Por Manuel Medrano
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Veo la programación de las Fiestas del Pilar y no me acaban de encajar algunas cosas.
Es sorprendente que se encojan hasta el raquitismo, o desaparezcan, las celebraciones históricas como la Ofrenda de Flores o el Rosario de Cristal, entre otras, mientras proliferan ofertas de ocio pachanguero, de esas con mucho capital detrás. Tampoco entiendo esa ferocidad contra las Peñas de esta ciudad, lo digo completamente en serio. Al final, serán “Festorros del Pilar” sin tradición ni sabor popular, pero se habrá dejado el consumo multitudinario de juerga canalizado hacia cuatro cajas registradoras. Y poco más. De lo sanitario, ni hablo, ha dado igual en realidad.
Pero tampoco andamos mal de pendejadas. Si vengo pensando, y diciendo públicamente, que se está ahogando el fomento de la creatividad a base de utilizar, incluso manipular zafiamente, el legado de Goya empleándolo como si fuera napalm contra la producción y las iniciativas artísticas ciudadanas independientes, ahí tienen como ejemplo los monigotes pintados de Goya por las calles. Una tontada que hubiera sido mucho más digna y útil si se tratase de que los hubieran decorado niños o adolescentes en lugar de encomendar a artistas su pintarrajeado, pero las cosas son así, se trata de crear un perfil cultural muy bajito, o embrutecido.
Si la trayectoria forzada, el proyecto de ahormamiento, el deseo de dejar impronta “cultural” indeleble desde el Ayuntamiento de Zaragoza, va por ahí, que lo parece, menudo esperpento.
Sé lo que pasa en el Consistorio de Zaragoza, los acuerdos fácticos de gobierno, tú ahí y con financiación, yo aquí y no nos metamos el uno en el terreno del otro; pues bien, en el ámbito de la taifa municipal que yo trato aquí, todo se resume en festorros y pendejadas, y a ver venir las elecciones en año y medio. ¡Qué triste!