Ucrania: Sesión Continua


Por Agustín Gavín

    Se va a entrar en el noveno mes del comienzo de la invasión de Ucrania.

     Los actores principales, no sólo no se plantean como parar el conflicto planificando un proceso de negociación, sino que lo azuzan rearmándose y acusándose mutuamente de lo que la guerra va a dejar en el resto de la sociedad civil mundial. Mucha gente coincide en que esta guerra se podía haber evitado, desde el Papa Francisco hasta Noam Chomsky, dos polos ideológicos en los análisis. A pocos les interesó averiguar las causas que se vienen arrastrando desde la época de la anterior guerra fría. Se subestimaron los recursos militares ucranianos, los cambios de opinión de Zelensky respecto a la entrada en la OTAN, ahora sí, ahora no, solo quiero ser europeo. Sobre todo, se sobreestimó la capacidad militar del ejército ruso, algunos pensábamos que Ucrania se iba a rendir a la primera de cambio e iba a ceder el Mar Negro a Rusia manteniendo su soberanía en el resto.

    A pesar de la desinformación interesada es fácil intuir que miles de jóvenes soldados están siendo sacrificados. La muerte de civiles está mejor documentada ya que las atrocidades de las propias guerras venden mucho informativamente hablando. En todos los enfrentamientos bélicos el agresor y el agredido acaban intercambiando la crueldad y esta es la lógica de la guerra. La movilización de reservistas en Rusia está llevando al pánico a muchos jóvenes que no quieren jugarse la vida por nada ni por nadie y huyen del país. Hay quien está llamando a esto la guerra de Putin, no es una buena definición, es una guerra del Imperio Ruso que ha ido perdiendo áreas de influencia y territorio. Es una reivindicación ancestral, El Kremlin considera que donde hay comunidades rusas en su entorno fronterizo es Rusia. Los referéndums postizos celebrados en las regiones prorrusas justifican jurídicamente la anexión saltándose la normativa de Naciones Unidas de la que Rusia sigue siendo miembro. En Irak, Afganistán, Kosovo, Libia se cometieron asaltos a la soberanía que casi pasaron desapercibidos y se quedaron enquistados, allí fue la invasión por la invasión, aunque todos sabemos que, salvo alguna excepción, los referéndums los gana el que los convoca.

    Hay quien confunde los deseos con la realidad y cree que Putin acabará como Chauchescu eliminado por sus colaboradores. El problema continuaría porque en las autocracias los dictadores se reproducen como las esporas.

   En la anterior guerra en Europa, en el siglo pasado hace treinta años, en el conflicto bélico balcánico, desde el primer momento salieron voces llamando al entendimiento de las partes enfrentadas. No se consiguió ni siquiera tras los acuerdos de Dayton que juntaron a las tres partes enfrentadas, pero al menos se intentó. En la guerra de Ucrania, visto desde fuera, parece que a nadie le interesa, ni a ellos mismos que no han dejado de hablarse como lo demuestra el intercambio de prisioneros de hace un mes. En la antigua Yugoslavia intervino la OTAN teledirigida por EE. UU. e Inglaterra y actuó con contundencia, con gresca diplomática con Rusia y China. Estos dos imperios argumentan con frecuencia que el conflicto ucraniano está relacionado con aquellos hechos y argumentan con la famosa frase de que aquellos polvos trajeron estos lodos. De la noche a la mañana con subterfugios como los acuerdos de Rambouillet, se redujeron al máximo las fuerzas de infantería de interposición, los dirigentes europeos no estaban dispuestos a acudir cada vez con más frecuencia a la ceremonia de recoger cadáveres de soldados en los aeropuertos.

    Era imprevisible y lógicamente impresentable en elecciones, era más cómodo tirar bombas desde el aire y eliminar riesgos. EEUU vio la gran oportunidad de construir bases en otra región europea como la de Camp Bondsteel  en Kosovo, gastar el estocaje armamentístico para fabricar otro nuevo, experimentar con el uranio empobrecido y meter el dedo en el ojo una vez más al paneslavismo. Por cierto, el propio Putin lo suele argumentar como agravio con mucha frecuencia ya que no pudo ayudar a Milosevic. A Putin también le vino bien para reactivar sus bases navales en Siria fundamentales en la guerra que hoy a baja escala continua.

    En los últimos días tras la reconquista militar ucraniana de zonas cercanas al foco de las hostilidades el entorno del Mar Negro, donde para muchos observadores existía una solapada guerra civil desde el 2014, la Duma el ortopédico y máximo órgano parlamentario ruso que se acomoda a las decisiones del gobierno de turno ha decidido movilizar reservistas y montar referendums exprés y ahora, por si fueran pocos, se añaden más problemas. El conflicto fronterizo en el Alto Karabag de hace dos años entre Armenia y Azerbaiyán se ha reproducido como consecuencia de una guerra con más de dos mil bajas que como se ve aún colea con intereses cruzados entre Turquía y Rusia. El Kremlin está empezando a barajar una estrategia más rápida porque cada día que pasa pierde más apoyos entre su propia sociedad civil. Esa no es otra que la amenaza de utilización de armas de destrucción masiva, Rusia sí que las tiene, ya las probaron en la guerra de Siria y el general que las experimentó con condena internacional incluida, es el nuevo responsable militar ruso que ha sustituido al que fracasó en la primera fase del conflicto en Ucrania. En Irak, las armas de destrucción masiva estaban en los delirios de Sadam Husein y la CIA. Lo peor de todo es la angustia colectiva que produce la posible utilización de armamento nuclear. Se han cumplido este año sesenta años de la crisis de los misiles de Cuba que suponemos serían un juguete de niños comparados con la sofisticación destructiva adquirida con el paso de los años. Los expertos hablan de cabezas nucleares domésticas de destrucción selectiva, no como las bombas de Hiroshima y Nagasaki. No se trata de apretar un botón porque el que lo ordena tiene un bunker pero el que lo aprieta no. Como en todas las guerras se trata de desmoralizar al enemigo causando bajas y ocupando camas en los hospitales y tumbas en los cementerios para obligar a la rendición del enemigo. Hasta la fecha, ni siquiera Naciones Unidas, ha planteado una mesa de negociación. Al final, va a resultar que la prolongación de la guerra va a ser el mal menor.

      Al acabar este trabajo y como suele pasar con lo actual, la última frase corre el riesgo de no tener sentido. Zelenski ha pedido la entrada exprés en la OTAN, después de la anexión definitiva y sin retorno de Donestk, Luhansk, Jerson y Zaporiyia por parte de Rusia. El secretario general de la OTAN ha echado balones fuera, es noruego y está demasiado cerca, a ver que dice el Pentágono. Continúa la película.

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