El conde Rusell,el más célebre de los poetas pirenáicos

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Por Eduardo Viñuales

      Russell tuvo el privilegio de penetrar en unas “montañas perdidas”. Hoy, algunos picos, refugios y brechas de los Pirineos llevan su nombre. Al conde le gustaba practicar el vivac de altura envuelto en pieles de cordero donde pasaba las frías noches.      Para definir el término “pirineísta”, Henri Beraldi -el historiador del montañismo de los Pirineos- escribió: “Si se escribe sin haber subido, no se puede hacer nada. Si se sube y se escribe con sequedad, no se deja más que un documento que puede ser, es verdad, de gran interés. Si, cosa rara, se sube, se escribe y se siente… si, en una palabra, se es el pintor de una naturaleza especial, el pintor de la montaña, se deja un libro verdaderamente admirable”.      En este contexto debemos destacar la figura de Henry Russell Killough, pirineísta más conocido como “el conde Russell”, viajero que a mediados del siglo XIX y principios del XX desbordó su poesía y su sensibilidad hacia la naturaleza salvaje de los Pirineos. Murió en Biarritz, y fue un tipo dedicado a recorrer, sentir y describir los Pirineos de un extremo a otro como pocos lo han hecho nunca.

     Russell tuvo el privilegio de penetrar en unas “montañas perdidas”. Hoy, algunos picos, refugios y brechas de los Pirineos llevan su nombre. Al conde le gustaba practicar el vivac de altura envuelto en pieles de cordero donde pasaba las frías noches. Russell dejó escrito: “¡Cuántas noches tranquilas y espléndidas he pasado en la Brecha de Rolando! ¡Qué bello espectáculo el del atardecer allí! ¡Qué extraño paisaje! Es calvo como Etiopía”.

      Nacido en Toulouse, su infancia transcurrió en Irlanda. En 1855 viaja hacia Perú, y tras cruzar el Cabo de Hornos, regresa a las desolaciones de la Patagonia. También estuvo en Canadá y los Estados Unidos, en las Cataratas del Niágara, visitó el Caribe, Siberia, el lago Baikal, el desierto del Gobi… y los Alpes Neozelandeses. Pero fueron los paisajes pirenaicos los que decididamente le robarán el corazón. El primer contacto serio de Russell con los Pirineos es en 1858 gracias a un libro. Así llega a la cumbre del Néouvielle y del Monte Perdido, a la que asciende en cuatro ocasiones consecutivas. En 1861 regresa de nuevo a los Pirineos y se instala en la vertiente norte, en Pau. Se zambulle verdaderamente desde entonces en la gran aventura pirenaica, ganando por vez primera la cumbre del Vignemale o Comachibosa, donde le fue concedido el espacio del glaciar por parte de los municipios franceses de Barèges durante 99 años y allí mandó excavar sobre el hielo siete cuevas en las que pasaría largas temporadas.

     Enamorado de los Pirineos y su naturaleza dejó escrito en algunos de sus numerosos libros: “Los Alpes son unas viejas montañas. Los Pirineos son unas bellas señoritas”.

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