Ángel Guinda, poeta / Mariano Berges


Por Mariano Berges
Profesor de Filosofía

   El pasado día 29 de enero murió Ángel Guinda, un enorme poeta y un hombre ontológicamente bueno, sin retóricas ni adjetivos. Este artículo sirve de recuerdo y personal homenaje.

     Es difícil encajar en un artículo la personalidad y la amplia panorámica poética y humana de Ángel Guinda, amigo, hermano y maestro. Para ello voy a usar las notas que preparé para hacer la presentación de un libro suyo, “Poemas para los demás”, editado por Olifante en 2009. Este poemario no es ni mejor ni peor que otros poemarios suyos. En todos se autorretrata y nos habla de todas sus obsesiones. Cualquiera de ellos sirve para trazar una panorámica de su ser y su estar en el mundo.

     Cuando leo a Ángel Guinda me conozco mejor, me siento mejor. Y siempre hago una lectura interesada, porque me interesa y desde mis intereses que sus poemas excitan: Epicuro, Marx (los dos), la Escuela de la Sospecha (Marx-Nietzsche-Freud), Existencialismo, Wittgenstein. Guinda siempre hace una poesía, además de estética, filosófica y moral, principio laico robado por las religiones para domesticarlo y diluirlo, y que él reivindica para su tarea subversiva. Todos dicen que Guinda ha sido un poeta influyente, pero a mí me interesa más como poeta influido, por la realidad social de su tiempo.

     En este texto, “Poemas para los demás”, el subvertidor Guinda usa la subversión como único modo de supervivencia y, siempre solidario, hace para los demás, propuestas de subversión. Su vasta cultura asoma permanentemente en sus versos, en los que, con una profunda humildad alcanza altas cotas de significado. Maneja la ironía como distanciamiento hermenéutico de la realidad. Como casi siempre en sus poemas, habla de la muerte, siempre integrada en la vida. Usa la paradoja y la dialéctica, como explicación de la apariencia externa y de la realidad oculta. Proclama su solidaridad con los vulnerables, siempre y total (el poeta habla por los “sin voz”). Sobre la actualidad, solo el poeta es capaz de entenderla y ponerle nombre. A la manera del gran poeta Valente, también Guinda es el poeta  que pone nombre a las cosas. Toca, cómo no, la religión, las creencias, la iglesia. Recordando a Buñuel, no podemos no tenerlos en cuenta; solo nos queda subvertirlo. Y, cómo no, el poeta nos habla de la vida, siempre vencedora de la muerte, hasta después de la muerte. He visto pocos poetas tan vitales como Guinda. Así, su poesía es su inmortalidad. Y siempre está latente la esperanza. El poeta nunca es derrotado porque nunca se siente derrotado. Siempre sujeto, nunca objeto. Y, cómo no, en este poemario aparece su homenaje a Trasmoz, desde cuya intimidad llega a la trascendencia: “y el sobrio cementerio / que en silencio me espera”.

     Hay un poema que me encanta, “Semillas”, donde, desde su materialismo histórico alcanza la trascendencia terrena, con una magnífica síntesis de escritura y vida: Escribo con palabras / rotundas y sinceras, / con palabras de pan, / de aceite, vino, agua, / de casa, de la calle, / con ideas en bruto, / para que tú me entiendas… /Escribo con semillas. / Sencillamente escribo. / Escribo como vivo. / Escribo como soy.

     No concibe su existencia  sin ser poeta. El poeta reivindica su oficio hasta más allá de la muerte. El poeta es siempre poeta, haga lo que haga: Si me quitan la palabra escribiré con el silencio. / Si me quitan la luz escribiré en tinieblas. / Si pierdo la memoria me inventaré otro olvido. /… Si me quitan la vida escribiré con la muerte.

    Hay un poema “Credo” que, en su brevedad, es una impresionante oración, laica, atea, pero profundamente teológica. Aparecen conceptos como la muerte de Dios, Jesucristo como la negación de Dios y el hombre que se atreve a ser Dios, el cielo como cristalización de lo hecho en la tierra.

   Hasta cuando es escéptico, su firmeza es sólida: Todo lo trae y se lo lleva el tiempo. / La vida es una trampa incorregible. / ¿En qué creer después de haber creído? / Todo lo crea el tiempo y lo destruye. / La muerte es la verdad de haber vivido.

   Finalizo con su poema “A pie de página”, que dice así: El poeta Ángel Guinda / desertó de este mundo. / De espaldas a la muerte / y abrazado a la vida. Definitivo. Adiós, amigo.

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