…Y les llaman «Constructoras»


Por Eduardo Viñuales

Ya no queda nada de la pradera de las moricandias en flor, ya no volverá a oler a tomillo, nadie ha vuelto a escuchar el canto de las calandrias jugando en el aire melodioso de la primavera… y, con toda seguridad, aquel pastor marcharía lejos con su rebaño de ovejas.

Eduardo Viñuales Cobos
Escritor y naturalista de campo
Texto, fotos y dibujo
http://www.asafona.es/blog/?page_id=1036

Aquella imagen que hace unos pocos años puede contemplar de este secano en flor, de una estepa viva y resplandeciente al sur de Zaragoza, ya no se volverá repetir. Entraron las “constructoras”, las excavadoras y máquinas pesadas, se vertió mucho hormigón, enterraron metros y metros de tubos, llegaron tendidos eléctricos, grúas… hombres con casco y chalecos resplandecientes… levantaron de cuajo el terreno… y como consecuencia de tanto “trabajo” hoy allí domina una realidad diferente, desfigurada de lo que fue, urbanizada… realmente horrible para mi mirada y mi recuerdo.

Nada hay ya que hacer. Nadie dijo nada. Y a veces duele este peaje del “progreso”, de ese tipo de desarrollo que destruye paisajes naturales sin consideración, escenarios vividos y sentidos… Ya no queda nada de todo aquello a lo que se le dio un valor por debajo del precio que se le otorgó a su vez a un metro cuadrado de terreno recalificado.

Todo el mundo pensó que allí, en ese solar, en esos eriales, se había “construido”. ¿No será más bien al contrario? Yo no he visto más que destrucción, y no poca, mucha.