Por Manuel Medrano
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Escribo estas líneas por “culpa” de un comentario curioso que me han hecho algunos colegas y amigos acerca del Vudú en América (Haití y Nueva Orleans): que es un pastiche.
Mis trabajos sobre el tema del Vudú americano me han llevado al análisis de otras creencias religiosas y, sin hacer comentarios profundos, es obvio que todas las prácticas espirituales en la actualidad son sincréticas, sin disimulo. Pero además, en lo que todas coinciden es en el uso de amuletos y talismanes.
Durante los siglos XV y XVI, moralistas y teólogos expresaron en diversos escritos sus opiniones al respecto, y un sector no menor era partidario de proscribir incluso la costumbre de llevar colgados al cuello o en otras partes de la vestimenta amuletos y talismanes incluyendo las medallas con imágenes religiosas, los escapularios, fragmentos de reliquias, etc. Está más que claro que no tuvieron éxito. Hoy, muchísima gente sigue usando esos y otros elementos de inspiración “mágica”, véase las Cintas de la Medida de la Virgen del Pilar. Pero también, en otros ámbitos religiosos, se llevan colgadas al cuello o como pulsera las pequeñas reproducciones de Buda, la Mano de Fátima, etc. La denominada “magia popular” ha triunfado, y las diversas confesiones lo saben, lo aceptan o nunca lo han combatido. ¿Significa eso que sus fieles profesan “pastiches”? No, en absoluto. Significa que hay tendencias humanas universales, como quien siendo ateo o gnóstico lleva una moneda antigua de un centavo de dólar porque le da suerte, o un colgante de un mineral que le da fuerza y salud, o cosas similares.
Por supuesto, hay adquisiciones de otras religiones anteriores aún más llamativas, como hacer coincidir festividades y manifestaciones católicas con celebraciones del mundo pagano de la Antigua Roma. Y no digamos que se haya determinado, sin ninguna prueba o indicio, que Jesucristo nació un 25 de diciembre, adoptando la fecha del nacimiento del dios Mitra y de las celebraciones del Sol Invicto.
Después de milenios de Historia, nada es puro, todo es sincrético, y a veces sintético. Podemos llamar a eso “pastiche”, pero sólo si lo extendemos absolutamente a todo, incluyendo a nuestra herencia genética.