Culebras: fascinantes animales que viven a ras de suelo

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Por Eduardo Viñuales

    Las culebras y serpientes producen escalofríos en el ser humano. Por eso desde tiempos inmemoriales estos animales han sido brutalmente perseguidos.

    Sin embargo, desde el punto de vista naturalista son animales muy bellos e interesantes.

     No hablaremos de las víboras, lo dejamos para otra ocasión. En esta ocasión nos referiremos a esos otros ofidios -culebras o serpientes- que podemos hallar en nuestros campos y montes.

     Empezaremos hablando de la abundante culebra viperina (Natrix maura), imitadora en modales y aspecto a las víboras, pero inocente culebra de agua, de agua pequeño –de no más de 70 cm- que si se ve en peligro dilata las mandíbulas y hace que su cabeza adopte una forma triangular, lo que sumado a su diseño dorsal en zig-zag y los bufidos que emite a la vez que proyecta su cabeza hacia el agresor intimida al ser confundida con alguna de las respetadas víboras. Pero, a diferencia de éstas, su pupila es redonda y no vertical. Además, nunca muerde. Antes hará una defecación fétida al ser cogida o tocada, o se hará la muerta como última estrategia para salir viva de un posible apuro. Y es que toda esta aparente agresividad en realidad no es otra cosa que un simple sistema defensivo basado en el engaño, ya que la culebra viperina es completamente inofensiva. Por eso hay quien le llama “la maestra del bluff, del teatro”. Vive en ríos, balsas, acequias… y debajo del agua puede permanecer más de 15 minutos.

     Otra culebra en buena parte acuática, mayor –hasta 125 cm-, también buena nadadora aunque no siempre tan frecuente, es la culebra de collar (Natrix natrix). Su nombre procede de las manchas blancas que presentan en el cuelo los ejemplares juveniles. La especie experimenta dos épocas de celo -en primavera y en otoño- y su reposo invernal dura desde octubre a abril, ocultándose bajo troncos, acúmulos de ramas, en oquedades y madrigueras.

    En un paseo o excursión por las sendas aragonesas también nos podemos encontrar de repente con la figura llamativa de otros tipos de ofidios silvestres. Pero, en verdad, ya no hay nada que temer si nos encontráramos “cara a cara” con la culebra de escalera (Rhinechis scalaris) –muy abundante, pero que falta en el Alto Pirineo-, la escasa culebra de Esculapio (Zanemis longissimus) –que habita en bosques húmedos de la Sierra de Guara- o las dos culebras lisas: la meridional (Coronella girondica) que es común en tierras mediterráneas, muros de piedra seca y márgenes de caminos soleados; y la septentrional (Coronella austriaca), que es más propia de zonas montañosas y afloramientos rocosos en los que se refugia. Ambas son especialistas en comer lagartijas. Y todas ellas son inofensivas. Por tanto, en caso de encuentro fortuito lo mejor es seguir nuestro camino y que ellas sigan el suyo.

    Sin embargo uno de los encuentros más frecuentes será, muy posiblemente, con la culebra bastarda o de Montpellier (Malpolon monspessulanus), la más grande de todas, ya que puede alcanzar una longitud de hasta 250 cm, aunque por lo general no supera los 180 cm. Aunque se trata de una culebra venenosa, es inofensiva en la mayor parte de los casos, ya que carece de dientes adecuados para inocular veneno. Tiene coloración variable, pero por lo general es verdosa, con el flanco azul sucio y el vientre amarillento. Rehuye las zonas de montaña y se le encuentra en campos, secanos, sotos, humedales y sierras escarpadas. Diurna y agresiva, se alimenta de lagartijas, pajarillos, roedores e insectos.

     También de gran tamaño, y con cierta agresividad si es molestada, encontraremos en los bosques altos del Pirineo y su entorno a la culebra verdiamarilla (Coluber viridiflabus). Este reptil es ágil y rápido en sus movimientos, subiendo con frecuencia por las ramas de los árboles y arbustos para esconderse. Su actividad es diurna y caza al acecho, con la vista. Se le considera una especie centroeuropea meridional, con distribución claramente circunmediterránea. En algunos valles del Pirineo Central este ofidio ha dado mucho de qué hablar, concretamente hace años en el entorno de los Baños de Benasque donde estos animales se llegaban a introducir en el interior de habitaciones y duchas. El culto romano a la serpiente y la afinidad de esta antigua civilización a termas y baños de aguas calientes han llevado a algunos naturalistas a creer la hipótesis que habla sobre la introducción de la culebra verdiamarilla desde épocas romanas en enclaves pirenaicos a los que la especie ha guardado fidelidad. Se dice que los romanos apreciaban a esta especie como un elemento eficaz en la lucha contra los roedores. De hecho, algunas de sus más importantes poblaciones en la cordillera coinciden con zonas de estaciones termales.

    Para todos estos bellos y beneficiosos animales, ¡¡un poco de respeto, por favor!!