La Arcadia Feliz / Manuel Medrano


Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

   Titulo así porque de esto va el artículo, de reflexionar acerca del mito occidental de un tiempo de armonía y paz, de un lugar de equilibrio y reconocimiento de sí mismo, una edad de oro cuya imagen final alumbró el poeta romano Virgilio y que fue madurada en el Renacimiento y después.

   Es lo que buscamos casi todos, volver a esa Arcadia que, por otra parte, nunca existió pero que es un fin como ideal y utopía. Ahora bien, estamos lejos. Miremos, por ejemplo, a nuestro país, España. Demasiados españoles en paro queriendo trabajar. Demasiados españoles trabajando muchas horas por sueldos de miseria. Poca armonización entre los intereses de los distintos sectores laborales. Un estado del bienestar que está en el filo de la navaja, que amenaza problemas para pagar las pensiones de los jubilados pero que despilfarra en chiringuitos peseudosociales, donde te quieren hacer comulgar con ruedas de molino argumentando que hay que inyectar dinero a mansalva en un asunto porque lo piden 200 asociaciones, sin explicar que solo media docena de personas pueden dar de alta esas asociaciones que representan… eso, el interés de media docena.

   El problema no es que estemos lejos de la Arcadia Feliz, es que nos alejamos de donde estábamos. Hacia atrás. No hemos llegado al punto de no retorno, pero todo puede ser. En España, la existencia de un número insoportable de instituciones públicas (diputaciones provinciales, un Senado que no sirve para nada, comarcas –como en Aragón-, etc.) ha multiplicado los cargos públicos con salario y dietas hasta niveles nunca vistos en país occidental alguno. La proliferación de chiringuitos (lo son demasiadas ONG, asociaciones de finalidad pseudosocial, plataformas megasubvencionadas, etc.) resulta insufrible, pero constituye el “modus vivendi” de mucha gente que, desde algunos partidos políticos, se apoya como forma de colocación de los fieles cuando no se ocupan gobiernos y poderes y no hay puestos para repartir entre ellos.

   Tampoco colabora para avanzar hacia la Arcadia Feliz la incertidumbre acerca del futuro próximo. Por una parte, se habla de la necesidad de la inmigración para aumentar las cotizaciones y pagar las jubilaciones. Por otra, sigue el paro demasiado alto entre quienes son de aquí. Finalmente, se habla bajo, pero se habla, de la pérdida de puestos de trabajo que generará a corto y medio plazo la robotización en la producción industrial, inteligencia artificial incluida. Con lo cual no queda claro, en absoluto, qué mano de obra (o cerebros formados) necesitamos que venga y colabore a la prosperidad española, y si eso que necesitamos es lo que estamos dejando que resida en España.

   Los llamados “nacionalismos”, que venden su propia Arcadia Feliz, son el cáncer final para que desaparezca toda posibilidad de avanzar hacia ella. Movimientos egoístas, bien engrasados económicamente y muchas veces apoyados por estados extranjeros que jamás los consentirían en su interior, derrochan recursos y abusan de la inteligencia emocional hasta producir aberraciones e inseguridad total, jurídica, empresarial, laboral, etc. Eso sí, mientras tanto saquean fondos del país que los soporta, con chantajes. Pero colaborar, no colaboran para nada en nada, salvo para garantizar el buen vivir improductivo de unos cuantos miles que se dedican a la venta de ese producto falso.

   Y en Europa… ¡bien, gracias! Se aguanta como se puede. Mientras se reconoce por casi todos los países la necesidad de progresar cuanto antes hacia una mayor unidad política y social, y fortalecer el euro, los nacionalismos de estado torpedean el proceso y ponen pegas aunque, eso sí, reciben los fondos de la casa común con presteza y alegría. Europa es un sueño muy antiguo, pero debe dejar de ser un sueño porque en caso contrario entraremos en bucle, en una especie de coma. Sin perder de vista que otras naciones fuera de la casa común europea pueden tener mucho interés en que o nos disgreguemos o nos debilitemos con rencillas inútiles.

   Yo no quiero renunciar a luchar por la Arcadia Feliz, en Zaragoza, en Aragón, en España y en Europa. Pero de verdad que hay quien lo pone muy difícil, demasiados. Y es posible que se necesite adoptar posiciones y tomar medidas de forma urgente, siguiendo la forma de obrar que indicó el retórico y pedagogo hispanorromano Marco Fabio Quintiliano: “Suaviter in modo, fortiter in re” (Suave en las formas, firme en el fondo).

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