Fantasías de ribera, lenguajes vegetales, paseos nocturnos y airecito fresco para el valle / Daniel Rabanaque

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Por Daniel Rabanaque, poeta y creativo.
Trabaja en Resón :: Comunicación y Diseño

 

En estos dos meses en los que el asfalto nos cocina de los sesos a las plantas de los pies, de la mañana a la noche, macerándonos en calentura, el cuerpo mantiene abierto un especial sentido enfocado a captar cualquier evento, iniciativa, excusa o invitación que lo saque de la parte más urbanizada del valle y baje dos grados de agobio el termómetro de las noches de verano.

Si lo sientes así, si también tú vives el juliagosto echándote las manos a la cabeza con un pozal de agua, si tienes a la ducha fría haciendo tantas horas extras como tu horchatero, si necesitas como botijo a la sombra encontrar motivos para salir de este bochornoso alquitrán que borbotea, atención a esto:

Fotos: Nacho Arantegui y Trarutan

“La fantasía de la ribera” es un paseo nocturno por el paisaje inmediato a Zaragoza que te descubrirá algunos varios mundos más o menos cercanos, más o menos remotos. Lo organiza, lo viste y lo guíaTrarutan [https://www.facebook.com/pages/Trarutan-Arte-Naturaleza-Aventura/583171795130011], asociación de artistas y gestores dedicada al arte en espacios naturales, la sensibilización y educación en valores naturales y la organización de veladas vivenciales en la comarca de la Ribera alta y no sólo. Los recorridos parten de Torres de Berrellén, los viernes y sábados en dos sesiones, se internan en el soto y las choperas hasta rozar los secretos vegetales, atraviesan con cautos pasos la geometría del trazo humano en los galachos, conviven con los seres de la orilla y habitan efímeramente y con su permiso un instante del silencio jamás puro de la noche que corre río abajo. Tras unas dos horas de ramas y sombras, de voces antiguas y vivas de savia, de luces fantasmáticas, se sale a la carretera del estío un poco mejor preparado, un poco mejor acompañado, con un poquito de brisa en la reserva subcutánea.

No se puede contar el contenido de la experiencia (aunque, para curiosidades irrefrenables, mayores expertos, como Antón Castro, ya se han dedicado a ello). En primer lugar porque el equipo de Trarutan y los colaboradores de cada sesión consiguen llegar hasta el terreno personal y trabajar con tu imaginario particular, despertando asociaciones tan individuales como de amplitud universal, que dependen y se gradúan según la relación de cada cual con su Padre Ebro, con sus propias corrientes infantiles, con las ganas de jugar, con la implicación y la confianza que se traiga de casa. No se puede contar, en segundo lugar, porque casi todas las palabras se resignan a ser desbordadas desde el primer paso del paseo: el elemento vivo, específico, lo esencial de la convivencia de las piezas que se presentan con el entorno concreto, hacen que cualquier etiqueta sea triste, ínfima y falsa en su comparación obligatoria con lo verdaderamente vivido, con la experiencia incomunicable de traerse la mirada, la más interior de las miradas, llena de imágenes ricas, intensas, potentes. Además, los colaboradores de las sesiones no son fijos durante todo el verano, así que a poco sirve crear unas expectativas, dar unas pistas que no tienen porque repetirse en cada valiente público, en cada protagonista. El frescor de la ribera está asegurado. La perspectiva única, el buen gusto, el respeto por lo vivo y la lección que nos aporta, están al alcance de una entrada (10€) que se adquiere vía web [http://www.cronomena.com/lafantasiadelaribera/carrera.php] o en La Natural de Zaragoza. Como motivos de interés podrían ser más que suficientes, no? Al menos para quienes boquean en una capital sin agallas ni un ventilador que nos cambie el ya conocido panorama estival.

Por supuesto, hay más datos sobre estos paseos nocturnos y lo que allí se halla en Facebook y otros distribuidores de sucedáneos virtuales. Aparte de lo que se pueda leer o contemplar aquí y allá, añadiré, porque me parece de ley, que Nacho Arantegui [http://nachoarantegui.com/] es una de las personas que mejor conoce las márgenes del río entre San Lamberto y Navarra, del Castellar a Alagón, con toda su belleza y la despiada fuerza de sus avenidas, con todos sus problemas naturales de convivencia con los humanos que somos, con toda la aplastante gravedad intelectual de su canícula y la aridez desabrigada de sus cierzos. Por si fuera poco, se ha rodeado de un equipo, el de Trarutan, con enormes capacidades de hacer bien, de hacer hondo, que se traducen en desafíos exactos de transformación, citas con sí misma difíciles de esquivar.

En los peores ratos, parece que al arte no le quede más que desmantelar y vender sus reliquias mientras dure el valor añadido de la nostalgia. Para sublevarnos, para reciclarnos, para desesperación de quienes de la cultura esperan que cumpla con las exigencias impresas en la apisonadora del pensamiento estándar, existen en las orillas de la corriente principal senderos tangentes, recorridos transversales, iluminaciones diagonales del hecho humano que supone conocer y comunicar las descubiertas. Es porque algunas gentes restauran a menudo el refugio de la fantasía y la calzada sutil que va de lo vegetal a nosotras por lo que el sol desértico de lo mecánico no termina de capturar a todos los pájaros.

Buen verano, pollos. Si lo tienes a bien, nos damos un pío en septiembre.

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