Tareas pendientes / José Luis Bermejo

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Por José Luis Bermejo
Profesor de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza

Ya tenemos nuevo Gobierno: Lambán se ha quedado con las llaves del Pignatelli que remisamente le brindaba Echenique y, en un discurso de investidura basado en el Quijote, Tocqueville, Azaña, Ramón y Cajal, el Papa y Obama, ha delineado las líneas maestras de su política regional.

Lambán está por conocer la “herencia recibida”, que va a dificultar, cuando no a impedir, la sana y recta gestión de lo autonómico. La coyuntura económica y social son notablemente mejores que hace cuatro años: los inversores han vuelto a los mercados y las cuentes públicas cuentan con algún margen mayor de maniobra. La gente, el pueblo llano, sigue mostrando descontento y contemplando situaciones de miseria, pero la indignación ha dado paso a la resignación o, en su caso, a la confianza. No obstante, tanto el Ministerio de Hacienda (y otros: Fomento, Medio Ambiente, etc.) como los problemas siguen ahí, y no son menores.

Vaya por delante una lista (personal e inacabada, y desordenada) de tareas pendientes, muchas de las cuales, si no todas, dependen del poder central directa o indirectamente –debido a las restricciones presupuestarias impuestas por las reglas de sostenibilidad financiera-:

  • Modernización de las líneas del Canfranc y Teruel respectivamente, abandono de la quimera de la TCP, terminación de las obras de la malhadada autovía Nueno-Jaca, desdoblamiento de la AP-2 entre Alfajarín y Fraga (o alternativa: liberación del peaje de la A-2). Reordenación de las líneas de transporte interurbano de personas y articulación con el ferroviario.
  • Descontaminación del vertedero de Bailín y limpieza del Gállego. Adopción de las medidas preventivas contra las inundaciones recogidas en el Plan Medioambiental del Ebro. Desbloqueo de los regadíos de Monegros II y revisión integral del Pacto del Agua de 1992, con abandono de los proyectos obsoletos o inservibles e incorporación de nuevas medidas. Abandono de la ocurrencia de la unión de estaciones de esquí por Canal Roya/Anayet.
  • Ordenación y/o reordenación del empleo público, particularmente el sanitario y educativo, y el local.
  • Conversión de la televisión y radio públicas de Aragón en un escaparate de la realidad institucional regional, aprovechando su potencial didáctico: en definitiva, rentabilizar los más de 50 millones de euros que nos cuestan para hacer de ellas sendos medios de información no tanto públicos sino “de lo público”. Es decir, repolitizar (sic) los medios públicos de comunicación.
  • Definición (y cumplimiento) reglas justas y claras para la organización, gestión y financiación de la Universidad de Zaragoza en pos de la simplificación de estructuras, la transparencia, la calidad y la excelencia (de verdad).
  • Nombramiento de un nuevo Justicia de Aragón. Reforzamiento de la Cámara de Cuentas, con más competencias (reforma legal), más colaboración administrativa y más recursos humanos.
  • Adopción de una ley de capitalidad para Zaragoza que resuelva las cuestiones competencial y financiera de la ciudad. Posteriormente, abordaje del problema del área metropolitana.
  • Reforma de las comarcas en dos planos: bien para democratizarlas (elección directa) o bien para administrativizarlas; bien para reducir su número o bien para aumentarlo habilitando así una recentralización micromunicipal.
  • Puesta a cero del contador presupuestario, ordenación de las cuentas públicas, afloramiento de los pufos, freno a las inercias subvencionales. Reconsideración de las políticas de publicidad institucional.

En honor a la verdad, y con grata sorpresa por la coincidencia (el grueso de este texto estaba escrito antes de leer el discurso de investidura) algo de lo citado ha deslizado Lambán en su alocución, y seguramente algo de lo citado, y más, formará parte de esa inquietante coletilla alusiva a las tareas pendientes “… y otros muchos asuntos importantes que es imposible enumerar en su totalidad en un discurso de esta naturaleza podremos abordarlos mañana en la medida en que lo planteen los portavoces de los grupos”.

La tarea pendiente de mayor magnitud, que no confío que aborde Lambán ni ningún otro político de estas tierra y escuela (incluidos los recién ingresados) es la concertación en pos de la concordia política y la convergencia partidista: bien harían todos los partidos en poner sobre la mesa todos sus respectivos programas electorales, en los que hay mucho y muy buen material (acaso con la excepción de C’s) para ponerlo al servicio de la ciudadanía aragonesa. Pero claro, para eso hace falta una actitud y un entorno parlamentarios que hoy por hoy, simplemente, no existen.

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