Los Ojos del Pontil

Por Eduardo Viñuales

 Los Ojos de Pontil, en Rueda de Jalón, son un humedal de aguas turquesas que a buen seguro nos fascinará. Este oasis natural, situado entre estepas y campos de frutales de la vega del Jalón, alberga una rica y variada fauna y flora. ¡Sorprendente!


Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista
http://www.asafona.es/blog/?page_id=1036

Un oasis de aguas turquesas en la vega del río Jalón

    Aguas abajo de La Almunia de Doña Godina, el río Jalón se pasea verde y sosegado, rodeado por un paisaje de secas estepas, dando así vida a un territorio al que aporta agua y riqueza a través de distintas acequias para regar campos de frutales, huertas y campos agrícolas. Digamos que su llanura fluvial es como una especie de oasis lineal entre las estepas del Montolar y los Llanos de Pozuelo de Jalón. Pero si uno mira bien los mapas advertirá que incluso dentro de la verde vega de este río hay un oasis dentro de otro. Muy próximo al caserío de Rueda de Jalón, en la margen izquierda del río, los Ojos de Pontil aparecen dibujando una zona húmeda natural que ha llegado en buen estado de conservación hasta nuestros días, un paisaje distinto, salvaje, que dentro de la exhuberancia domesticada por el hombre aporta una hermosa pincelada silvestre a todo este territorio.

Aguas calientes surgidas del subsuelo

     Los llamados “ojos” en realidad no son otra cosa que manantiales de agua que, al salir a superficie, dan lugar a pequeñas lagunas, albercas o zonas húmedas rodeadas de vegetación acuática, como el junco o el carrizo. Los geólogos explican que esta agua procede de los barrancos y de la lluvia caída en las estribaciones calizas del Moncayo, de la Sierra de la Nava Alta y los Llanos de Plasencia situados al noroeste. Y que tiene a bien aflorar aquí, en este punto de la geografía, porque el acuífero -esa gran bolsa de agua infiltrada y subterránea que no vemos pero que está ahí almacenada- encuentra una falla en el terreno que es el contacto geológico entre la Cordillera Ibérica y la Depresión del Ebro… y al chocar con una capa de material impermeable termina rebosando o descargando en superficie.

   Pero también los geólogos y expertos en hidrología nos han desvelado más curiosidades. Basta tocar el agua. No está fría, sino templada o más bien caliente. El agua mana en los Ojos de Pontil a una temperatura fija todo el año de 22’4 ºC. ¿A qué se debe? El hidrogeólogo Javier San Román explica que por cada 33 metros que se desciende en profundidad el agua del subsuelo aumenta un grado de temperatura. Es lo que se llama “gradiente geotérmico”. Y añade que el agua infiltrada mucho más arriba, al correr rápidamente entre fracturas y poros bajo tierra, termina aflorando sin tiempo suficiente para poder enfriarse, manando a la misma temperatura que tenía en el interior del acuífero.

  También se ha estudiado cual es el caudal medio de esta surgencia hídrica, que por cierto suele ser muy constante, y que se sitúa en torno a los 400 litros por segundo. Para que nos hagamos una idea, es un caudal respetable que sería suficiente para llenar la basílica del Pilar en poco más de seis días. Por cierto, si uno se fija verá que los manantiales se encuentran en el fondo de una laguna con aguas limpias, transparentes, de color azul turquesa… y su salida se aprecia a simple vista por las ondas y círculos que se dibujan en el lecho arenoso de esta lagunilla, cuyo efecto a alguno de nosotros nos recordará a las erupciones de un volcán… pero acuático, claro.

     Muchos de los lectores se preguntarán que hacia donde va este volumen de agua. Pues estos caudales se aprovechan para el riego de 563 hectáreas agrícolas de cuatro pueblos, encauzándose a través de módulos o agujas y de dos acequias: la de Caulor –también conocida como de Plasencia- y la de Pontil. Por cierto, si uno rebusca en la historia del lugar verá que los conflictos por el uso del agua no son cosa nueva, y que desde muy antiguo el aprovechamiento de estos manantiales y corrientes ha estado regulado. Ya en el siglo XII la propiedad de dicho recurso hídrico pertenecía a la familia Banu Hud -gobernadores de Zaragoza-, tiempo después paso a los Condes de Aranda, en el año 1398 a los habitantes de la villa, y hoy existe un sindicato de riegos de Rueda de Jalón heredero de la Hermandad de Regantes de Pontil que se fundó en 1670 para el buen aprovechamiento del agua.

¡Mira, corre, es un martín pescador!

     Los ojos de Pontil son, sin duda, un tesoro ecológico. En sus aguas, praderas y carrizales vive un buen número de especies animales, muchas de ellas asociadas al mundo de los humedales y los ríos. Un pájaro emblemático del lugar es el martín pescador, esa ave de color azul con destellos metalizados y de pecho naranja, que es especialista en la captura de peces. Su vuelo es rápido y fugaz, y su método de pesca no lo es menos. Apostado en una rama o posadero, cuando detecta una presa se zambulle rápidamente con el pico por delante y los ojos cerrados, y casi siempre termina capturando con éxito algún pez de pequeño tamaño que engullirá de nuevo en su percha. Los naturalistas saben que en ocasiones el martín pescador maniobra velozmente sobre la superficie del agua buscando un lugar más propicio para sumergirse, lo cual sería imposible sin unos potentes músculos en las alas y en la base del cuello.

    En las lagunas existentes y dentro de la espesura del carrizo se encuentran escondidos ánades reales, garzas imperiales y reales, aguiluchos laguneros, gallinetas o pollas de agua, fochas y alguna que otra rata de agua, que nada tiene que ver con su pariente la rata común, pues a la primera le gustan los cursos de agua limpia con abundante vegetación en las orillas. Por cierto, ¿alguien ha oído una especie de grito o un berrido dentro del carrizal? Seguramente será el rascón, un pájaro que mide unos 28 cm, de tonalidad gris pardusca, con el pico de color rojo, pero que tan apenas se deja ver. Siempre está oculto, agazapado, corriendo entre las cañas y la vegetación, y rara vez se deja sorprender fuera de su espesura.

   También el visitante puede ver escribanos, lavanderas, gorriones molineros, carriceros tordales, pájaros moscones –que hacen nidos colgantes en las ramas de los árboles, con forma de bolsa lanuda-, mosquiteros y melodiosos ruiseñores que cantan eufóricos de amor en el mes de mayo. Unas aves crían, otras invernan… y otras tan sólo están de paso en su ruta migratoria. Pero para reconocer todo eso lo mejor es llevar unos prismáticos y la ayuda de una guía de campo para la identificación de aves.

   En los Ojos de Pontil también hay rana común, tritón jaspeado, sapo común, culebra viperina o de agua, libélulas, caballitos del diablo… además de zorros, comadrejas y algún que otro simpático tejón que merodea a sus anchas por esta zona del valle del Jalón.

¿Y esos pececillos que hay entre las plantas, qué son?

     Los niños enseguida advertirán la presencia de distintos tipos de peces en esta agua tan limpia. Los más pequeños son gambusias, un pez ovovivíparo muy prolífico que tiene un voraz apetito y que no duda en comerse a sus propias crías. Introducido en Europa desde México y Estados Unidos con el fin de combatir a los mosquitos, la presencia de este tipo de fauna exótica y alóctona se ha convertido en un problema para la conservación de nuestro medio natural original. La hembra de la gambusia, con 5’8 cm es más grande que el macho, que tan sólo mide 3’5 cm.

   Pero en los Ojos de Pontil también hay otros peces autóctonos, de los de toda la vida, como son el barbo, la carpa, el gobio o la pequeña madrilla. Los barbos son los de mayor tamaño, y pueden alcanzar los 35 cm de longitud. Pero esos grandes son los más sabios y escurridizos. Se las saben todas.

   La mirada curiosa de un niño al interior de las aguas también reparará, a buen seguro, en las algas y plantas acuáticas que enraízan dentro del agua. Es el caso de la filigrana mayor o fontanera –de hojas pequeñas y filamentosas- y de la espiga de agua –de hojas grandes y ovaladas-. Muy llamativa es la flor del lirio amarillo o acuático, que con los pies dentro del agua da una pincelada de color al carrizal.

   Plantas ya terrestres, pero asociadas así mismo a la presencia de humedales y agua, son también los carrizos, distintos juncos, las aneas o espadañas, el tamariz, además de algunos pocos sauces y árboles del paraíso. El junco tiene un tallo rígido que puede alanzar el metro de altura, su extremo es punzante –así que cuidado con acercar mucho la cara- y allí arriba se desarrollan las numerosas flores y semillas agrupadas en una bola.

  En suelos salobres, que los hay cargados de sal, crecen plantas especialistas como la sosa, de hojas carnosas que al llegar el otoño se tornan de color rojizo. Pero quizás lo que muchos no saben es que los Ojos de Pontil tienen un pequeño y discreto tesoro botánico, una planta muy rara en el resto de Aragón, la que los botánicos llaman en latín Gypsophila tomentosa, que sólo aparece en suelos húmedos y salinos de Magallón y de los alrededores del galacho de Juslibol.

Un humedal natural con grandes amigos

    El espacio natural de los Ojos de Pontil está vallado en su perímetro. En su interior existe un sendero balizado que en poco más de una hora se puede realizar completo, de forma muy tranquila, disfrutando del lugar. Hay señales, paneles explicativos de la fauna y flora, un mirador, barandillas, pasarelas de madera para no dañar la vegetación, un área recreativa cubierta con mesas y bancos… y una exposición didáctica con dibujos y maquetas en lo que fueron los antiguos lavaderos.

   Una vez aquí muchos de ustedes no sospecharán que hasta no hace demasiados años los Ojos de Pontil mostraban el aspecto de un espacio natural degradado, lleno de basuras, de escombros, intransitable… Hoy todo ha cambiado gracias a la ilusión y el empeño de un grupo de vecinos de Rueda de Jalón, amantes de la naturaleza, que a través del Ayuntamiento y de la Asociación Medioambiental Ojos de Pontil -con Luis Royo, a la cabeza-, decidieron impulsar un proyecto ejemplar de recuperación, acondicionamiento y protección de este paraje natural. Uno de ellos fue un concejal del municipio, Bernardo Lario -hoy alcalde-, quien ante el Consistorio defendió la causa: “es preciso despertar en los habitantes de Rueda de Jalón la inquietud por salvaguardar este paraje… de tal manera que la conciencia ciudadana salve el lugar de especuladores piscícolas, industriales y desaprensivos que utilizan los terrenos como vertedero incontrolado”.

   La idea enseguida recibió el respaldo popular de los habitantes de Rueda de Jalón y de la comarca, ya que uno de los objetivos planteados ha sido ofertar a la sociedad en general –con especial atención al mundo escolar- el conocimiento y disfrute de este espacio natural peculiar.

   Y es que los Ojos de Pontil que hoy tienen unas 6 hectáreas de superficie, antaño fueron el doble, 12 ha. Entonces recibían el nombre de “Los Prados” y allí, entre verdes praderas y terrenos encharcadizos, pastaban a placer los ganados mientras la gente de los pueblos próximos pescaba y recogía juncos o aneas con las que elaboraba sogas muy utilizadas en las labores agrícolas.

   Pero a medidos del siglo pasado la maquinaria pesada entró en los dominios del mundo silvestre y comenzó a excavar, drenando la zona y mermando terreno al humedal para ganar más sitio destinado a suelo agrícola. Luego el trazado de la carretera comarcal seccionó en dos este paisaje. A través de las acequias y por filtración, pesticidas, abonos y otros productos fitosanitarios empezaron a contaminar las limpias aguas. También hubo quienes vertían basura, escombros o limpiaban las cubas de abonado de los tractores en este rincón singular. Aunque la puntilla del deterioro medioambiental pudo venir de un proyecto planteado en la década de los años 90 para instalar en los Ojos de Pontil una piscifactoría de anguilas. Hubo excavaciones, quemas, cierre del recinto… pero finalmente la descabellada idea se paralizó a tiempo.

    Lo primero que se hizo para recuperar la dignidad natural de este espacio fue limpiar los cauces y señalizar los caminos, instalar paneles explicativos del valor del humedal, recuperar el antiguo lavadero y conservar el hábitat de la fauna y flora.

  Por eso hay que contar a los niños -a las generaciones del futuro- que el agua es vida, y que estos frágiles paisajes donde manda el líquido elemento desempeñan un papel crucial para la vida salvaje y también para nosotros, los seres humanos. Y hay que explicar a pequeños y mayores que los Ojos de Pontil son en verdad un manantial de vida que hay que conservar y proteger. Pero para convencerse de ello, sin duda lo mejor será pasar un día o un rato visitando este recinto natural, este oasis de aguas turquesas que encontramos en la verde vega del Jalón, rodeado de áridas estepas y de frutales.

 

INFORMACIÓN PRÁCTICA

  • Cómo llegar.

    Desde Zaragoza tomar la autovía de Logroño A-68 hasta la altura de Alagón. Desviarse por la A-122 en dirección a Épila y La Almunia para, pasado Urrea de Jalón y antes de Lumpiaque, desviarse a Rueda de Jalón. Los Ojos de Pontil se encuentran a mano derecha, antes de cruzar el puente sobre el Jalón.

   Si estamos ya en Rueda de Jalón hay que dirigirse hacia Lumpiaque. Apenas recorrido un kilómetro nos toparemos con un área vallada a nuestra izquierda, donde podremos observar una zona de descanso. Eso son los Ojos de Pontil.

   En el interior de la zona protegida diversos paneles informativos nos proporcionarán las claves para comprender mejor la riqueza faunística y botánica de este genial paraje.

  • Cómo acceder al interior del recinto.

    Los Ojos de Pontil están vallados en su perímetro para una mayor protección del espacio por parte de posibles vándalos. Para acceder al interior hay que pedir la llave en el bar del pueblo, o bien solicitar la visita al Ayuntamiento de Rueda de Jalón.

  • Direcciones de contacto.

– Ayuntamiento de Rueda de Jalón. Plaza de Melquiades Álvarez, s/n. 50295 Rueda de Jalón (Zaragoza). Telf.: 976 60 46 39.

– Asociación Medioambiental Ojos de Pontil. C/ Santa Ana, 7. 50295 Rueda de Jalón (Zaragoza). Telf.: 976 60 46 90.

  • Descárgate gratis un libro de los Ojos de Pontil:

https://ifc.dpz.es/publicaciones/ebooks/id/3287

Editado por la Institución Fernando el Católico. De Roberto del Val y Eduardo Viñuales.