El zaborro de obsidiana / Dionisio Sánchez


Por Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net
 

Preludio: Cuando yo era jovencito, mis hermanas rara vez iban al cine sin antes haber leído la reseña que sobre la película había escrito el gran crítico y monumental ….

…..periodista del Heraldo de Aragón, Joaquín Aranda, quién, posteriormente, sería mi amigo enfrascándonos en  grandes y profundas charradas y, entre col y col, nos metíamos –si se terciaba- algún lingotazo de su bebida preferida, siempre con un tormo de hielo. Eran tiempos de hígados frescos que se atrevían con todo el alcohol que meneara el rabo.

Obstinato: Hacía muchos años que no iba al Teatro Principal, pese a que soy, entre otras cosas, el coordinador de la correspondiente sección pollera. Si no me equivoco, estuve con mi amigo, desgraciadamente ausente aunque permanentemente presente en mi recuerdo, Rafael Esteban, grabando uno de los múltiples homenajes que en este maravilloso recinto se hicieron a la artista y cupletista Corita Viamonte. Nos fuimos al gallinero porque desde allí teníamos un excelente tiro de cámara y la que llevábamos poseía unas prestaciones ópticas dignas de las máquinas que usó William Wyler cuando rodó Ben-Hur, y, a lo somarda, podíamos fumar y beber de la petaca. Durante mucho tiempo no me interesó el teatro porque las propuestas que nos hacían las compañías locales no tenían el menor interés para mí y, solo la lectura de sus títulos, me ponían de mala hostia. Así que, mi culo no se posó en ninguna de  las butacas del patio e, incluso, no conocí de primer trasero el desastre que cometió el concejal Rivarés cuando las sustituyó por su cara bonita. Pero, el subdirector del Pollo, Carlos Calvo, con vara de mimbre, me obligó a cumplir con mi tarea de crítico de teatro local y no me pasó mejor cosa que tener que acudir al Teatro de la Estación a ver un bodrio que dirigía e interpretaba  una de las autosignadas “damas del teatro ( pueblerino) local”, Cristina Yáñez. Lo pasé fatal, aunque a los diez minutos me fui corriendo a entromparme de cerveza. Y lo que ocurrió, lo pueden ustedes leer y recordar gracias a la maravillosa base de datos pollera que nos permite esta vuelta atrás. En el número 180 de la revista, apareció lo siguiente:
https://www.elpollourbano.es/opinion/2018/05/cuando-el-burro-no-tiene-nada-que-hacer-con-el-rabo-mata-moscas-dionisio-sanchez/

    Y como intervino, vía Facebook, una señora, señorita o apodo, llamada Trapote, hube de contestarle “ipso facto”, pues me estaba jugando el puesto bajo la mirada torva y apremiante  del Subdirector, y en el número 181 le contesté lo siguiente:

https://www.elpollourbano.es/opinion/2018/05/comentario-al-respecto-de-una-critica-teatral-dionisio-sanchez/

Cantata Primera: Y tan feliz estaba yo disfrutando de los amigos y las rondas charrinas de La Magdalena, cuando de repente vi una pequeña roca,en un alcorque al lado del Vinagre’s Rock, que parecía un pedrusco de Calatorao.

-No, me aclaró el sabio que todo los sabe vía Google: Sánchez, se trata de una galga de “Obsidiana”. Y eso ¿qué es?- le inquirí. Pues según el Dios Geogle la obsidiana es un vidrio (un sólido amorfo), porque no posee una estructura química bien definida (cristalina), por lo que a menudo se la clasifica como un mineraloide y no como mineral. ¡Jodo petaca! ¿Y dónde lo puedo encontrar fácilmente?- Le volvía preguntar. Pues- me susurro al oído- creo que hay mogollón en el Teatro Principal.
     Así es que me fui a las taquillas de la calle Don Jaime, que tienen horario de marqueses y pedí una entradilla en el patio de butacas, en una esquina y cerca de una puerta de salida, como era mi costumbre. ¡25 euros! ¡Copón con “La mariposa de obsidiana”!

Cantata segunda: Bolo Bolea o JB, así llamado en los tiempos de nocturnidad y alevosía, había sido un gran periodista especializado en escribir entre los 45 y 75 caracteres con o sin espacios que pudieran constituir una columna en el Heraldo de Aragón. Era bueno y apreciado en eso. Él se fue. Luego, y de la mano de José Luís Trasobares, entre yo. Él siempre pensó- como muchos del gremio- que su oficio de juntaletras se le quedaba corto y que tendría que sacar su talento a flote y que mejor que escribir una novela que cualquier ciudadano carapolla actualmente publica (aunque no las lea nadie) y, de ese modo, llegar al cielo artístico de la letra impresa como “novelista”. Dicho y hecho, publicó dos novelas horrorosas en una editorial local;  trabajó y bebió  con el actual gerente del Patronato de Artes Escénicas José María Turmo cuando hacían guardia conjunta en la garita del Justicia de Aragón  y vislumbraba los intercambios publicitarios con las editoriales foranas. Metido en política, Ediciones B lo metió en su cuadra y comenzó su irresistible ascensión publicando «El manager”, otro infumable relato donde desvela, queriendo hacerlo a modo de sátira, las interioridades de las campañas políticas y de la producción de grandes espectáculos. (Algo sabía, JB  pues además de oler las contraprestaciones publicitarias se tiró el moco trayendo a Michael Jackson y a otros gorriones del espectáculo al campo de fútbol de la gusanera).

   Y, poco a poco, se fue creando su agujero negro. Y si como novelista al modo clásico no se comió un colín, con la “negra” se dio un festín. Organizó “ciclos” en varias ciudades e, incluso, pueblos de la monegrada. Daba igual y las instituciones con un ex miembro de la casta no se quedaban en mientes. El asunto era crear una red: No era ya un novelista de crímenes y misterios, era algo más: Se hizo un maestro del marketing con orquesta propia (tal y  como lo reflejó en el numerito que organizó el día del estreno de la “Obsidiana”,  saliendo a recibir los aplausos que un público  complaciente daba a los actores, rodeado de su circo de cámaras y luces y palmeros en el vestíbulo del Teatro. ¡En fin!

Preludio: La Mariposa de obsidiana: Justo en punto de las 7 y tras los timbrazos de rigor, veo un escenario a telón abierto. Modo de arrancar una obra que solo se le puede ocurrir a un genio. O a un majadero. Y sale una actriz vestida de blanco novia que comienza a recitar unos inaudibles fragmentos donde, no sé por qué razón la versolari cita a Antígona, hija de Edipo y Yocasta, y hermana de Ismene, Eteocles y Polinices y conocida en Tebas como Antígona. Y entre zumbidos de aleteo mariposil se va por la pata superior derecha del escenario. Acto seguido entran unos chavales metidos en un buzo de pintor, seguramente comprados en un chino, que transportan una camilla con un supuesto muerto metido dentro de una funda portatrajes beige de Ikea o del mismo chino que el buzo. Sale una actriz que debe ser una forense y, a su lado, una que debe ser la inspectora  policial que lleva el caso del muerto en la fiambrera de plástico. Y comienzan a cascar.

    En el teatro Principal, si se mueve una mosca, en el patio de butacas se oye el zumbido. A ese respecto acústico, no es mi palabra- que sería suficiente-sino la apreciación del mismísimo Flotats.  A estas chicas, ni aun poniéndose las manos como pantallas tras las orejas, no se las oía ni pijo. Han pasado nueve minutos, y el titi se va a tomar cervezas. Insoportable.

     Que un actor no sepa hablar ya es el colmo. Pero que, además, ignore cómo ha de dirigir su voz al público, ya es de traca. Desconocían las mínimas reglas del movimiento teatral en un escenario. En teatro ningún movimiento debe ser mecanizado, todo movimiento es un gesto justificado. Justificar y dar un sentido dramático al movimiento, abordar la expresión del actor, partiendo del movimiento para descubrir su dimensión dramática y emocional es parte fundamental del desarrollo pedagógico de quien lo dirija. Pero esa es otra.

   Esos nueve minutos iniciales ya sirvieron para demostrar que quien ha dirigido este espectáculo (a pesar de que dice ser profesora de la Escuela Municipal de Teatro y creo  casi seguro que alguien la habrá contratado para esa labor), como directora es un auténtico fiasco.  Y su método de trabajo actoral podríamos definirlo como  “Paturro”, apócope de pato y baturro (término acuñado por un extraordinario artesano con tienda en la calle Don Jaime) y que define plenamente el deambular de los actores por este triste espacio escénico que se nos ofrecía como  gran aportación a la decoración contemporánea en materia de envoltura para un texto seudopoliciaco

    De la iluminación, ni hablar. Los focos apuntaban donde los dejó la anterior compañía. Es decir, ni puta idea de iluminación.

    Cualquier directora ha de saber que un ser humano normal, con dos pies, dos brazos y una cabeza, puede ser actor como también médico, mecánico o astronauta. Solamente hay que enseñarle. Y cualquier director sabe que un actor ha de articular con la debida distinción las vocales, consonantes y sílabas de las palabras para hacer plenamente inteligible lo que se habla, es decir, vocalizar. Y, además, la voz del actor requiere de conocimientos y habilidad teatral en cuanto a interpretación, entonación y técnica emotiva vocal. Un actor o actriz de teatro ha de desarrollar con la voz todo aquello que exija el guion, pero, al menos, con el volumen suficiente para que el público llegue a oírlo.

     No vamos a hablar de técnicas teatrales porque esto ya es para entendidos. Y esta directora ya tiene tarea comenzando con el ABC aquí expuesto someramente.

Postludio: JB es el rey del marketing teatral negro y recibía en el vestíbulo tal si fuera el Conde Duque de Olivares a todos los asistentes a la función flanqueado por la directora como si la propia  fuera Inés de Zúñiga y Velasco, consorte del ilustre. Y al estreno se llevó a todo el PP local en pleno (él fue uno de los suyos), incluido el alcalde Azcón. Y se hicieron fotos. Y como columnista se puso de “a buten” en su propio periódico que le guarda la nómina. Y han pasado más de un millón (o más)  de personas a ver a la mariposa de piedra de Calatorao. Y así, entre congresos negros y bolos aldeanos por pueblos (si no los tiran al pilón), la Compañía se hará con una buena gira provinciana amén del kilate que le habrá metido el gerente del Patronato, su amigo Turmo ( tal y como debe de ser: los amigos, son los amigos). Pero, ¡ah!, una cosa es escribir columnas, otra novelas, otra novela negra y otra, muy distinta, un guion teatral donde conste una estructura interna que cumpla, al menos, con las tres partes clásicas: principio, nudo y desenlace. En la mariposa de Calatorao eso, ni se huele.

Epílogo: Con los 25 euros, que espero me devuelvan, me tomo tres anchoas y tres botellines en la Antigua Casa Paricio del Coso zaragozano  y aún me sobran tres para hacer caridad. Y todo me ha pasado por no hacer como lo hacían  mis hermanas: Leer la crítica del gran Javier López Clemente en el Heraldo y haberme ahorrado el berrinche. En todo caso, esta obra no merece ni el escenario de un Centro Cívico. Los responsable de este pufo son, por orden de aparición: la directora Blanca Resano, el autor de la dramaturgia (¿lo qué?) Juan Bolea, el Gerente del Patronato, Chema Turmo, la Coordinadora del área, Teresa Ibarz, la Jefa del Área de Cultura, Elena de Marta y Sara Fernández, la Concejala de la cosa. Si no saben o no quieren  programar teatro, contraten circo y, por favor, cierren esa Escuela de una vez.

    Amigos, compañeros y camaradas, ¡ Yihí¡A caballo! ¡Salud!

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