Tu que no puedes … /Guillermo Fatás


Por Guillermo Fatás

 

     ¿TIENE España, tan flojita como anda de finanzas y con tantos imputados por fraude en las listas electorales, que ayudar a Grecia a salir de su drama de ruina y corrupción?

En España el premio nacional de fraude se lo disputan una hermandad de socialistas andaluces con acólitos de IU, una peña fallera de populares valencianos, una colla de de pujolistas, un ochote de peneuvistas alaveses y, fuera de concurso, los herederos de las cuentas suizas de Emilio Botín Sanz de Sautuola y López. Arbitran los tribunales, la Agencia Tributaria y la Fiscalía Anticorrupción, y algún día se verá en qué queda esto. Es difícil hacer pronósticos y, si de mí dependiera, tendrían el premio todos, ex aequo.

     Aun sin ser chica la nuestra, la corrupción en Grecia es bastante mayor. Los muchos griegos que trabajan duramente sufren continuos quebrantos por culpa de sus compatriotas sinvergüenzas que viven de esquilmar lo público a manos llenas, lo que arruina a los indefensos, a la gente sin padrinos. Algo de culpa tendrán los pérfidos mercados y los siniestros banqueros cómo no. Pero los pesebres y la impunidad escandalosa que han anidado en el sistema tienen origen doméstico y conocido. Como en España, pero a mayor escala.

     Acabo de oír a un consejero del Banco de España que los funcionarios griegos se jubilan como media a los 48 años, imagino que para cobrar la pensión (con solo 17 años de cotización) y trabajar ilegalmente en otra parte. Leo que en el barrio más rico de Atenas hay miles de casas con piscina, pero que solo trescientos propietarios pagan el impuesto debido. Hay 4.500 familias de funcionarios (y a saber cuántas más sin detectar) que cobran la pensión de un pariente muerto hace tiempo. No menos de 18.000 sujetos cobran subsidios por desempleo sin tener derecho a ello (como en los ERE andaluces, pero a lo grande). Hay 9.000 pensionistas con cien años de edad cumplidos, longevidad asombrosa.

     El parterre del hospital público ateniense Evangelismos (deficitario) tiene 45 jardineros asignados. Un coche oficial requiere varias decenas de chóferes. La sanidad pública paga los aparatos a precios hasta cuatrocientas veces mayores que los del mercado. Tienen derecho a jubilación anticipada, por trabajo extenuante, los peluqueros y los músicos de viento…

     De esta podredumbre asombrosa la izquierda culpa a Costas Caramanlis, que en 2009 llegó a subir ciertos sueldos públicos hasta un 70%. A su vez, la derecha denuncia la corrupción de Costas Simitis, cuyas cuentas nacionales hubo de rechazar la agencia europea Euroestat, por malolientes, en 2006. Todo es cierto, por desgracia. Ahora, Yorgos Papandreu ha de lidiar el toro de un déficit falseado; que no es un novillo del 7% del PIB, como se anunció, sino un temible morlaco de casi el doble de peso.

     Nadie se fía de Grecia. Si España paga de un 3% más que Alemania por el dinero prestado, a Grecia se le piden intereses imposibles del 11% por su basura `soberana´. De ahí que sus socios del euro tengan que implicarse, para que el club no pierda la respetabilidad. Eso incluye a los bancos franceses y alemanes, por ese orden (40.000 y 23.000 millones), grandes prestamistas de Atenas…obligada a comprar armas a esos dos países, a causa de la tensión con Turquía. Esa es otra: Grecia gasta en defensa un porcentaje de su riqueza superior al de Rusia, EE.UU. o Francia y cuádruplo del de España.

     La buena gente griega, timada y desvalijada, está desesperada. Los viejos regresan a la aldea, a criar gallinas y patatas, y los jóvenes quieren irse del país. En este drama no sirve culpar solo a Ángela Mekel, a la banca y el FMI. Ahora hay que ayudar a los griegos a librarse de otros griegos, los infames que hicieron a medio país cómplice de su insensata avaricia. Si sabe lo que le conviene, incluso España tendrá que echar una mano. Puede objetarse aquello del `tú que no puedes, llévame a cuestas´. Cierto. Pero será mucho peor que acabemos todos por los suelos y enfangados hasta el cuello.

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