Una densa niebla… / Manuel Medrano

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Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

Como sucedió hace poco más de un mes, una niebla densa y helada, opaca y estremecedora, parece envolvernos. Que si Donald Trump, que si Vladimir Putin, que Merkel y Hollande son nuestros ángeles custodios, que si populistas malos, malos, malos (frente a aristócratas o plutócratas, supongo), etc.

   Para mi, que veo poco pero lo suficiente las noticias, todo esto son distracciones, ruido aturdidor, vendas en los ojos, furrufalla. Que si estos son malos por demasiado ideológicos, y los otros por lo contrario, Patxi López o Susana Díaz o Pedro Sánchez, Íñigo Errejón o Pablo Iglesias, Dolores de Cospedal u otros, en resumen: ¿pero a la inmensa mayoría de los españolitos, en el día a día, qué coño nos importa todo esto?

   Hay que distraer, que se hable de «política» (de tasca), convertida ya en Europa en el espectáculo más caro del mundo. Al menos, seguro, en nuestro país. Servidor, se siente, vuelve a apelar al egoísmo más extremo.

  Puede parecer excesiva mi llamada, pero seguramente ayudará a centrar las cosas. Para empezar es posible que veamos que estamos ante burdas representaciones teatrales que enmascaran unas perspectivas no muy halagüeñas, a las que se añaden la falta de ideas e iniciativas. Y unos tiempos retardadísimos a la hora de abordar lo urgente. No hay capacidad ejecutiva, ni resolutiva. Todo lo que se acomete acaba empantanado, y me refiero a lo importante, no a las chorradas. La Sanidad sigue muy tocada. La Educación, también. La Asistencia Social, avanza cual caracol. ¡No hay dinero! Perdón, para tapar el tremendo agujero bancario, sí. Para continuar con un entramado institucional insostenible, sí. Para los amigos, sí (de esto daré más detalles otro día). Para aquellos que han de generar la niebla envolvente y cegadora, sí.

    Mientras, se buscan enemigos interiores, vecinales o atávicos. Hablan unos de «racismo y xenofobia», otros de inmigración descontrolada, delictiva o parasitaria. Para los que no entran en este tema, está el problema de Cataluña, que es un asunto político que da mucho juego, enfrentando españolismo e independentismo, o sentimientos patrióticos varios y difusos. No digo que todo esto tenga irrelevancia pero, pienso, se trata en muchos medios de comunicación utilizándolo como densa niebla.

   Mirad, como decía un titular periodístico hace unos años: «menos palmadas (en la espalda) y más paga». O en tiempos del antiguo régimen: «más jornal y pronto a casa». Que lo de estos tiempos es intentar quitar de la vista lo obvio, el avance de la neoesclavitud: muchas horas de trabajo, poco sueldo, abusos laborales (y otros), endeudamiento con bancos de carácter pirático, políticos convertidos en déspotas orientales dentro de sus partidos (y con el apoyo de sentencias del Tribunal Constitucional, que para eso nombran a sus miembros) y de las instituciones, total, vuelvo a decir, una democracia degenerativa. Irreal. Inaguantable para un demócrata, sea de creencias representativas o más participativas.

   Falta credibilidad, talento, sentido común y, sobre todo, no se ofrecen resultados palpables. La gestión ejecutiva es lentísima, la legislativa también, y de vez en cuando se cortocircuitan entre sí. La acción judicial, buena o mala, para los recursos de los que le proveen hace lo que puede y más, pero eso no substituye el agujero negro de los otros dos poderes del estado, que tragan muchos dineros pero no producen rentabilidad social proporcional. O no la apreciamos los plebeyos. Será por la niebla estilo «puré de guisantes», sin duda.

   Bueno, hermanos, ya sabéis que no soy un pesimista sistémico o sistemático, pero cuando los debates políticos se centran en quién es más honrado (¿no debían de serlo todos?), más de confianza o más revolucionario, y aquí no cambia nada de nada, no me queda otra opción que fundar mi propio grupo: el Partido del Nirvana, cuyo objetivo es buscar el estado supremo de felicidad plena que alcanza el alma, consistente en la incorporación del individuo a la esencia divina y en la ausencia total de dolor y de deseos. Esa será nuestra meta, que conseguiremos con la práctica constante de la virtud, la caridad, la humildad y la resignación. Si no nos cabrean mucho, claro está, porque hay otros escenarios y futuros alternativos…

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