Propósitos y deseos para el año y el siglo que viene / León Splí


Por León Splí

En esos espectaculares y atroces lugares que son las plazas de toros propongo que se amplíen sus posibilidades de carnicerías y sugiero unos cuantos eventos, con el convencimiento absoluto de que si, las autoridades oportunas lo aprueban, serán un éxito de público y crítica.


Promocionaremos el turismo y puede ser el esperado y único motor que nos saque de la crisis.

EL NEOCIRCO español ha de estrenarse, echando a la arena a los políticos que, con su decisiones y actuaciones pasadas y actuales, pretenden quitarle el pan y la alegría a sus ciudadanos y siguen sin inmutarse, en sus cómodos sillones intemporalmente, incluso se permiten ponerse medallas y soltar algún discursito, por considerarse auténticos ejemplos morales. Estos señores, que luchen a garrotazos, y el que sobreviva, solo uno, se le permite recalificar su culo, para uso residencial de sodomitas y aficionados.

Unas bonitas piras han de hacerse con los bienintencionados y salvadores del mundo con sueldo fijo a fin de mes que, con sus consejitos y complejitos, pretenden convencernos de que todos los males de este planeta son por culpa nuestra (MEA culpa), de nuestra dejadez y abusos, al gastar mucho más de lo que podemos, y reciclar poco. A estos señores se les embadurna de brea, se les pega fuego, y se les deja correr libremente. El espectáculo, si es nocturno, mejora mucho.

Otro numerito que puede ser conmovedor: se ata por las extremidades, brazos y piernas a cuatro caballos, a esos magníficos ejemplares de simios que creen en algo y pretenden que por las buenas o malas los demás lo crean también. Aquí incluiría a los que compran y venden almas, a cambio de metros cuadrados de cielo o de un plato de arroz.

A los caballos se les pone enfrente unas preciosas yeguas en celo y a correr.

No pueden faltar las actividades interactivas. Propongo que los espectadores lapiden a estos personajes que, por no sé que ideas de progreso y de un extrañísimo asentamiento de la población, destrozan paisajes, destruyen los lugares más bellos, arruinan para siempre rincones mágicos (un amigo mío tiene la teoría que hacen esto porque, cuando se miran al espejo, ven algo tan feo que les hace odiar inevitablemente la belleza). A estos profetas de la fealdad, unos pedruscos en la cara les reconfortará agradablemente.

Para subalternos, monosabios, y recogeboñigas de la plaza, pondremos a esos grupos humanos tan entrañables, como los artistas subvencionados, confortadores de supuestos gestores culturales. A los que les gustan las banderas. A los que creen vivir en el mejor de los mundos. A los que creen vivir en el peor de los mundos. A los que gritan en los bares. A los que tocan el bombo. A los que tocan el tambor. A los que reclaman derechos por el hecho de nacer. A los que no reclaman derechos por el hecho de nacer. A los bicicleteros de acera. A los fabricantes de zurrutes de perro. A todos los que queráis, no hay problema, hay mucho donde elegir.

Y espero que un benévolo rayo fulmine a los que escriben putadas para su prójimo.

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