Nueva York: Route 66


Por Marta Remartínez

Ya ni me acuerdo cuando comenzó mi sueño de recorrer la mítica ruta 66, sólo sé que las ganas por cumplirlo iban creciendo cada día hasta el hecho de convertirlo casi en una obsesión. Sana, pero obsesión al fin y al cabo.

Marta Remartínez
Corresponsal del Pollo en Nueva York
http://www.flickr.com/photos/momentosguardados/

Todo sueño tiende a ser idealizado y este no iba  a ser menos. En mi cabeza me imaginaba yo al volante de una ranchera roja al más puro estilo de Arizona contigo de copiloto. Porque siempre estabas tú allí  conmigo, eras parte de este sueño. Pero no estábamos solos querido, el desierto se abría a nuestro paso dejando escenas peliculeras de indios y vaqueros. Al frente la carretera seguía en una recta perfecta que parecía inalterable milla tras milla.  El desierto nos brindaba unas nubes blancas y algodonadas, y nuestro único acompañante era el viejo ferrocarril con sus coloridos vagones y un trazado tan recto como la carretera madre.


Es lo que tiene soñar que todo aparece un su lugar perfecto, las nubes, el tren, los matojillos rodando por la carretera… en algunos casos cumplir un sueño puede ser algo decepcionante, algo que desde luego no me pasó con este. Recorrí cientos de millas de la mother road, como conocen los americanos a su famosa Route 66, y tengo que decir que no sólo no me decepcionó, si no que superó con creces mis expectativas.

Por fin llegó el día y nos lanzamos a la carretera. Tal y como lo había imaginado durante años, bueno casi, casi… ya que en vez de  mi ranchera roja con matrícula de Arizona, conducía un Ford Focus con matrícula de California. Un pequeño cambio motivado por seguir por una vez en mi vida el llamado sentido común. Dado que hacía unos 14 años que no cogía un coche y que mi copiloto no hace honor a su apellido, decidí alquilar un automático y dejar la pick up para la próxima vez.


Alquilar un coche compacto en América es hacer la risa. Claro que también es cierto que para llevar únicamente una maleta no necesitas un hummer ¿no? Pero para ellos si no conduces uno XXL no eres nadie, y pese a que estuvimos tentados por un juguetito llamado mustang, al final ganó el Focus.

Y en nuestro cochecito nos lanzamos a la aventura. Y chicos, no nos defraudó.

Conducir por la Route 66 es algo increíble. Es casi, casi como retroceder en el tiempo. El tramo de Arizona es desierto puro, inmenso, profundo y silencioso. Y en algunos casos aburrido, ya que cuando dicen que ese tramo de la ruta es recto, es que es literalmente recto. To’tieso, como dirían en mi pueblo. Mi pie derecho medio dormido sobre el acelerador me recordaba que llevábamos muchos kilómetros en ruta y los primeros postes de luz confirmaban mis sospechas.

Frenando con la emoción de quien no pisaba freno en casi dos décadas llegamos a uno de esos pueblos que hace años hacían las delicias de los viajeros que partían de Chicago rumbo a Santa Mónica recorriendo casi los 4000 kilómetros que recorre la 66.

Evidentemente ese pueblo ya no es lo que era. Genial, porque esto es precisamente lo que quería encontrar. Decadente es un adjetivo que le va de maravilla.

América profunda babies. Atrás dejamos a la liberal California o la extravagante Nevada, Arizona es otro mundo. Los negocios muestran su apoyo al partido republicano, te invitan a comprar ensayos sobre su pervertida vecina California y simpáticas señoras te venden antigüedades para recaudar fondos para el hospital de gatos de la comunidad. Bienvenidos a Kingman señores.

La comunidad india también se hace oír, o al menos lo intenta. Sus productos artesanos como collares o atrapa sueños, se mezclan con otros made in China, pero al menos los vendedores te avisan. Estamos cerca de la reserva india Mojave y cuando dejamos el pueblo vemos a algunos de ellos pasear por la 66. Es como retroceder en el tiempo.

No sólo Kingman quedó a la deriva tras la construcción de nuevas carreteras, sus vecinos Huckberry, Valentine, Selligman o Williams también quedaron fuera del nuevo trazado y esto hace que pasear por sus calles sea una experiencia única. En algunas tiendas te invitan a apagar el móvil y a dejar las armas fuera, God bless America baby!!!

Poder tomar un súper batido con patatas fritas, unas tortitas o un café lavativa en un diner solitario de carretera junto a un viejo motel con luces de neón es justamente lo que tenía en mente cuando hace años comencé a imaginar esta aventura. Sin duda cumplir este sueño ha sido de lo más alucinante que me ha brindado mi surrealista aventura yankee.

Pero si le quitamos romanticismo mí querida ruta 66 no deja de ser una carretera secundaria que años atrás gozó de un protagonismo idealizado ahora por los nostálgicos.

Tiene gracia que en más de un tramo me recordase a mi maravillosa infancia por tierras turolenses, con esas pequeñas carreteras que llevan ahora a pueblos incluso más vacios que esas calzadas. ¿Cómo no voy a adorar la Ruta 66 si soy la nostálgica número uno?

Artículos relacionados :