Longinos Navás, el naturalista que amaba el Moncayo


Por Eduardo Viñuales Cobos.

     Impulsor de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales, este jesuita fue uno de los más destacados naturalistas de Aragón. Sintió predilección por los insectos y por su amada Sierra del Moncayo, por la que contribuyó a su protección a principios del siglo pasado.

Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista

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     Mención especial en cuanto a la puesta en valor de la naturaleza del Moncayo merece el jesuita Longinos Navás, nacido en Cabacés (Tarragona) en 1858, quien estudia en el monasterio de Veruela y posteriormente en 1892 se afinca en Zaragoza como profesor del Colegio Jesús María El Salvador, donde encontró su vocación gracias a la enseñanza de la asignatura de Historia Natural y al encargo que recibe de cuidar de un museo de Zoología.

 

  Miembro de la Sociedad Española de Historia Natural y de casi 40 sociedades o academias científicas nacionales y extranjeras, publicó su primer trabajo serio en 1898… y un año después daría a conocer al mundo científico un nuevo insecto, el primero de los casi 400 géneros, 2.600 especies y 240 variedades que descubriría a lo largo de toda su vida.

    En 1900 se marcha a Madrid donde colabora con el prestigioso entomólogo Ignacio Bolívar -del Museo de Ciencias Naturales-, a la par que estudia la carrera de Ciencias Naturales en la que cosecha altas calificaciones. El 2 de enero de 1902, de regreso a Zaragoza, impulsará con otros colegas la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales, que a partir de 1918 pasaría a llamarse Sociedad Ibérica de Ciencias Naturales, y en la que él participará hasta 1936 -dos años antes de su muerte-.

    Navás se encargaría de organizar en 1907 en Zaragoza el 200 aniversario del nacimiento del genial botánico sueco Carl Linneo, y también el Primer Congreso de Naturalistas Españoles -en 1908-. En estos ámbitos se codea, relaciona y escribe con Pío Font Quer, José Pardo Sastrón, Lucas Mallada, con el especialista en himenópteros y originario de Ambel José María Dusmet, con Ricardo Górriz -natural de Cariñena-, con Benito Vicioso -especialista en líquenes y musgos, de Catalatud- y con muchos sabios más.

     Longinos Navás, además de ser uno de los entomólogos españoles más sobresalientes del siglo XX fue sin lugar a dudas el naturalista más destacado y claro referente en el estudio de la montaña ibérica del Moncayo, ese “paraíso de los naturalistas”. En las numerosas excursiones efectuadas por sus laderas y cumbres este inquieto investigador irá describiendo y detallando la vida de todo tipo de invertebrados. Y, no es pura casualidad ni por favoritismo que un caracol –Helix navasi- y un lepidóptero –Schizothyllum navasi- tengan nombres dedicados a este incansable jesuita.

    En el año 1903 Navás relaciona una lista de más de setecientas especies de insectos moncaínos haciendo notar que éste es un número muy exiguo de los que verdaderamente pueblan dicha sierra. También publicó prolijos artículos científicos -con notas de excursiones sobre líquenes, botánica, neurópteros y dípteros, ornitología, geología, fósiles…- además de varias monografías con referencias internacionales a todo el mundo, pero con gran dedicación expresa a la Sierra del Moncayo, tal y como nos demuestra por ejemplo en un estudio sobre la Cueva de Maderuela -en Vera de Moncayo- o a cerca del descubrimiento paleontológico de las pistas fósiles del desaparecido batracio Chirosaurus ibericus.

    Más tarde, en una conferencia dada en Borja (Zaragoza) en 1925, Navás describe lo que fue, lo que es y lo que puede ser “ese monte inconfundible, de perfil tan característico, casi como una quilla de buque invertido”. Allí habló de los sedimentos pizarrosos de un desaparecido mar silúrico, de la presencia de una flora exclusiva llena de encantos, maravillas y novedades… y también de las repoblaciones forestales que efectuaban los ingenieros de montes plantando cada año setenta o cien mil pinos. Una exposición pública que sería premiada en los Juegos Florales del Ayuntamiento de Tarazona de 1928. Navás ciertamente era un gran entusiasta de la Sierra del Moncayo, un excursionista incansable que se enorgullecería de haber ascendido a la cumbre de este coloso “mucho más de treinta veces” y por el que por aquel entonces lucharía para lograr la declaración de Parque Nacional.

      Buena parte de su amplia colección naturalista de insectos, aves, moluscos, minerales y hierbas prensadas -codiciada entonces por varios museos de Europa- se puede hoy en día disfrutar en las salas del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza, abierto al público en el edificio Paraninfo de la capital aragonesa. Parte de la misma sería rescatada in extremis de un vertedero, y otra parte se perdió con el estallido de la Guerra Civil Española. En el Museo están, por ejemplo, las famosas ranas fósiles de Libros (Teruel), las incitas del Chirosaurus y las cajas con mariposas, escarabajos y otras joyas de la entomología.

    Se cuenta que Longinos Navás murió en Gerona en 1938, perseguido y obligado a vivir clandestinamente sin salir a la calle, confeccionando en su retiro de Cassà de la Selva lo que él denominó “herbarios de salón” hasta un total de 2.256 plantas. Su biógrafo, Juan Jesús Bastero, cuenta que “con 80 años de edad cumplidos Longinos elabora, con paciencia de monje y manos de cirujano, el último trabajo de su vida: un pequeño álbum de calcos de mariposa”.