El garoé, el árbol sagrado de la isla de El Hierro

Por Eduardo Viñuales

      Es uno de los muchos atractivos naturales de esta isla protegida como Reserva de la Biosfera donde se apuesta por la sostenibilidad y la autosuficiencia

 
Eduardo Viñuales Cobos
Escritor y naturalista de campo
Texto, fotos y dibujo
http://www.asafona.org/default.aspx?info=000320

    La más pequeña, joven, occidental y meridional de las islas del Archipiélago Canario recibe por su situación geográfica el aire frío y húmedo de los vientos alisios procedentes del Anticiclón de las Azores.

  En la isla de El Hierro se genera un sorprendente contraste climático y paisajístico entre los áridos lajiales volcánicos de la parte sur y oeste con los bosques de pino canario o de laurisilva que pintan de color verde rabioso toda la zona alta y central, allá donde se agarran las nubes traídas por los vientos.

   Sin embargo, si uno escudriña a conciencia los 280 kilómetros cuadrados de esta tierra emergida no hallará manantial alguno, ni tan apenas arroyos. El agua es un bien escaso que enseguida se filtra por estos terrenos volcánicos y porosos.

  Pero muchos siglos antes de que los españoles intentaran conquistar El Hierro, los bimbaches -primitivos pobladores procedentes de África- supieron ofrecer una lección de sostenibilidad al obtener en este árido lugar los recursos naturales suficientes para la agricultura, el pastoreo y supervivencia del ser humano.

   Plinio ya hablaba de que en las Islas Afortunadas había árboles de los que manaba agua. Quizás por eso el primer nombre que recibió la isla de El Hierro fue el de “Ombrión”, que significa “agua llovediza”. Se cuenta que los bimbaches escondían un árbol sagrado, “el Garoé”, un til o “tilo” (Ocotea foetens) de 15 metros de altura y 5 m de grosor cuya virtud era la de atrapar las nubes a su alrededor y de exprimirles el agua que portaban. Los aborígenes herreños construyeron en las inmediaciones toda una serie de aljibes o albercas labradas en la roca para poder almacenar el agua: hasta 10.000 litros al día, cantidad que era suficiente para abastecer a los mil habitantes de la isla y su ganado. Hoy todavía se pueden contemplar los antiguos aljibes, pero el viejo árbol ya no existe pues un huracán lo destruyó en el siglo XVII. Pero en su lugar ahora hay un nuevo Garoé, otro til que desde el año 1949 cumple la misma función destiladora de agua que su anciano predecesor.

  El til es un árbol de la laurisilva, como el brezo, el palo blanco o el laurel. Estos bosques esponja, que por sus nieblas y verdor recuerdan a los del norte peninsular más húmedo, son en verdad una reliquia viva de la Era Terciaria. Aquí el misterio del agua atrapada tiene un razonamiento científico, el llamado “fenómeno de la lluvia horizontal”: los árboles generan lluvia interceptando las gotitas de la niebla que se condensa y pasa a través de sus copas y que una vez cargadas de humedad gotean y empapan el suelo, recargando los acuíferos. No ha llovido, pero el resultado final llega a ser el mismo.

   Hoy El Hierro, tan de actualidad por la erupción submarina, es también una referencia medioambiental. Para muchos es la isla del Garoé, para otros es la tierra donde vive un lagarto gigante en peligro de extinción, hay quien la identifica con las ancianas sabinas convertidas en monumento vivo al efecto del viento… pero son muchos quienes ya la reconocen como la primera isla ecológica de Europa que camina hacia la sostenibilidad y la autosuficiencia.

Una isla sostenible

    Desde que en el año 2000 toda la isla de El Hierro fuera declarada Reserva de la Biosfera por parte de la UNESCO, sus habitantes trabajan en ser la primera isla ecológica de Europa. Quizás siguiendo la herencia autosuficiente de los bimbaches, en los últimos nueve años los herreños han ido aplicado nuevas actuaciones en materia de residuos, agua, agricultura, ganadería, turismo y energía. Pero el gran reto de esta porción de las Canarias es el autoabastecimiento energético previsto mediante una apuesta decida por las energías renovables. Para ello se prevé la construcción de una gran central hidro-eólica que aproveche los vientos de la vertiente noreste de la isla y bombee el agua del mar a las zonas altas.