que dispone en cada pie, y que con aspecto de “caucho endurecido” son capaces de aferrarse o de pinzar la aspereza de las rocas, evitando así el desplazamiento lateral del pie, atacando la pendiente y a la vez amortiguando el peso del animal.

   De hábitos diurnos y muy ligado a los paisajes subalpinos -por encima de piso de los últimos bosques-, el aspecto del sarrio resulta inconfundible gracias a esos cuernos curvados en forma de gancho que presentan ambos sexos. Machos y hembras sólo se diferencian en el peso, o en la separación y grosor de sus negros cuernos. Guardas forestales y naturalistas los conocen bien, y saben distinguirlos en la distancia. El crecimiento de éstos cuernos es de tipo secundario, pues está muy condicionado por el nivel de energía adquirido por el individuo en la nutrición, lo que les convierte en indicadores de la calidad de la alimentación.

    La dieta del sarrio en el Pirineo Aragonés se basa en herbáceas, pero cuando entra la estación más desfavorable, el invierno con sus copiosas nevadas –cada año más escasas, dicho sea de paso-, realiza cortas migraciones altitudinales que le llevan a habitar en el interior de bosques donde también ramonea plantas leñosas como el pino negro o el abeto. Estos desplazamientos, a veces, pueden ser de hasta 7 kilómetros.

   En el otoño, cuando acortan las horas de luz solar, es cuando se produce el celo de estos animales. Los machos dominantes van buscando a las hembras, y se vuelven excitados, mostrando una agresividad que se manifiesta en sorprendentes comportamientos rituales. Desde el mes de octubre se forman grupos mixtos, de ambos sexos y de crías del año. Los machos marcan el territorio con ayuda de unas glándulas que frotan con troncos y hierbas altas, e incluso se rocían ellos mismos con su orina, lo cual refuerza su imagen agresiva frente a otros competidores. Si el encuentro entre rivales se produce, las crines se erizan, se persiguen y se producen las inevitables peleas. El cortejo es un espectáculo inolvidable, una bella ceremonia de altura.

    La distribución pirenaica del rebeco o sarrio va desde el macizo navarro de Anielarra al catalán del Canigó, ocupando un rango altitudinal que varía entre los 2.000 y los 2.900 m de altitud en verano, pero situándose en el otoño entre los 1.700 y 2.000 m.

     Hoy los sarrios del Anayet dicen: ¡Salvar la Canal Roya!, no destruyáis mis hábitats naturales con la unión de estaciones de esquí. ¡Dejad en paz a la Naturaleza salvaje y bella de los Pirineos!