Por Manuel Medrano
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No, yo no me despido. Hago así referencia a un acto, a la vez triste y alegre, en el que participé a finales de junio: el cierre de la Galería de Arte Pilar Ginés.
Pilar clausura este lugar de encuentro y acontecimientos artísticos, con casi 15 años de vida, que ha resistido mucho para los tiempos que corren.
Pero bueno, pasemos a otros asuntos que este lo trataré en el lugar apropiado más extensamente. El primer problema que se me plantea es pensar en un tema que tenga interés durante tres meses, que es el tiempo que estas líneas estarán en la red. En realidad, el primerísimo obstáculo es pensar, con 26 grados a la salida del sol y 43 grados en pleno día, pero como soy arqueólogo, estoy acostumbrado a la abstracción del entorno climático (a estas temperaturas y más, y también a 12 o 13 grados bajo cero) y seguir funcionando (con alguna pequeña alucinación, pero ya es suficiente así).
Voy al tema de reflexión, los últimos 15 años. En ellos hemos visto rápidos cambios en todos los ámbitos. En el político, el surgimiento de dos nuevos partidos políticos, Ciudadanos y Podemos, que han cambiado formas y, en ocasiones, fondos, de moverse en la cosa pública, en la calle y en las instituciones, aunque con altibajos en el caso de Podemos. Ciudadanos está en rápida evolución, sin duda no finalizada, pues con la entrada en gobiernos de distinto nivel seguirán los cambios y adaptaciones, por necesidad. Podemos, con unas confluencias que confluyen cada vez menos y, a su vez, con la aparición del proyecto político de Íñigo Errejón cuya incidencia en los ámbitos de la izquierda a nivel nacional veremos a corto y medio plazo, teniendo diferencias con el podemismo tanto por transversalidad como por capacidad de diálogo, o ese es el planteamiento que me parece ver con más claridad.
En el campo político, pues, seguiremos viendo cambios, los hemos visto incluso en los partidos tradicionales, con un Partido Popular que ha salvado los muebles gracias a un sólido (pero envejecido) aparato y ha superado (al menos por ahora) la crisis de aparcar la línea de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría y tirar por otros derroteros, más próximos a la derecha tradicional española. Y un PSOE que, a nivel nacional, dirige un líder muy peligroso para sus adversarios internos y externos, Pedro Sánchez, con una capacidad de maniobra casi equiparable a la del tristemente fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba. A mí, Pedro Sánchez me recuerda mucho al guerrismo más inteligente, aunque esté enfrentado con él, y puede ser letal menospreciarle.
En cuanto a los “nuevos”, no voy a hacer análisis ahora, pero sí en unos meses. Albert Rivera está en pleno desarrollo de una estrategia a medio y largo plazo, sin duda bien meditada, y Pablo Iglesias está intentando que él y sus amigos sean ministros, cosa que dudo que acabe sucediendo. Y los nacionalismos, pues ahí están, con el catalán en una batalla contra el estado español que paga, en buena medida, el estado español, y el vasco haciendo gala de su conocida capacidad para el negocio político, especialmente el PNV, un histórico partido cuyas raíces llegan también a Navarra (y no ahora, como se visualiza electoralmente, sino hace muchísimo tiempo).
Estos últimos 15 años también fueron los de la crisis económica, más bien bancaria e inmobiliaria, de la que no hemos salido se empeñe quien se empeñe y a la que podríamos volver en un plazo breve, aunque espero que no. Porque hay quien, inconscientemente, cree que eso le daría réditos políticos, lo cual dependería de muchas cosas pero, en todo caso, partiría por la mitad a buen número de españoles.
Y hablando de españoles. Tenemos todavía un paro altísimo, que se ceba especialmente en los ciudadanos sin trabajo desde hace más tiempo, en las mujeres (y si llevan tiempo en paro, aún peor) y en los jóvenes. Las medidas han de ser inmediatas, es una vergüenza que se hable de cuestiones identitarias, o de consideraciones nacionalistas, y no se afronte el desastre terrible que padecen muchas familias, resignadas incluso a la pobreza hasta el final de sus días. Esa tragedia es lo primero, lo demás, después. También incluyo en este conjunto de españoles a los que tienen trabajo, le dedican más horas que un reloj, y no les llega ni para cubrir sus mínimas necesidades. La oleada de subidas de salarios de concejales, diputados, etc., que acabamos de ver, no es muy saludable para una democracia.
Acaba de celebrarse el Día del Orgullo LGTBI, con polémicas a veces completamente interesadas y en otros casos inútiles. Se multiplican los debates sobre cómo terminar con la violencia de género (un asunto al que cada vez se destinan más millones de fondos públicos, sin ningún resultado). A Angela Merkel le han entrado temblores incontrolables en actos públicos, pero no le tembló la mano cuando presionó para que nuestros bancos devolvieran a los alemanes los dineros perdidos en operaciones piratas, causando desahucios, pobreza y suicidios en la población española, y una deuda enorme de España para pagar el festorro bestial de otros.
Hoy no hablo de cultura, esa cosa cada vez peor entendida en España y que otros países, como la pujante Armenia, fomentan como uno de sus factores principales de desarrollo. No, hoy tocan temas más básicos, los ciudadanos, su comida y su techo, su dignidad en el empleo, su consideración como inferiores por parte de quienes les han perjudicado destrozando su futuro (supremacismo económico).
Termino poniendo un ejemplo de hasta qué punto nos faltan al respeto a los españolitos de a pie. Recordaréis cuando, en plena crisis, el gobierno de España insistía que la solución estaba en el emprendimiento. Yo tenía una opinión al respecto, y la contrasté con empresarios y algunos políticos veteranos y avispados, en ocasiones en activo y otras retirados. Para mi horror, me confirmaron mis sospechas: esa llamada al emprendimiento buscaba dos fines. El primero y más importante e inmediato, que aflorara el dinero duramente ahorrado por las familias (los propios emprendedores, sus padres, hermanos) y se pusiese en circulación, con el objetivo fundamental de incrementar el consumo de bienes y servicios, la ocupación de locales, etc. El segundo, y muy secundario, que se crearan nuevas empresas rentables, o puestos de autónomos. El resultado: no circuló tanto dinero ahorrado (la gente no es idiota) pero sí hubo mucha gente, una abrumadora mayoría de los que se arriesgaron, que se estamparon en su proyecto, arruinándose a veces. Luego, mucho después, vino la explicación “oficial”: es que no se puede emprender de cualquier manera, hay que saber esto, lo otro, tener planificado esto, lo otro… Y al perjudicado, pues que se vaya enterando de cómo nos las gastamos por estos pagos.