Adios / Mariano Berges


Por Mariano Berges
Profesor de filosofía

    Tengo 76 años y todavía tengo acto de presencia en algunos organismos, asociaciones o instituciones. Por ejemplo, en este periódico con la escritura de este artículo.

     Pero pienso que ya es hora de dedicarme a mí mismo, para recogerme y dedicar mis últimos años a dejar de opinar sobre mi entorno y centrarme en mí. Mis opiniones interesan a poca gente, y, a veces, suponen un ruido molesto que nadie me ha solicitado. Hace ya mucho tiempo le comuniqué a mi hija el epitafio que me gustaría: “… y procuró no molestar”. Pues bien, ya es hora de cumplir mi promesa. En adelante, me doy de baja en cualquier actividad que suponga una obligación, por ligera que sea. Me alejaré del mundanal ruido y me entregaré, en compañía de mis queridos filósofos, a reflexionar y practicar sobre el bien vivir y el bien morir.

    Creo que tres cuartos de siglo es tiempo suficiente para haber dicho muchas tonterías y haber hecho perder el tiempo a demasiada gente. A partir de ahora, callaré, escucharé y solo hablaré cuando me lo pidan, si tengo algo que decir. Mi vida ha sido variada e interesante, he sido afortunado profesionalmente al dedicarme a la docencia, actividad que me encanta y en la que he sido moderadamente feliz, he tenido una familia buena y cariñosa, no me han faltado recursos básicos de ningún tipo, he tenido buenos amigos (¿y algunos enemigos?), he procurado mantener el equilibrio entre mi pensamiento y mi vida. A estas alturas, ya puedo definirme sartrianamente, pues ya he vivido, ya he completado el ejercicio de mi libertad. Si mis logros no han sido mayores es porque no he podido o no he querido. La docencia y la política han sido mis dos actividades fundamentales, y desde ellas siempre he trabajado por lo público, con aciertos y desaciertos, pero siempre con el afán de mejorar lo público, la gestión pública, el sentido de lo público, lo colectivo. Siempre, lógicamente, desde mi subjetividad, mi análisis y mis errores.

    De mis cuarenta años de actividad pública, veinte la he ejercido como docente de Filosofía y Ética en Institutos de Bachillerato y otros veinte como cargo público en diversas instituciones: Ayuntamientos de Ejea y Zaragoza, Gobierno de Aragón, Universidad de Zaragoza y Diputación Provincial de Zaragoza. En todos mis cometidos he intentado cumplir con mi obligación, cuantitativa y cualitativamente. He sido leal con las instituciones, con la sociedad y conmigo mismo, que, a veces, es la lealtad más difícil. Si tuviera que resumir mi vida laboral, diría que dos han sido los objetivos principales: como docente, formar buenos e inteligentes ciudadanos; como cargo público, procurar que la función pública fuese siempre ejemplar. Como se puede apreciar, mi sentido de lo público ha sido una constante en mi vida. Todo lo he pensado y lo he practicado desde esa perspectiva

    Mi intencionalidad siempre ha sido honesta. Mi ética y mi ontología han sido la misma cosa. Mi teoría y mi praxis han ido siempre en la misma dirección y se han enriquecido dialéctica y progresivamente. Siempre he reivindicado el derecho a equivocarme y siempre me he puesto en el lugar de los que no piensan como yo. La opinión y el debate siempre los he considerado imprescindibles.

    Durante los últimos años, he escrito artículos de opinión en este periódico, al que agradezco su confianza. En ellos he actuado de voyeur-cronista de aquello que me parecía digno de opinión. La mayoría de los artículos han sido sobre materia política, asunto en el que siempre me he sentido involucrado y que entiendo como fundamental socialmente.

   Enlazando con el comienzo de este artículo, me despido de ustedes-vosotros, lectores más o menos atentos, y les deseo lo mejor. También para mí. Adiós.

Artículo publicado en “El Periódico de Aragón” en fecha 4-09-2922) Mariano Berges,

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