Si muchos de los amigos, conocidos o simplemente saludados que salen nombrados en ‘Cerca de casa’ (Xordica, 2014) tienen el volumen asegurado, y con dedicatoria incluida –un suponer-, la tirada del libro de Luis Alegre, una recopilación de sus reseñas publicadas en el ‘Heraldo de Aragón’ en los últimos cinco años, ha tenido que ser brutal. Alguno, seguro, va a pringar.
La cercanía o lejanía al culto –que suele confundirse con la cultura- no puede servir de elemento determinante. Ni la propaganda o la ausencia de la misma pueden ser los vectores de la rebeldía, ya blanda e inane. He aquí, desocupados lectores, el listado resumido de personas que aparecen en el libro, cerca de mil doscientas, que se dice pronto. Empieza el espectáculo, tan lejos (de la literatura), tan cerca (de casa).
Penélope Cruz. Maribel Verdú. Jorge Sanz. Michel Zarzuela. Humberto Vadillo. Félix Romeo. Lina Vila. Miguel Mena. Sergio del Molino. Daniel Gascón. Aloma Rodríguez. Antón Castro. Eva Puyó. Carmen Puyó. Pepe Quílez. Ismael Grasa. Fernando Sanmartín. Pepe Melero. Antonio Pérez Lasheras. Enrique Vila-Matas. Cristina Grande. Ignacio Martínez de Pisón. Juan Luis Saldaña. Mariano Gistaín. Emilio Gastón. Eva Cosculluela. Gonzalo Borrás. Pedro Aguaviva. Luis Antonio Alarcón. Rafael Bardají. Natalio Bayo. Enrique Bunbury. Pepín Bello. Matías Uribe. Gaizka Urresti. Luis Beltrán. Jerónimo Blasco. Marcos Ordóñez. Juan Bolea. José Luis Borau. Joaquín Carbonell. Mariano Cariñena. Julián Casanova. Perico Fernández. Eloy Fernández Clemente. Luis García Nieto. Paco Ibáñez. Manolo Rotellar. Luisa Fernanda Rudi. Luis Rabanaque. Encarna Samitier. Joan Manuel Serrat. Paco Simón. José Antonio Labordeta. Y Miguel. Y Ana. Y Ángela. Y Paula.
Todo suena dodecafónico y se escucha un temblor lejano. Ando por el filo de una navaja que puede dar puñaladas en el aire y dejarme deshuesado, descarnado, inservible, listo para cumplir con una misión gloriosa: aplaudir y corear. No es que no exista espíritu crítico, es que estoy hablando de que no se sabe deslindar lo que es propaganda de lo que es información. Basta con tener un espacio de signos en negro sobre una hoja blanca para darme por satisfecho. Empiezo por la humildad y la reflexión: menos demagogia, menos publicidad, y más acción cultural. Para no volver a la previsible carga de la brigada ligera. Tan lejana, tan cercana.
Fernando Esteso. Paco Martínez Soria. Fernando Alonso. Juanma Bajo Ulloa. Asunción Balaguer. Julio Alejandro. Ana Belén. José Luis Anchelergues. Luis Aragonés. Santiago Aragón. Raúl Aranda. Jorge Asín. Marisol Aznar. José Atarés. Bernardo Artxaga. Adolfo Ayuso. Rafael Azkona. José María Aznar. Javier Bardem. Pilar Bardem. Juan Alberto Belloch. Alberto Belsué. Jacqueline Bisset. Roberto Bodegas. Miguel Bosé. Miguel Ángel Brunet. Antonio Tausiet. Ana Marquesán. Agustín Sánchez Vidal. Guillermo Fatás. Alfredo Bryce Echenique. Pepa Bueno. Pedro Carrasco. Marcelino Iglesias. Santiago Carrillo. Paquito Fernández Ochoa. Hipólito Gómez de las Roces. Almudena Grandes. Sheila Herrero. Chicho Ibáñez Serrador. Félix Zapatero.
¡Uff! Me doy un respiro. Un, dos, tres. Vuelvo a la carga, en la mejor tradición de la brigada ligera lechaguina. O lechuguina. Y quítame allá esas pajas, signifique lo que signifique quitarse allá esas pajas. Ya decía Dionisio Sánchez que Alegre siempre jugaba con ventaja. La avalancha es tumultuosa, como una carga de caballería, en efecto. O como una liberación de energía incontrolada, que no tiene fin. O sea, ahí van más nombres, desocupados lectores. Tan cercanos, tan lejanos.
Concha García Campoy.Víctor Manuel. Severiano Ballesteros. Eduardo Bandrés. Margarita Barbáchano. Dolores Serrat. Carles Sans. Joaquín Sabina. Diego Rodríguez. Gustavo Poyet. Mario Ornat. Mosén Pascual. Mónica Martín. Rosa León. Javier Gurruchaga. Javier Gómez de Pablos. Juan Carlos Garza. Vicente del Bosque. Israel Cortés. Mariano Casanova. Rafael Blasco. Lupercio y Bartolomé Argensola. Vicente Abad. José María Escriche. Agustín Alijarde. Imperio Argentina. Malcolm Barral. José Manuel Blecua. Maite Cacho. Francisco Casavella. Aurora Egido. Manuel Fontenla. Carmen Gascón. Octavio Gómez Milián. Carmen Llera e hijo. Mikel Iturbe. Josefina Lerma. Carmen Magallón. Paco Martín. María Mengual. Celia Orós. María Dolores Pradera. Jorge Rodríguez. José Sacristán. Joan Manuel Serrat. José Antonio Videgaín. Javier Cámara. Fernando Trueba. Y David. Y Jonás. Y Javier.
Veinte años después de ‘Besos robados’, volumen que recopilaba artículos publicados en ‘El Periódico de Aragón’ entre 1991 y 1994, también publicado por la editorial Xordica, ‘Cerca de casa’ es un tributo a algunas de las personas que han sacado lo mejor de Luis Alegre y que ocupan un lugar muy confortable en su verdadera patria. Y vistos a través de la óptica de la admiración y del afecto. Decía Delibes, no obstante, que “con los buenos sentimientos solo se hace mala literatura”. Además, la amistad, como la solidaridad, ha de ser discreta, y privada, y presumir de ella es una grosería cuando encima no se aporta nada. Ningún acto de este tipo es creíble cuando media la propaganda. Como Joe Rigoli (quien, por cierto, no aparece en el listado), yo sigo, más lejano que cercano.
Jack Lemmon. John Lennon. Julio Llamazares. Alejo Lorén. Lola Dueñas. Roberto Bolaño. Miguel Ángel Barrera. Imanol Arias. Pedro Almodóvar. Ramón Acín. Salomón Castiel. Isabel Vigiola. Paco Santamaría. Javier Sádaba. Sara Rodríguez. Joaquín Prat. Eduardo Paz. José Luis Orós. Alberto Muela. César Luis Menotti. Pepe Martín. Raúl Carlos Maicas. Eva Lesmes. Boris Izaguirre. Martin Heidegger. Gómez Urdáñez. Carlos Forcadell. Cristina Delgado. Antonio Cosculluela. Ángeles Caso. José Luis Calvo Carilla. Túa Blesa. María Barranco. Encarna Mihi e hija. Victoria Abril. Vicente Aranda. Gloria Arias. José Luis Alegre Cudós.
Alegre, como su apellido indica, parece un hombre feliz. La idea de la felicidad es muy antigua, está en las religiones y en las filosofías más pretéritas, pero la gente común no empezó a interiorizarla –las personas eran siervas y súbditos afanados en la mera supervivencia- hasta el siglo dieciocho, con la ilustración y la revolución, donde llegó a perfilarse incluso como derecho. Por supuesto, siempre hay derecho a la felicidad. Y derecho a hacer listados, por el amor de dios.
Javier Barreiro. Roberto Bodegas. Amparo Castellote. José Ángel Delgado. Benito Escriche. Pau Gasol. Juan Gano. José Carlos Mainer. Lucien Müller. Matías Prats. Silvio Rodríguez. Vicente Salas. Camilo Sesto. Irene Tudela. Antonio Peiró. Paco Ortiz. Toni Muné. Antón García Abril. Miguel Aguilar. Javier Aguirre. Juan Aguirre. Eva Amaral. Lola Albiac. Ángel Artal. Antonio Artero. Juan Benet. Ingrid Bergman. Luis García Berlanga. Miguel Ángel Berna. Juna José Bigas Luna. Emma Cohen. Iñaki Gabilondo.
Decía Perich (tampoco aparece, ¡oh!) que los verdaderos amigos se pueden contar con los dedos de una oreja. A lo que se ve, este Alegre debe tener infinitas orejas. ¿Dónde celebrará su cumpleaños? ¿Tendrá espacio para tanto regalo? ¿Qué hacer con tanto nombre, cada uno junto al otro, aspirando opacar al de al lado? ¿Qué hacer con tanta barra libre de cien metros lisos? Resulta difícil de manejar semejante tumulto de gente, semejante fardo encima. “El oído”, decía Paul Valéry, “no aguantaría a diez orquestas tocando juntas”. Esto, señores, no es un libro: ¡es el camarote de los hermanos Marx! Tan lejano, tan cercano.
Picos Laguna. Laín Entralgo. Túa Blesa. Antonio Bruned Mompeón. José Luis Calvo Carilla. José Luis Campos. Francisco Javier Millán. Antonio Mingote. María Moliner. Lola Campos. Rafael Campos. José Luis Cano. Ricardo Centellas. Javier Cercas. Pepe Cerdá. Javier Coronas. Genoveva Crespo. Gonzalo de la Figuera. Mary de Lys. Agustín Díaz Yanes. Gabino Diego. Juan Diego. José María Íñigo. Federico Jiménez Losantos. Plácido Díez. Pedro Díez del Corral. Juan Echanove. Fernando Fernán-Gómez. Rafa Nadal. Mónica Naranjo. Francisco Fraguas. Mercedes Gallizo. Manuel Ildefonso Gil. Miguel Indurain. Emilio Lacambra. Pablo Milanés. María Dolores Pradera.
También aparece Fofó. Y Charlot. Y Chejov. Y Goya. Y Kafka. Y Lorca. Y Galdós. Y Nabokov. Y Pasolini. Y Kennedy. Y el maestro Guerrero. Y Raphael. Y Picasso. Y Velázquez. Y Pla. Y Sender. Y Saura. Y Segura. Y Segurola. Y Cecilia. Y Marisol. Y Basilio. Y Balbín. Y Boquerini. Y Doñate. Y Pelé. Y Gento. Y Cáceres. Y Cortizo. Y Santamaría. Y Camacho. Y Petón. Y Santana. Y Aguado. Y Alaska. Y Amancio. Y Arconada. Y Arrúa. Y Boskov. Y Bustamente. Y Mari Trini. Y Marisol. Y Butragueño. Y Canario. Y Lapetra. Y Nayim. Y Pardeza. Y Cani. Y Hermógenes. Y Cedrún. Y Di Stéfano. Y Diarte. Y Figo. Y Fraga. Y Guardiola. Y Violeta. Y Yarza. Y Simón. Y, de propina, Garfunkel.
Suena el móvil, en la pantalla pone “número oculto”, lo cojo de todos modos, digo diga. Al otro lado me responde un agitador cultural aragonés, reconozco su voz, y me comunica, ofendido, que no sale en el libro. Le digo, por decir algo, que a mí qué me cuenta, que se lo diga al editor o se haga una camiseta con el logotipo “Yo no soy amigo de Luis Alegre” y me deje en paz. Cuelgo con irritación, que bastante tengo con el listín telefónico para que se agreguen más. Continúo, por el amor de dios. Más lejos que cerca.
Napoleón. Franco. Agustina de Aragón. Alfonso XIII. Abderramán III. Felipe VI. Juan Carlos I. Fernando el Católico. Miguel Servet. Woody Allen. Carlos Marx. Joaquín Costa. Francis Ford Coppola. Audrey Hepburn. La reina Letizia. Francisco Umbral. Alfonso Guerra. Primo de Rivera. Michael Jackson. Los hermanos Álvarez Quintero. Jacinto Benavente. David Bowie. George Brassens. Nino Bravo. Luis Buñuel. Albert Camus. Truman Capote. Raymond Chandler. Leonard Cohen. Marie y Pierre Curie. Salvador Dalí. Rubén Darío. Segundo de Chomón. Charles Dickens. Leo Messi. Alejandro Dumas. Bob Dylan. Miguel Fleta. Gabriel García Márquez. Uri Geller. Baltasar Gracián. Alfred Hitchcock. Aldous Huxley. James Joyce. Los hermanos Machado. Raquel Meller. Marilyn Monroe. Ramón y Cajal. José Luis Rodríguez Zapatero. San José de Calasanz. Escrivá de Balaguer. Frank Sinatra. Joaquín Sorolla. Mario Vargas Llosa. Julio Verne.
También nombra a sus padres, a sus abuelos, a sus bisabuelos, a sus tatarabuelos, a sus hermanos, a sus cuñados, a sus tíos, a sus primos, a sus sobrinos, a sus primeros amores adolescentes, a los amigos de sus amigos, a los familiares de sus amigos, a los amigos de los familiares de sus amigos, a los violadores del verso, de la narrativa, del teatro, a los títeres y titiriteros, a la parte contratante de la primera parte, y de la segunda, y de la tercera, a los Chiripitifláuticos, a Zipi y Zape, a Mortadelo y Filemón, al pastor de Andorra, a la perra Caracola…
Al parecer, como muchos de sus amigos, conocidos o simples saludados se han quedado fuera por motivos de espacio, Luis Alegre piensa recopilar otro volumen, una suerte de continuación. Por mi parte, querría haber escrito algo más de este libro, pero no estoy por la labor de citar más nombres, que tengo cosas mejor que hacer. Esperaré a la parte contratante de la segunda parte. O tercera.
Yo no sé, al final, si el autor estará más cerca de casa o del ego. Lo que sí tengo claro es que está lejos, muy lejos, de lo que uno entiende por literatura, tal que dice Manuel Rivas que es esta disciplina: un gitano escapando de la guardia civil. Demasiado arroz para tan poco pollo.