La inagotable variedad de España / Guillermo Fatás


Por Guillermo Fatás
Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza 

Asesor editorial del Heraldo de Aragón
(Publicado en Heraldo de Aragón)

     Gabriel Rufián, ex aequo con Iglesias, Villalobos y Calvo Poyato, es mi favorito en el certamen de políticos que tienen respuestas para todo y soluciones para nada.


    Asegura que su conmilitón Joan Tardà es «inmenso, en todos los sentidos del término» y que prefiere «el PSOE de Lastra al de Borrell, García Page y Lambán». Como si hubiera dos. No recuerda, en cambio, que su socio en las generales, el camarada Nuet, añora los tiempos en que los alemanes del Este disfrutaban «de un sistema político pluripartidista» que fomentaba el nudismo y reservaba escaños a la juventud encuadrada en asociaciones oficiales. Qué cosas.

    Vox lleva fama de partido fascista. Es una hijuela desgajada del PP por la que sus fundadores estimaron persistente tibieza de Mariano Rajoy frente al separatismo. Abascal es un nacionalista radical, centralista, tradicionalista, belicoso y altisonante; pero no más pugnaz o intolerante que líderes como el fanático Torra o el espantoso Otegi.

En España ha crecido insolentemente el número de partidos nacionalistas. Incluso hay grupúsculos uniformados. La plaga multiforme de los nacionalismos se ampara en la cláusula constitucional que define al Estado español como integrador de «nacionalidades y regiones». Nacionalista es denominación que ya apenas identifica. Abarca taxones canarios, posrracistas del PNV, independentistas plurimorfos de Esquerra -ayer dirigida por el sinuoso Companys y hoy por el pío Junqueras-, al BNG, ya sin diputado en Madrid…

    «El tópico que presenta a España como un país inusualmente variado es del todo cierto y también se manifiesta de forma espectacular en la vida política»

     Los nacionalistas centrífugos son más dominantes que mayoritarios. La abundancia de informaciones inconexas hace olvidar que, sumados los votos de Esquerra, JxCat, PNV, Bildu y todos los demás nacionalistas, independentistas, abertzales, soberanistas y separatistas de poca monta, no suman los 2,6 millones de votos del neonato nacionalismo de Vox.

    Quién rija el Gobierno central, da lo mismo. Con González, Aznar, Zapatero, Rajoy o Sánchez, los grandes especialistas en extracción de jugos a ‘Madrid’ son los hijos de Sabino Arana. Y eso, con un sexto de los votos que tiene Vox. Lo explican la cuenta de Victor d’Hondt, la infatuación de los jefes nacionales y vascos del PSOE y del PP y el arraigo local del partido-iglesia ‘jeltzale’: ya logró que su bandera de facción fuera la de todos los vascos y dejó el ‘Gernikako arbola’ en mero canto tradicional, y no en himno, por la envidia que el teócrata Arana profesaba a su autor, el bohemio José María Iparraguirre. Nadie, ni aun el marrullero Pujol, ha sabido colar a su gente tanta mercancía caducada como alimento apto para el consumo mental.

    Torra, en pleno retroceso, se ha visto a solas con Otegi (Kursaal donostiarra, 15 de noviembre), para sellar alianzas hijas de las que hizo en 2006 Carod en Perpiñán (con los sanguinarios Ternera y Antza). Mientras, la populista más aventajada del país, Ada Colau, domina la técnica pillastre de conservar sillones y muñir presupuestos: «Lo principal no es el PSC ni Esquerra, sino la alcaldía» (jueves, 13). Más claro, agua. Con cuatro años de ejercicio, sabe que Barcelona bien vale una misa, como París para el hugonote Enrique IV. Y, «tras mucho debate interno» (palabrita del Niño Jesús), aceptará los «desagradables» votos de Valls, tres concejales que librarán a Barcelona del autoritario renegado Maragall II. Nada, pues, de ‘pactos de progreso’ si implican perder el cetro de la capital. Ya lo tenía todo decidido (no lo duden ni un instante), cuando ‘consultó’ el día 7 a sus ‘bases’ en un ‘plenario’ y lo ha ratificado ayer mismo en un ‘referéndum’ de los ‘inscritos’. Ya querría jugar así el tándem Carmena-Errejón. Mientras, Iglesias contempla el hábil gambito con silenciosa envidia.

     «Si Rivera, con 57 escaños, no se ofrece a evitar el abrazo de Sánchez y los separatistas, probará que no ha alcanzado la fase adulta de la política nacional»

En cambio, los patosos andan despistados, o sea, fuera de pistas. De la pista que lleva a la meta -el sillón- y de las muchas pistas del circo político. Andrea Levy hace chistes burdos sobre Begoña Villacís cuando no toca. Y Meritxell Budó, portavoz gubernativa del iluminado Torra, que ya exhibió su nesciencia con las cuentas electorales, esta semana, con ineducado gesto autoritario, exigió que, en sus ruedas oficiales de prensa, los periodistas que quieran preguntar en castellano se limiten a repetir preguntas que se hayan formulado, y contestado, previamente en catalán. Tras eso, Torra le ha reiterado su confianza. ¿Cómo llamarlo?

     Iglesias no ceja en su obsesión por un ministerio, así fuera el de Corte y Confección. Sánchez -a falta de ¡53! diputados- le impone ‘cooperar’ sin cartera y lo amansa con solo mentar las elecciones anticipadas, que le serían letales. Que Casado esté peor es un paupérrimo consuelo frente al abrazo envenenado que le ofrecen los separatistas. Y si Rivera no sabe evitar esa jugada con sus 57 diputados es porque no acaba de llegar a la fase adulta de la política nacional.

Dos codas

Una: el alto mando debería explicar por qué ha puesto esta semana nuestro futuro político en manos de los estadistas Lastra y Rufián.

Dos: la noticia más estimulante de la semana es la nueva alcaldía de Pamplona. Navarra es una casilla estratégica del gran tablero. 
Fuente: https://www.heraldo.es/noticias/opinion

 

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