Por Don Quiterio
José Azul (Burbáguena, Teruel, 1967) es un escultor que realiza figuras inspiradas en el mundo de la naturaleza y las fabrica, las elabora, combinando hierro reciclado con otros materiales como la piedra.
Un mundo de peces, pájaros, insectos o elementos decorativos con jirones u ornamentos relacionados con el entorno natural. Trabaja en su taller de su pueblo natal y hasta ahí ha ido el realizador aragonés Jorge Nebra para realizar el cortometraje “Ballenas” (2013), un tránsito por la siempre complicada frontera entre el arte y la vida, en el que vemos al artista en plena faena, en una suerte de videoclip (Nebra, en 2011, dirige “I promiste”, para el grupo DAB) con música incorporada de Carmina Burana o secuencias aceleradas en un guiño al Kubrick de “La naranja mecánica”. El trabajo, atractivo, de variadas sugerencias, dura apenas dos minutos (se trata, al parecer, de un boceto de un audiovisual de mayor recorrido) y sirve, en principio, como complemento a las posibles exposiciones del artista turolense.
A través de su trayectoria, José Azul ha transformado en Bilbao un viejo coche en la escultura de un pájaro sobre patín, ejecuta en la pedanía de Lechago una flor azul en homenaje al escritor muerto Félix Romeo Pescador, también un corazón en Calamocha, unas tapas minimalistas en la taberna Entalto, una llamada de atención a los muertitos del Yucatán en el escaparate de Quiteria Martín, una ballena (de ahí el título) en su localidad de nacimiento o una cincuentena de piezas en la sala de exposiciones del colegio de arquitectos. Y se sirve para su ejecución de una fragua, un yunque, soldadoras de electrodos, de hilo, radiales…
Y es que Azul, desde el aspecto metálico, misterioso y simbólico, marca un límite indiscernible de alambres y chapas. Esto lo sabe muy bien Jorge Nebra y envuelve su aventura fílmica en una atmósfera onírica, lindante a lo místico, para ofrecernos un viaje de ida y vuelta a un lugar cuyo destino final es el rincón del trabajo, de la creación.