Isabel II y el abejorro que llega sin ser visto / Manuel Sogas Cotano

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Por Manuel Sogas Cotano
http://zaragoza-sevilla.blogspot.com.es/

La reina Isabel II de Inglaterra (según Carlos Berzosa. Falta de visión del pensamiento económico ante el cambio de ciclo de la economía mundial) visitó la London School of Economics en noviembre de 2008 para preguntar al profesorado por qué nadie se dio cuenta de que el colapso crediticio estaba en camino.

Más lógico habría sido en mi opinión, haberle preguntado a ella el porqué su fortuna crecía como la espuma sin que ella diera y sin haber dado nunca un palo al agua, mientras la pobreza se extendía e intensificaba cada vez más entre sus amados súbditos.

Seguramente la idea de la reina acerca de la crisis sea de tipo abejorro que en buen día se encabrita sin que se sepa el porqué, se vuelve loco, le da por levantar monumental polvareda con el desmedido batimiento de sus alas, haciendo que los beneficios le cojan miedo y salgan huyendo, con lo que los capitales invertidos dejan de ser rentables, y ¡zaca!, la crisis.

Concebida así la crisis cobra real lógica la pregunta de la reina: ¿cómo es que no visteis llegar la crisis, mis amados cerebros de la economía, cuando un abejorro lo puede ver hasta un niño de párvulos?

Pero no hay pregunta estúpida si la respuesta que recibe no es la estupidez misma. Y así para no echar tierra a la sapiencia de la reina y certificar solemnemente la memez de su pregunta, dos de los profesores consultados, en carta dirigida a Su Graciosa Majestad el glorioso día 22 de julio de 2009 le responden que la crisis “se atribuye a un fallo de la imaginación colectiva de muchas personas inteligentes, de este país y del extranjero, a la hora de entender los riesgos para el sistema en su conjunto.”

O sea, que ésas personas inteligentes si en vez de estar imaginando en plan ramplón lo ancha que es Castilla se hubieran puesto a imaginar como Dios manda, por ejemplo, que los misiles enemigos de EE.UU que ahora mismo podrían estar apuntando a la base de Morón de la Frontera en sus ratos libres se dedican a la poesía, menos la temporada de verano que se van al monte a tomar el fresco, ¡Que ya es imaginar!, se habría visto llegar al abejorro.

Otros diez economistas ingleses y australianos mostrando una pizquita de dignidad, pero tampoco mucha, porque en estas cuestiones no hay que extralimitarse, le escriben también a Su Graciosa Majestad el 10 de Agosto del mismo año criticando la carta anterior de sus dos colegas en la que aludiendo a la misma dicen que: “… su análisis general [a cualquier cosa llaman análisis, pero así es como ellos le llaman] es insuficiente pues no reconoce deficiencias en la formación o cultura de los propios economistas [¡Vaya por Dios! Los propios economistas declarándose ante la reina  que son unos cerrojos precisamente en economía]. En los últimos años, la economía se ha convertido prácticamente en una rama de las matemáticas aplicadas y se ha separado de los acontecimientos e instituciones del mundo real. Los estudios de economía se han vuelto demasiado limitados en detrimento de cualquier visión sintética”.

Algo de cierto debe haber acerca del despiste de los economistas, al menos en los economistas oficiales de bombo y platillo, cuando siendo los responsables del funcionamiento económico de la sociedad no han sido capaces de detectar la llegada del abejorro, y además están mas secos en ideas y teorías que la mojama para sacarnos del barrizal en el que nos han metido.

De modo que en parte hemos de darles la razón a los economistas: llevan pobretes nuestros, unos años con los pies en el aire y la cabeza en el bolsillo. Pero desde cuántos años llevan  despistados los economistas. Desde 1929 que tampoco supieron abejorrrizar la que se venía encima. Desde 1970 que aterrizó otro abejorro sin ser detectados, o desde 2008 en el que apareció el abejorro padre que ya no se va a poder espantar, entre otras cosas porque las políticas oficiales que se plantean para desvejorrizar la situación actual son las mismas que llevaron a engordar el abejorro que acaba de tomar el mando de la plaza.

Yo creo que es pertinente que sintamos algo de piedad por nuestros queridísimos economistas de postín, porque los años que llevan sin verlas venir son nada más y nada menso, que 170 años.

No diré ya que nuestros economistas deberían conocerse al dedillo El Capital de Marx, porque reconozco que es de tan difícil lectura como lo es Don Quijote de la Mancha para ser bien comprendido. Pero sí los Anales franco alemanes de 1843, donde aparece el pienso que engorda a los abejorros y la fumigación necesaria para erradicarlos.

O sea, que los economistas ni siquiera saben leer, o si saben no comprenden lo que leen. Y en esto no nos podemos andar con chiquitas, porque nos estamos jugando la existencia. Y que Dios Salve a la Reina, porque como no la salve Dios, no se quien la podría salvar.

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