Por José Luis Llera Gil
Que España es un modelo a seguir en muchos aspectos todos lo sabemos. Y en el de solidaridad también.
Veamos en primer lugar el de donaciones de órganos que sin duda en estas loables decisiones somos los primeros y casi únicos por las cifras favorables que contabilizamos.
No obstante hay otras muchas más, cuales son las que concedemos a nuestros semejantes, que atraviesan difíciles situaciones económicas, y a los que ayudamos espléndidamente aun cuando muchos de los que lo hacen están en situación de ser también ayudados.
En nuestro país hay constantemente iniciativas a todos los niveles, a las que respondemos desinteresadamente, (bueno es mejor decir, interesadamente) por lo que está en juego es el bienestar de los necesitados.
A mí me da mucha rabia que la mayoría de estas atenciones al necesitado, bien para investigación y tratamientos médicos, cómo para enfermedades raras o graves o necesidades perentorias , sean paliadas por iniciativas privadas de muchos españoles, permitiendo al Gobierno del Estado en primer lugar y a las Autonomías después, cruzarse de brazos ante estas situaciones y librarse de ellas . De este modo cualquiera, pero NO DEBE SER ASI. Los Gobiernos han de correr con todos estos gastos sustituyendo a los ciudadanos de hacerlo y de parecer que son de su única respònsabilidad. ¿ Por qué no protestamos de esta situación y sí lo hacemos cuando se producen ayudas importantes por parte de empresas y particulares como es el caso de Amancio Ortega?.En este caso conozco mucho su historia `por mis contactos con su fallecida primera esposa.
Abundando en mis conocimientos sobre el tema objeto de mis anteriores palabras¡, he seguido también algún tratamiento oncológico hace tiempo y se, a pesar de la gran voluntad de los facultativos, las carencias que soportan ellos y nosotros.
Lamentablemente parece que el mundo va al revés.
Siguiendo con mi idea momentánea de no hacer referencia a temas políticos dejo apartados estos temas y me ocupo de dar mi opinión sobre estos otros, tan simples, como es compartir lo que tenemos, especialmente poco, con aquellos que más lo necesitan.
L os españoles ayudamos a quienes viven lamentablemente con problemas económicos, a través de las ONG´s que atienden a tantas personas necesitadas,a través de la cláusula que para ello figura en la liquidación del IRPF y en cuestaciones, pero debemos buscar otras fórmulas porque, en caso contrario terminaremos empobreciéndonos todos
Hay otros ejemplos de esta ayuda, ciertamente oculta, como es la originada al no permitir a las empresas suministradoras cortar la luz a quienes no pueden pagarla. Es decir si hablamos de pobreza energética vemos que esta solución es una idea magnífica pero no podemos dejar de creer que el importe de todas ellas, asumido por parte de estas empres, lleva consigo subidas de tarifas consentidas a los demás, cuando ellos quieren, y que soportamos quienes podemos pagarlas.
No obstante yo quería en estas líneas referirme a unos hechos que como español siento un especial orgullo. Son los que llevan a cabo lo números de la Cruz Roja en muchos lugares, pero especialmente cuando se produce la llegada de migrantes a nuestras costas. Ponen en evidencia su cariño al prójimo atendiéndoles, orientándoles, ofreciéndoles ropa y alimentos. Estos números de Cruz Roja, son dignos de señalar y destacar y, cuando vemos en TV las imágenes de su actuación, hace que seamos tan felices como los migrantes que las reciben.
Hace más de 60 años, parece que fue ayer, que algunas personas actuábamos de este modo en puestos fronterizos, ayudando a inmigrantes españoles que en busca de una mejor calidad de vida, iban a otros países.
Recuerdo que en una de estas ocasiones, a la llegada de nuestro tren con exquisita puntualidad a Ginebra, después de haber hecho de intérprete ante el inspector del tren en el trayecto, me despedía de un matrimonio extremeño con dos hijos de corta edad, que con sus maletas atadas con cuerdas, su vestimenta demasiado sencilla y mocos de los niños ( me permito decir con afecto y respeto que con aspecto famélico) , un agente de policía a gritos repetía “les spagnols au coin”. Yo protesté por todos nosotros, y me llevaron a un cuarto, donde estuve encerrado bastante tiempo, no sin haberme dicho antes “n´oublie – vous pas que nous sommes polices”. Afortunadamente no pasó de ahí y yo, como en algunas ocasiones anteriores y posteriores sentí una honda satisfacción de ser últil a los demás.
Confío que el amable lector compartirá conmigo este batiburrillo de opiniones lo cual me alegrará. No puedo ocultar la sensación que siempre experimento al recordar mis vivencias en Suiza y en otras países prestando mi ayuda a españoles y de otros países con los mismos problemas.
Finalmente quiero aprovechar también la oportunidad que me ofrece EL POLLO URBANO para desear a todos los lectores, colaboradores y editor unas felices vacaciones,