Sequía / Eugenio Mateo


Por Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com/                                                                                                                                       

      En los ominosos años de la autarquía, desde el fin de la guerra civil hasta bien entrados los 50, se acostumbraba a echar la culpa de todo lo que acontecía en el país…

…a la pertinaz sequía, y por ser justos, también a la conspiración judeo-masónica internacional. La pertinaz, ˗˗y no se olvide el tono con el que se la proclamaba: énfasis en las tres últimas letras˗˗, cubrió de polvo, traspasando el ámbito de lo climático, cualquier atisbo de inteligencia que no fuera adepta.

     Curiosamente, en España se suceden episodios de sequía cada 10 años de manera sistemática. Yo, confieso que no llevo la cuenta, y, sin embargo, se me han olvidado las sufridas. La de estas semanas, al ser en pleno invierno, tiene algo muy especial: un efecto solar que produce un salto al aire libre, como apurar el tiempo al máximo fuera de casa para zambullirte en el exterior. Así, no quedan mesas en las terrazas, la calle es un crisol que bulle. No parece invierno salvo por algún gorro de lana descreído. Hemos vivido el mes de enero con más horas de sol de los últimos 20 años. Aprovechen, que aún quedan, esto va para largo.

     Hay tantas evidencias de lo que está pasando con el tiempo que haríamos bien en pensar que estos días no son un regalo, son una premonición. Como ya ocurriera en la autarquía, la sequía pareciera que recobra el ánimo de devastar las mentes y conciencias a fin de conseguir una respuesta plana.  Y cuando digo sequía me estoy refiriendo a la apatía, a la abulia, a la resignación, en suma. Tomamos una caña mientras pasa el tranvía, ajenos a los frentes del Este y de Génova; cabalgamos en caballos de chapa sin importar lo caro del galope; leemos por decreto de la mercadotecnia; ¿hay algo mejor que un grupo de WhatsApp?; nos cubrimos la boca por ley con mascarillas importadas.                                                            En cualquier caso, todo tiene consecuencias. La sequía, en visos de pertinaz, las traerá para el medio ambiente, la agricultura y ganadería. No sabría decir en que cuantía afectaría a todo lo demás. Pero, siempre se acaba pagando. La otra, la sequía de ánimo tiene consecuencias en todos los plazos: las inmediatas, por no hacer nada en el presente; las venideras por no prever qué hacer; las futuras por no recordar lo que hacer. Consecuencias, al parecer, no importantes, y es humano imitar al avestruz como es inhumano vivir en una burbuja. La sequía de lo estéril se retroactiva mientras comienza la cuenta atrás, y se hace bueno el refrán: malos vendrán que bueno te harán. En la sequía de nuestra memoria cualquier lluvia vale, tal es la sed, aunque tomemos vermú al mediodía. La otra, la climática, vaciará pantanos y pondrá precio extra al agua. No hay que ponerse catastrófico. Calma.  Grandes multinacionales se hicieron con el control de las aguas minerales. Si un día se les ocurriera poner el agua al precio del güisqui, la humanidad se tambalearía. Como en todo, siempre hay alguien que piensa por los demás y ve las jugadas con perspectiva. Realmente, este país siempre se educó en la escasez del agua y no es nueva la necesidad de ella. También se educó en la escasez de pensamiento y no es nueva la tendencia a no saber administrarlo. De escaseces esta la Historia llena. La mayor parte que se ha escrito fueron penuria y sufrimiento. De escaseces vivimos, aunque no lo sepamos, de prestados, si lo miramos bien. Por eso, gocemos de la sequía invernal, fuera frío y a vivir, que son dos días.     

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