Indultos / Christian G. Toledo


Por Christian G. Toledo

Últimamente nuestro gobierno, en un alarde de espíritu magnánimo, fruto quizá de la proximidad de las fechas navideñas, se viene prodigando en el arte del indulto bajo formas diversas, manoseando con dudoso gusto el concepto del bien común.

 

Sirvan como ilustración los siguientes ejemplos:

Indulto a posteriori o indulto propiamente dicho:

Dícese de aquel indulto concedido por segunda vez a cuatro mossos d’esquadra condenados por torturar en dependencias policiales a un ciudadano rumano. Se conoce que las secuelas físicas o psicológicas del torturado son en realidad poca cosa frente al supremo deber de mantener la ley y el orden, afirmación que seguramente suscribirían punto por punto algunos ilustres torturadores indultados de cuyo nombre no quiero acordarme.

Indulto previo o indulto por rodillo parlamentario:

Dícese de aquel indulto concedido a un fulano de los Estados Unidos de América mediante Real Decreto o modificación legislativa para saltarse a la torera la normativa urbanística, fiscal, laboral o de salud pública de la Comunidad de Madrid o el Estado Español, con el fin de engordar las arcas del estado mientras se fuma un puro jugando a la ruleta en espacios públicos recalificados.

Indulto moral o autoindulto:

Dícese de aquel indulto aplicado por el Gobierno al incumplimiento de su propio programa electoral, el cual permite pisotear los derechos de los trabajadores o pensionistas mediante la invocación de sagrados valores de convergencia económica, al tiempo que se pronuncian las sabias palabras “lo hago por tu bien” o “más me duele a mí”.

Provistos nuestros dirigentes de armas tan poderosas y tres lagos años por delante, no resultaría descabellado pensar que un día recuperarán la confianza de sus benditos mercados, aunque sea a costa de perder la confianza de los ciudadanos y dejar nuestra sociedad hecha unos zorros.

Artículos relacionados :