Por Antonio Tausiet
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El liderazgo mundial
En 2019, los Estados Unidos continúan teniendo la supremacía mundial en cuanto a potencia militar se refiere, tras cederle el testigo el Reino Unido en la primera mitad del siglo XX.
Mientras, un gran número de países están endeudados con China, que sigue creciendo económicamente y se perfila como próximo líder global. Rusia también ha fortalecido su economía y juega un papel importante en el tablero internacional. La India, Brasil y Sudáfrica crecen, mientras Japón, Alemania, Reino Unido y Francia se mantienen entre los más poderosos.
La política exterior estadounidense sigue las pautas del siglo XX. Apoya a sus aliados tradicionales, como el Reino Unido, y mantiene operativa la OTAN, expandiéndola al este de Europa. En América Latina, desestabiliza a los gobiernos de los estados que no le rinden vasallaje, como Venezuela o Nicaragua. En Oriente Medio, justifica todos los actos ilegales de Israel contra los palestinos, demoniza la revolución iraní y apoya a la oposición siria. Sin olvidar que Arabia Saudí es uno de sus más fuertes aliados y financia los grupos ultraderechistas islámicos que pretenden apoderarse de Siria, Libia o Irak.
Desde que Turquía está gobernada por los islamistas (2002), Estados Unidos ha afianzado con ella su tradicional relación de amistad, no sin algunos baches. La llamada primavera árabe (2010-2013), supuesto levantamiento de las masas para pedir democracia en Argelia, Egipto, etc., quedó en evidencia al constatarse que tras el pretendido progreso se escondían las organizaciones religiosas armadas más sanguinarias.
La condición humana
El hecho de pertenecer a un grupo humano cuya seña de identidad predominante sea una religión concreta, un enclave geográfico determinado o una identidad sexual, no predetermina que un individuo sea mejor o peor. Así, por ser musulmán, judío, latinoamericano, gitano, mujer o hermafrodita, tus acciones no se derivan de tu condición, y no son esos rasgos los que te llevan a asesinar, robar o mentir. Los grupos humanos enfrentados se acusan siempre mutuamente de una o varias de esas tres cosas. Cuando se siente la pertenencia al grupo como algo enraizado, se considera que siempre son los otros los malos.
El racismo y sus variantes como el sexismo parecen ser tan humanos como la necesidad de pertenencia, sea a una religión, a una ideología o a un territorio. Estos comportamientos, absurdos desde una perspectiva racional, atañen al cien por cien de la población.
De todo ello se deriva que los orígenes de los conflictos son de otra índole. Se trata de relaciones de poder, siempre. Dominio y vasallaje. Y la capacidad de imposición de un grupo sobre otro se mide en dinero.
Cuando el gobierno de Siria hace frente a una oposición armada, varios factores entran en juego. En primer lugar, sus reservas petrolíferas son escasas, lo que no espolea instantáneamente a Estados Unidos a invadir el país, sino a financiar discretamente a los rebeldes. Por otro lado, Siria tiene a Rusia como aliado. Una situación similar al golpe de estado fascista en Ucrania apoyado por Estados Unidos, contra el gobierno prorruso.
En la guerra civil española, los apoyos internacionales fueron determinantes. Las democracias occidentales dieron la espalda a la República, mientras que la Alemania nazi y la Italia fascista apoyaron a los golpistas. El dinero financió la victoria de Franco.
Se trata de ricos y pobres, de lucha de clases, de modelo de sociedad. La excusa de la democracia sirve para arrasar territorios hostiles y frenar su crecimiento. Cientos de miles de muertos no son obstáculo para ello.
Nicolae Ceaucescu fue el último dirigente comunista de Rumanía. Fue asesinado tras ser acusado de una masacre que no cometió. La economía estatal planificada debería ser la aspiración de todos los países, si los humanos fueran humanistas. Pero no es el caso. La economía privada es una forma de egoísmo social. Los bienes y servicios deberían estar en su totalidad a cargo de la comunidad. En cuanto una actividad se pone en manos de la llamada iniciativa privada, entra en juego el lucro, el dinero. La propiedad privada es un robo a la población.
La división ideológica entre izquierda y derecha está vigente. La primera aboga por el bien común, las libertades, la igualdad y el laicismo; la segunda, por la ley de la selva, el orden divino y el sálvese quien pueda.