Por Javier Úbeda Ibáñez
Las piedras existen, pero no viven (no tienen vida en sí mismas). Las plantas existen y viven. Los animales existen y viven.
De igual manera, el hombre existe y vive. Se establece por tanto el primer grado o escalón de la existencia. La diferencia entre la existencia y la vida.
Bien podemos decir que la diferencia entre la existencia y la vida es el movimiento.
Este movimiento lo podemos resumir diciendo que un organismo tiene vida, es decir, que está en movimiento porque tiene la capacidad en sí mismo de nutrirse, desarrollarse y reproducirse.
El hombre no solo posee la vida vegetativa, es decir, que se nutre, se desarrolla y se reproduce. No solo lleva a cabo esas funciones guiado por un conocimiento sensible, es decir, se nutre porque se guía por su instinto que le dice que debe alimentarse para comer y además posee la capacidad de escoger los tipos de alimentos de los cuales podrá nutrirse. Además, lleva a cabo esas funciones de nutrición, desarrollo y reproducción no solo mediante un conocimiento sensible, sino también por un conocimiento intelectual. Sabe que puede nutrirse y conoce el fin por el cual debe nutrirse. Los animales no poseen este conocimiento intelectivo. Saben que deben nutrirse porque se les dice su instinto de sobrevivencia y este mismo instinto de sobrevivencia les dirá cómo saciarlo. Pero no podrá nunca entender el sentido último que tiene el nutrirse, o el desarrollarse o el reproducirse.
En cambio, en el hombre, porque posee el conocimiento intelectivo de las cosas, conoce el sentido de las cosas. Mediante sus facultades psíquicas superiores como son la inteligencia, la voluntad y la afectividad, puede conocer el fin del movimiento que tiene, es decir, el fin del porqué se nutre, porqué se desarrolla y porqué se reproduce.
Un fenómeno apasionante. Como vida vegetativa el hombre posee las funciones de reproducción, crecimiento y nutrición. Como vida sensitiva, posee la locomoción, los apetitos y los sentidos. Pero como vida intelectiva tiene las facultades de la voluntad y la inteligencia. Por la inteligencia es capaz de entender el porqué de las cosas. Un discurso más amplio nos permitiría darnos cuenta de la forma en que el hombre conoce. Bástenos afirmar tan solo que mediante la capacidad de la inteligencia el hombre puede penetrar el sentido interno de todas las cosas y así descubrir la esencia de las mismas y el porqué de los distintos mecanismos que giran en torno a la vida.
De esta manera el hombre se distingue de las plantas y de los animales porque mediante su inteligencia puede descubrir el sentido de las funciones de nutrición, desarrollo y reproducción. No las sigue automáticamente como las plantas o los animales que no pueden renunciar a los sentidos, a los apetitos o a los instintos. El hombre al conocer el porqué de esas funciones, los entiende y los razona y puede vivirlos no ya tan solo en forma automática, como las plantas o los animales, sino que, al encontrar el sentido de ellos, los vive más plenamente.
El hombre al dar un porqué a las funciones vitales, da un sentido a la vida y puede vivir la vida y no solo ser vivido por la vida. Y más asombroso todavía, puede dar un rumbo a esa vida, ya que posee una cualidad que lo hará notoriamente distinto de los otros dos niveles de vida, que es la voluntad.
Una vez que el hombre ha entendido el sentido de la vida, es decir, el sentido de sus funciones primarias como es la nutrición, el desarrollo y la reproducción, el hombre está en capacidad de darle un sentido a esa vida, es decir, de dirigir su vida por el binario de la vida como mejor le convenga. Esto es posible porque posee la capacidad de la voluntad. «La voluntad es la facultad de tender hacia un bien conocido por la inteligencia. Con la inteligencia el hombre conoce, con la voluntad ejecuta. Así no es espectador, sino actor». De esta manera llegamos al nivel más alto de la existencia. La capacidad de elegir. Por la inteligencia el hombre conoce lo que tiene que hacer para vivir, por su voluntad puede darle un sentido a esta existencia. Y por la libertad puede elegir entre muchas alternativas para vivir la vida.
Las plantas y los animales, al no tener esta capacidad de elección, deben por fuerza vivir la vida como les viene impuesta por la naturaleza, es decir por los sentidos, los instintos y los apetitos. El hombre, porque tiene la capacidad de conocer se da cuenta de lo que más le conviene para vivir una vida buena, una vida acorde a su condición de hombre. Por la voluntad puede elegir entre las distintas formas de vivir la vida y por su libertad puede ejecutar y llevar a cabo la elección que ha hecho previamente en su voluntad.