Por Antonio Tausiet
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La Organización del Tratado del Atlántico Norte es una alianza militar creada en 1949.
Pese a que su sede se encuentra en Bruselas, los 30 países que la integran siguen las directrices de Estados Unidos, la potencia hegemónica del último siglo en el mundo. En 1999, España se integró en la estructura militar de la OTAN, incumpliendo los resultados del referéndum de 1986, en el que se aprobó que no lo haría.
En 1991, tras la caída de la Unión Soviética, la OTAN se comprometió a no extenderse en los países limítrofes. Durante las dos siguientes décadas hicieron lo contrario. Rusia se vio cada vez más amenazada por la alianza y expresó su disgusto por ello en reiteradas ocasiones.
En 2022, la OTAN muestra más vigor que nunca. El crecimiento imparable de la República Popular China, que ya supera a los Estados Unidos en numerosos parámetros globales, ha provocado en su opositor mundial el último estertor antes de acabar de ceder el testigo. La OTAN es el ejemplo histórico de cómo un imperio muere matando.
Europa ha tomado el camino de los perdedores, potenciando su sometimiento al país que va a perder la hegemonía. Si lo deseable es el equilibrio y la unidad, dar la espalda a Rusia es la peor opción. Actualmente, Estados Unidos y Rusia están librando una batalla en territorio ucraniano. China no quiere saber nada del asunto, porque sabe que los dos países en liza sólo tienen cosas que perder. Pero Europa ha tomado partido por Estados Unidos, y eso es un error geoestratégico que le saldrá caro.
El PSOE, en el Gobierno de España, ha seguido, como no podía ser de otra manera, el camino autodestructivo de la OTAN. Esta organización es la responsable de que se haya militarizado el tema de la inmigración; también lo es de que se haya recuperado la guerra fría, mediante su concepto de disuasión promoviendo el aumento de gastos militares, que no es más que la mayor inversión en armas, ese negocio de campanillas.
La OTAN es el instrumento del imperialismo. Las intervenciones de la OTAN en Afganistán, Yugoslavia, Irak, Somalia, Libia y Siria no han sido para defender a sus miembros, sino para intentar perpetuar la hegemonía estadounidense. Mientras tanto, China continúa con su labor pacífica que ya ha dado sus frutos. Todo el hemisferio sur y parte del hemisferio norte están formados por Estados cuya deuda exterior es fruto de préstamos chinos. Y China es ya el país con mayores exportaciones del mundo.
Las guerras de la OTAN son tapaderas para que las grandes empresas multinacionales esquilmen los recursos naturales de los países agredidos. El principal país perjudicado en la guerra de Ucrania es Alemania, que se queda sin suministro del gas ruso. Pero hay que rendir pleitesía a Estados Unidos. Que Putin y los suyos estén intentando anexionarse por la fuerza las regiones prorrusas del este de Ucrania no es más que un detalle minúsculo del movimiento tectónico provocado por Estados Unidos al verse perdedor de la batalla final.
Una cosa es que Rusia no sabe bien lo que hace, y lo que hace está mal, por muy enfadados que estén con la chulería de los yanquis, y otra cosa es no tener claro que la OTAN es una maquinaria bélica infame, celebrada por quienes no ven más allá de sus narices en Europa, y responsable de la actual situación. A propósito, que la guerra de Ucrania no nos gusta, como ninguna otra, pero es vomitivo que a ésta se le dé el bombo que se le da, y al resto cero. Ojalá todos los refugiados del mundo pudieran tener los privilegios de los ucranianos.
Es muy triste que Suecia y Finlandia, tras cuarenta años de neutralidad, se hayan acabado creyendo las mentiras de los Estados Unidos. Pero allá ellos.
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