Zaragoza en primavera / Jorge Álvarez


Por Jorge Álvarez

Yo sabía que no podía irme de este mundo sin conocer esa tierra. Lo intuía. No podía devolver el envase al Creador sin haber pisado las calles por las que transitó Goya. Y, como fanático del cine, el genio de Luis Buñuel. Y la primavera me tenía reservada algunas sorpresas. De las buenas y de las otras.

Zaragoza es más hermosa de lo que imaginaba, entre las primeras. Y que mi amigo, el director de esta publicación Dionisio Sánchez estaba recuperándose de una molesta cirugía, entre las otras.
El mal tiempo, la lluvia, el viento y el frío fueron mis compañeros de ruta en este 2013, no llegó a opacar ni un instante mi visión de lo que es la amistad. Porque sentirse amigo, viviendo en el mismo barrio, tiene un mérito pero sentirse amigo a 11.300 km de distancia sin duda tiene un plus que lo hace único.

Y ése es mi caso. Es una cuestión de «piel» hubiera dicho mi madre ya que a los amigos uno los elige porque los parientes vienen solos, por lazos de sangre. Y a veces estos últimos no tienen la intensidad de la amistad.

En nuestro caso está edificada sobre cimientos sólidos. Ya que con distintas armas buscamos hacer de éste un mundo mejor, más amigable para todos nosotros a través de informar y hacer pensar sobre lo que nos pasa.

Y el mejor vehículo es hacerlo pintando la crisis a través del humor. Porque de esa manera el agobio no es tan terrible. Vayan mis mejores deseos de recuperación para mi amigo y para una sociedad, como la de Zaragoza, que afronta con dignidad la crisis en la que la encorsetó la política. Y los políticos.

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