Por Paco Bailo
“Para Bonnard,
lo más bello que hay en un museo
son las ventanas”
Christian Bobin
El pintor Pierre Bonnard, líder de los Nabis (del hebreo “profetas”) tan preocupados por el color e influidos por Gauguin, se fue retirando cada vez más de París al llegar el siglo XX tras ilustrar un poemario del simbolista Verlaine que fue un fracaso. El paisaje se había convertido en una de sus pasiones, que ampliaría a lo largo de los años veinte alejado de los impresionistas porque Pierre recreaba habitualmente de memoria, solía partir de un pequeño dibujo a lápiz garabateado en diez o quince minutos sobre el terreno, más tarde decidía la escala del cuadro y comenzaba a pintar sin saber que preparaba el terreno para el desarrollo del arte abstracto con esa manera tan subjetiva de expresar las emociones usando el color para trasmitir estados de ánimo o formas de sentir.
Así como los impresionistas intentaba plasmar la luz, la impresión visual, y el momento, sin atender lo que la proyectaba, desinteresados por las formas con identidad, Pierre y los nabis deformarán la realidad de una manera subjetiva en composiciones descentradas con colores planos, cálidos para los fondos y fríos para el primer plano, para provocarnos todo tipo de emociones.
En estas cábalas andaba un servidor hace unos días observando con fruición desde la ventanilla del coche los campos de Castilla camino de Soria, campos que ya pintó exquisitamente y con descarnada realidad Don Antonio en 1912 con su pluma mientras Pierre hacía lo propio pincel en ristre con los de la Provenza.
A pesar del éxito del libro, incluso Unamuno, Azorín y Ortega lo elogiaron en diversas publicaciones, Don Antonio sólo recibió 300 de las 800 pesetas acordadas en el contrato con la editorial y además en agosto fallecería Leonor que había visto crecer los más de setecientos versos del dramático romance “La tierra de Alvargonzález”
Más de un siglo después, salvo por la epidemia de molinos eólicos que los han infectado, los campos mantienen ese color rojo ferrugíneo que Pierre tanto habría disfrutado para mostrarnos el sufrimiento de unas tierras huérfanas de buena gente que no tiene más que el éxodo como invitación al futuro.
Por el espejo de cortesía del copiloto observo a mi nieta de cinco meses, más atenta a su jirafita que a las nieves del Moncayo, mientras intento imaginar los retos que enfrentará dentro de veinte años dado que acaba de comenzar otra guerra, una más, que tiene que ver con el gas e internet y madres llorando, con destruir para luego “solidariamente” donar y rehabilitar, con ilógicas alianzas entre países capitalistas, comunistas, cristianos, judíos e islamistas, con la usura desmedida y viudas llorando, con la llamada nacionalista a comprar banderas confeccionadas en China para los que en breve serán desplazados, refugiadas y objeto de funerales e hijos llorando.
Tras disfrutar de las tan elegantes como sugestivas torres de Tarazona trato de prever las temperaturas que a este paso el verano de 2042 pueda alcanzar, las tormentas, incendios e inundaciones que a este ritmo sigan aumentando mientras la verdinosa belleza del cereal me confunde. Ágreda, Ólvega, Matalebreras me invitan a apostar por los impresionistas o por los nabis, por la impresión o por la realidad deformada, por lo que hay o por lo posible. O por lo imposible.
Los drones Zastava forman parte del armamento ruso y la empresa UAV Navigation de San Sebastián de los Reyes, investigada en 2010 por un posible delito de contrabando de material de defensa, ha suministrado los pilotos automáticos que dan vida a esas máquinas. Entre 2005 y 2018, España autorizó exportaciones de armas a Rusia con un beneficio de más de cinco millones de euros. En octubre de 2019 nuestro Gobierno aprobó la venta de 150 misiles antitanque a Ucrania por valor de 39 millones de dólares, la nota precisaba: «…esta venta contribuirá a la seguridad nacional y la política extranjera de EE.UU. mejorando la seguridad de Ucrania…El sistema Javelin ayudará a Ucrania a reforzar su capacidad de defensa a largo plazo para proteger su soberanía y su integridad territorial con el objetivo de afrontar sus requisitos de defensa nacional»
Mi nieta se ha dormido, quizás sueñe con patatas de Añavieja o violetas por las lindes o con una sonriente jirafa mientras azuzo mi flaca memoria recordando el machadiano romance: “feliz vivió Alvargonzález en el amor de su tierra. Naciéronle tres varones, que en el campo son riqueza, … la codicia de los campos ve tras la muerte la herencia; no goza de lo que tiene por ansia de lo que espera”. Si dos hermanos matan a su padre por unas pobres tierras déjenme dudar de la diplomacia europea que vende armas a ambos contendientes mientras les pide la paz o los castigará sin festival de eurovisión.
Gauguin se estableció en Hiva-Oa, isla de las Marquesas, en 1901 mientras Don Antonio le decía a Rubén Darío y a Juan Ramón que se iba a París, de donde Pierre Bonnard pensaba huir a los campos de la Provenza. En cuanto se despierte mi nieta le diré que hay cuatro aeropuertos en las Marquesas y que para 2042 sólo las islas de Micronesia, Vanuatu, las Seychelles y las Salomon habrán podido desaparecer debido al aumento del nivel del mar.
