Somarda no cabe en el diccionario / Guillermo Fatás

 


Por Guillermo Fatás
Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza 
Asesor editorial del Heraldo de Aragón

(Publicado en Heraldo de Aragón)

    El Diccionario de la Legua Española (DLE) es responsabilidad principal de la Real Academia Española (RAE), compartida con veintidós  entidades más en cuatro continentes.

    Es el repertorio más autorizado de nuestra lengua. Nos da conciencia de que el español es un gran receptáculo universal que se ha nutrido del vascuence (izquierda, por ejemplo), del catalán (esquirol, panoli) o del gallego (morriña). El hablante normal no sabe que escopeta, comparsa, balón y coronel (que viene de columna, no de corona) son voces italianas; silueta y mamá (con acento agudo), francesas; guerra y guardia, germanas; mamarracho y química, árabes; amén, hebrea; cosmonauta, rusa; almeja, mermelada y caramelo, portuguesas; y asiáticas (finougrias, indias , chinas o japonesas) son tundra, avatar, mandarín y gong, entre otras. Los términos griegos llenan nuestra lengua culta (¿qué haríamos sin ellos?) y son muchas las palabras inglesas, venidas sobre todo de EE.UU (blog y web ya están aceptados).

     Estamos habituados a la fértil asimilación y nadie se quejará por encontrar en el  Diccionario voces como candelejón, pingullo, aguapé, fariñera, navajo, palasan o popote, oriundos del aymara, el guaraní, el tagalo, el náhualt, el tegua y otras muchas lenguas inmersas en la vasta humanidad que acabó por entenderse en español. El porcentaje de hispanos que las usa es bajo, pero se entiende que deben recogerse si hermanos de lengua de otros países las creen necesarias para su particular forma de hablar la lengua común.

    La RAE es más reticente, empero, con ciertos modismos del español de Aragón, a menudo compartidos con La Rioja y Navarra. La última propuesta de inclusión es de M. Luisa Arnal, avezada lingüista de nuestra universidad. (Su texto está en la web de la Institución ‘Fernando el Católico’, Archivo de Filología Aragonesa, 73).

    Entre otras palabras que debieran figurar en el DEL consigna cadiera, esbafar[se ] (irse el gas, la fuerza); ¿si será una onomatopeya del soplido, que es a lo que suenan bofe y bufar?), chandrío, capazo (conversación larga e inesperada; absurdamente, sí aparece en el DEL capacear), charrada (charla amistosa; está charrar pero con otro matiz), chipiarse (‘calarse’) y chito (brote vegetal).

    No se encuentra tampoco escoscado (muy aseado), pero, paradójicamente , sí escoscar (quitar la cáscara). También falta la expresiva acepción aragonesa de la voz tardano, alusiva al hijo menor que se lleva bastantes años con el penúltimo: el Diccionario remite a tardío, en cuya entrada ninguna de las seis acepciones tiene el significado específico que posee en Aragón.

    Hay tres más sin sinónimo. La ganchada o porción de comida que se coge de una vez con el tenedor y no conozco otra forma de llamarla. Encorrer, una creación talentosa y sin palabra sustituta: ir corriendo tras alguien para cogerlo ( y no quiero decir pillarlo: en el español de España coger significa lo que significa). También es voz inteligente y económica la ausente quemazo; que no equivale exactamente ni a quemadura ni a quemazón. El Diccionario se lo pierde.

     Jasco y somarda no caben

    Mi madre heredó de la suya el uso de jasco, para calificar las viandas difíciles de masticar y tragar, porque estaban secas cuando no debían estarlo para su correcta ingesta. Puede comprobarse entre nosotros que sigue viva la palabra, que Aragón ha aportado al omnipresente mundo de la culinaria y la gastronomía, que abunda en aciertos, pero asimismo incurre en abusos y tonterías léxicas.

     De especial valor y particular dificultad es somarda. Merecería los honores de un nicho en el DEL. Por vías distintas e inconexas, Ortiz Osés y yo hemos imaginado su posible origen italiano, pues Somardino era un personaje cómico de las comedias de polichinela. Puede –añado- que Somardino derive de ‘somaro’, el borrico de carga, protagonista a menudo de cuentecillos graciosos. A veces, somarda vale por persona que finge ser torpe, pero que es reservona, taimada y disimula su intención de obrar según le conviene. El ‘humor somarda’ alude, más bien, a quien luce espíritu socarrón y con retranca, o sea, intención oculta, a menudo para mofarse de alguien y hacer ver algo, pero como sin querer.

    Esta clase de voces del español de Aragón no debe confundirse ni con las de nuestras hablas norteñas ni, mucho menos, con las baturradas que algunos utilizan para aparentar más ‘raza’ y sueltan ‘icir’ por decir o ‘paice’ por parece, meras deformaciones coloquiales de un habla iletrada. Incluirlas sería más enlodar el Diccionario que enriquecerlo. En cambio, acoger algunas como estas que ha espigado la profesora Arnal añadiría posibilidades de vida y de conservación a palabras útiles e ingeniosas acuñadas en Aragón en el seno de la lengua común y para su mayor riqueza.

     Personalmente, no entiendo que quepa ñapindá y que somarda y encorrer no tengan sitio. Con todo respeto para el ñapindá.

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