Paisajes urbanos de Shanghái (II)


Fotografías: Javier Ventura

   Nuestro gran amigo y colaborador Javier Ventura nos hace entrega de otra  interesantísima colección de fotografías fruto de su último viaje a Shanghái. De nuevo incide en el  paisaje urbano de la ciudad visto a través de sus expertos ojos de viajero y fotógrafo ¡Que lo disfrutéis!
    «Shanghái ha sido siempre la ciudad más diferente de China. Hace un siglo fue repartida en varias “concesiones”: pequeños, pero soberanos, puestos de avanzada para británicos, franceses, japoneses y de otros muchos países. Los policías sij vigilaban, los marineros procedentes de todo el mundo se metieron en líos en el Callejón Sangriento y los comerciantes, financieros y trabajadores portuarios siguieron llegando desde el sur, estableciéndose dentro y alrededor de la ciudad amurallada.

    En 1912 derribaron la muralla de la ciudad, pero se erigió una nueva, de facto, tras la II Guerra Mundial: el gobierno de Mao. El Estado apagó las luces de Shanghái durante décadas, hasta que Pekín decidió aprovechar la oportunidad y resucitarla en los años 90 como centro financiero, una apuesta que la capital china no quería realizar, así que los promotores inmobiliarios y los urbanistas del gobierno le dieron a la ciudad un lavado de cara. La apuesta dio sus frutos. En tres décadas, Shanghái ha pasado de las cartillas de racionamiento a los rascacielos y la ciudad ha tropezado consigo misma recobrando el carácter cosmopolita que había perdido.

 

 Shanghái puede que sea la ciudad más budista del mundo. No por sus templos (que son pocos y a menudo burdamente comerciales) sino por la lección que imparte cada día sobre el vínculo a lo material. En una semana, en un cruce, puede haber cuatro restaurantes. Al siguiente fin de semana ahí hay un parque. Tras años de estar bajo la bota de Pekín, en los años 90 se liberó para hacerse rica y divertirse, y lo ha hecho, y mucho más. Los residentes reclaman siempre lo más novedoso y los empresarios compiten por dárselo. Hoy en día, Shanghái es más un estado mental que un lugar fijo.

    Shanghái tiene la mejor vida nocturna de China, sin bares. Esta es una ciudad de dinero y al dinero le gusta la fiesta. El panorama nocturno está lleno de opciones, desde escondidas tabernas clandestinas con entradas hábilmente simuladas y extensas listas de cócteles hasta ostentosas super discos como Myst and Muse, con caros DJ internacionales que piden cajas, no botellas, de champán. (Algo particular de China es el hecho de que la mayoría de las enormes superdiscos chinas, vibrantes con su música de baile, en realidad tienen pistas de baile del tamaño de un sello de correos. Se lleva más lo de mostrarse con botellas y modelos en las mesas que lo de salir a bailar.) Las cadenas de karaoke, Taipei K Party es actualmente la mejor, se empiezan a llenar justo tras el horario de trabajo y siguen con vidilla hasta tarde, casi hasta la mañana siguiente, temprano, los afters, como el Downtown y el URVC, permanecen abiertos incluso hasta más tarde.

   Pero para los que buscan nuevos sabores, la evolución más interesante en los últimos cinco años se ha producido en lo que se sirve en dichos bares y discotecas, cómo el renacimiento global del cóctel ha inundado la ciudad, inspirando a más de un puñado de bármanes que son fanáticos de su hielo, sus copas y su técnica de agitado de la coctelera. No hace mucho los puristas del vino se horrorizaban viendo a los chinos verter Sprite en sus Burdeos de añada, y la bebida más popular en las discotecas era té verde y Chivas Regal.

   Actualmente es mucho mejor, desde inteligentes adaptaciones de cócteles clásicos hasta bebidas que incorporan ingredientes chinos tales como el licor y el té de ginseng.

   Shanghái es un revoltijo cultural. Hace cien años era una “ciudad china”, rodeada de murallas y llena de estrechas callejuelas. Fuera de las murallas, las tiendas de miles de británicos, americanos, franceses, alemanes y otros colonialistas consiguieron una serie de concesiones y construyeron una réplica de Europa. Pero las fronteras eran permeables y todas las culturas se mezclaron para crear un estilo de arte, comida, vida y pensamiento conocido como Haipai: la “escuela de Shanghái”. Originariamente era un término burlesco utilizado por los recios tradicionalistas de Pekín, Shanghái lo adoptó como una descripción de su espíritu internacional, al tanto de la cultura china y de la cultura moderna occidental, pero sin obligación frente a ninguna de las dos.

    Las huellas de este espíritu oriental-occidental, al que se puso nombre por primera vez en los años 20 del siglo pasado, se pueden encontrar todavía en sus áreas residenciales (una mezcla de casas adosadas europeas y casas con patio chinas), en el dialecto shanghaiano y, especialmente, en su comida. Las abuelas todavía preparan una versión shanghaiana de borsch en sus hogares, traída por los rusos, pero la falta de remolacha hace que sea algo más parecido a una sopa de tomate, o preparan el schnitzel de cerdo (escalope típico de Austria) para cenar. En los últimos años, este espíritu ha empezado a resurgir en restaurantes modernos, de chefs chinos y también de residentes internacionales en la ciudad».

Fuente: https://itinerariesoftaste.sanpellegrino.com/es/taste/shangai

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