Caminos por las montañas pirenáicas


Por Eduardo Viñuales

     Este escrito es un canto a los caminos, a los senderos que paso a paso, poco a poco, nos adentran en la Naturaleza salvaje.

     Un texto extraído de mi reciente libro «Rutas a parajes idílicos del Pirineo Central» (Sua Edizioak, 2022), donde se describe el Camino de las…

…Pardas, la Faixa Toro o la transpirenaica a su paso por el collado de Tebarray.


Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista
http://www.asafona.es/blog/?page_id=1036

     Caminamos paso a paso por un sendero, montaña arriba, tratando de vencer el sedentarismo y de encontrarnos cara a cara con las bellezas que nos estarán aguardando más allá del lugar del hemos partido.

   ¿Qué sería de nosotros si tuviésemos que recorrer los Pirineos sin la ayuda de estos caminos, como probablemente hicieron aquellos primeros pirineístas en sus incursiones por lo salvaje?

    Algunas de las rutas excursionistas que hoy hacemos son muy antiguas, fueron caminos de herradura trazados por el tránsito de los hombres y sus animales domésticos, comunicándose de un pueblo a otro, atravesando los valles, dando acceso a los campos y a las pardinas, subiendo a los pastos de altura donde permanecía el rebaño durante el verano… Con cierta gracia serpentean por las laderas con la pendiente correcta, no generan erosión, y se van elevando con gracia y elegancia. Pero hay otros caminos más atrevidos que representan la sencilla huella del paso de decenas de montañeros que año tras año, sorteando obstáculos difíciles van a ir a buscar el grandioso panorama que nos ofrecen las lejanas cumbres y sus collados pirenaicos. Éstos suelen estar bien indicados con discretos mojones o hitos de piedra para no salirnos y perdernos. Eso sí, nuestro paso por estos ecosistemas frágiles no debe de cambiar las cosas, pues siempre habremos de ser respetuosos con todo aquello que contiene este “museo vivo al aire libre”.

    Decía Julio Villar en su “Viaje a pie” por los Pirineos que a veces uno se desplaza con la simplicidad del animal que va de aquí para allá, sin ninguna intención preconcebida: “Esto no es más que una travesura, un juego de mi alma, la vida mirada desde el camino, la vida vista desde la perspectiva del que va de paso y no se quiere apegar a nada”.

      El caminante sabe que su velocidad es la correcta. Ni muy rápida, ni tampoco casi estática. Las prisas nunca han sido buenas. Él sabe que si fuéramos en coche, o incluso en bici, nos perderíamos muchos de los detalles que apreciamos cuando vamos andando: los colores de una mariposa, la fragancia del torvisco o de la lavanda, la serenidad de una puesta de sol, las rugosidades de los árboles, el baile de las nubes… o los dibujos que quedan en la memoria de quien realmente no tiene prisa por llegar ni por marchar. En definitiva, que el caminante puede tener una conexión plena, leyendo el paisaje y tratando de comprender la vida que le rodea de una manera correcta, al ritmo adecuado.

     Prácticamente todos estos senderos han sido trazados con sabiduría para avanzar mejor, buscando optimizar las fuerzas, para -como se suele decir- subir como un viejo y llegar a lo más alto como un joven. Algunos de ellos son antiguos y están armados con muros de mampostería, empedrados, quedando delimitados por tapiales de piedra seca. Desgraciadamente muchos de ellos ya han caído en el desuso y se vuelven impracticables. Pero existen otros que cuentan con modernas señales de pintura y postes indicadores. E incluso los hay que han sido acondicionados con puentes, clavijas, sirgas o pasarelas para mejorar nuestra experiencia sin grandes riesgos.

   Los caminos pirenaicos son las carreteras de antaño, las vías que conducen a los trotamundos por la sombra de los bosques, cruzando ríos y prados, bordeando turberas, encaramándose a los riscos, asomándose al fondo de los valles y barrancos… e incluso alcanzando paisajes glaciares que nos pueden resultar extraños, apartados y sublimes.

   Pero en muchas ocasiones estos caminos son tan magníficos y atractivos que, junto con el marco geográfico que les rodea, constituyen por sí mismos el foco principal de la ruta, la mejor excusa para elegir un recorrido hermoso y feliz, emocional, sentimental… muy cerca de la Naturaleza en estado puro.

  • COLLADO DE TEBARRAY

Entre los refugios de Respomuso y Panticosa, el Sendero Pirenaico GR-11 debe subir a dos collados a más de 2.700 m para cruzar de un lado a otro. Allí, en un desierto de nieve, heleros y piedras oxidadas se hunde el ibón de Tebarray. Ocupa el fondo de un embudo donde parece como si la tierra quisiera tragarnos.

  • DESPOBLADO DE OTAL

Viejos caminos, hoy absorbidos por la vegetación, unían los pueblos del Sobrepuerto. Hasta el deshabitado Otal llegaremos desde el puerto de Cotefablo, atravesando un collado y asomándonos antes a dos montes panorámicos: Pelopín y Manchoa. Silencio y soledad.

  • EL PASO DE LAS PARDAS

Cuentan que los ingenieros franceses que venían a las minas de Bielsa pasaban a caballo por esta faja colgada, desde el puerto de Barrosa hasta Ruego. Hoy eso no sería posible, pero sí que se puede discurrir paso a paso, ¡con muchísima precaución! Vuelta circular bastante larga y exigente, pero increíble.

  • LA FAIXA TORO

Los caminos colgados y las fajas no sólo producen vértigo sino también una gran sensación de libertad pues nos sitúan a medio camino entre el cielo y la tierra en su mantenido desafío al vacío. Basta recorrer la audaz Faixa Toro de la Peña Montañesa para percibir esas nuevas sensaciones.

  • PASARELAS DE MONT-FALCÓ

Primero las pasarelas colgadas, luego el puente metálico colgante del Congosto de Siegué y, finalmente, el recorrido por entre las paredes del Congosto de Mont-rebei, estrecho pasillo fluvial de unos 20 m de anchura por donde el Noguera-Ribagorzana se ha abierto su propio camino para rebasar la sierra del Montsec.