Teoría de juegos y democracia de partidos / José Luis Bermejo

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Por José Luis Bermejo Latre
Profesor de Derecho Administrativo. Universidad de Zaragoza

   Si acudimos a la Wikipedia, aprendemos que la teoría de juegos es esa rama de la economía que, con ayuda de unas matemáticas bastante sofisticadas, estudia la toma de decisiones basada no tanto en la motivación propia como en la conducta de los terceros.

    La teoría de juegos se emplea para explicar y modelar muchas decisiones económicas y de empresa, geopolíticas y militares. Al parecer, es una ciencia muy útil para la definición de estrategias y comportamientos en general, de modo que no sería extraño su uso en un entorno de política doméstica (nacional, española). Probablemente, a ella recurren o han recurrido los partidos políticos en sus análisis, y en ella se encuentren algunas respuestas a la actual situación de nuestra adolescente democracia.

    Siempre según la Wikipedia, existen distintos tipos de juegos, agrupables en varias categorías no excluyentes entre sí:

1. Son simétricos aquellos juegos en los que las recompensas por adoptar una estrategia dependen sólo de las estrategias usadas por los rivales, y nunca de las propias (el juego de los conductores suicidas, el dilema del prisionero, la caza del ciervo), y asimétricos aquellos donde no hay estrategias idénticas para ambos contendientes (el juego del ultimátum).

2. Son de suma cero aquellos juegos en los que se gana exactamente la cantidad que pierde el oponente (ajedrez, póker y juego del OSO); y de suma distinta de cero (la mayoría en los negocios y la política) aquellos donde la ganancia de un jugador no necesariamente se corresponde con la pérdida de otro.

3. Son simultáneos aquellos en los que los oponentes deciden al mismo tiempo que sus rivales, o desconociendo las opciones anteriores de éstos (piedra, papel o tijera), y secuenciales o dinámicos si se tiene algún conocimiento de las acciones previas de los oponentes. Como particularidad de estos últimos se hallan los juegos de información perfecta, donde todos los jugadores conocen los movimientos previos de los demás (ajedrez, damas, juego del ultimátum), aunque la mayoría de los juegos son de información imperfecta.

4. Son juegos cooperativos los que encaminan a un pacto, y competitivos los que resultan en la victoria de unos agentes sobre otros.

    Uno de los conceptos más destacados en esta teoría es el famoso “equilibrio de Nash”, una solución exitosa para los juegos de competencia imperfecta. Este equilibrio es la situación que se da cuando todos los jugadores han adoptado conscientemente una estrategia que maximiza sus ganancias a la vista de las estrategias de los rivales, de tal modo que ninguno cuenta ya con incentivos para modificar individualmente su conducta. El “equilibrio de Nash” no equivale al mejor resultado conjunto para los participantes, sino el mejor resultado para cada uno de ellos considerados individualmente a pesar de que todos podrían obtener un resultado mejor en caso de acción coordinada. En términos económicos, el “equilibrio de Nash” describe la situación de varias empresas competidoras en un mismo mercado y que pretenden maximizar su ganancia, tomando decisiones que les llevan a desplazar a sus rivales pero sin destruir su posición.

   Aplicar la teoría de juegos a la democracia de partidos española pasa primero por seleccionar alguno de sus diversos procesos: el sistema de financiación de los partidos, el establecimiento de alianzas con los medios de comunicación y las “fuerzas vivas”, la fijación de posiciones ideológicas, el momento electoral en todas sus dimensiones (redacción del programa, selección de candidatos, gestión de la campaña, etc.) y, cómo no, la llevanza de las relaciones parlamentarias y extraparlamentarias con los oponentes, entre otras muchas. Hecho esto, se trata de plantear los procesos como juegos, caracterizándolos según las categorías arriba descritas y definiendo el papel de los agentes y las variables en liza. A partir de entonces, hay que analizar –matemáticamente- los comportamientos posibles y extraer las conclusiones.

    No tengo la capacidad ni la formación suficiente para acometer una tarea de esta magnitud. Incluso me parece pretencioso dudar de si alguien del mundo académico o de la opinión lo ha hecho antes. Sólo tengo la certeza, tras haberme planteado esta intuición y esbozado estas líneas, de que un tal Ángel Fernández publicó en marzo de 2011 un interesantísimo artículo en la web del liberal “Instituto Juan de Mariana” titulado “Teoría de juegos y deterioro institucional”, que abona la posibilidad de contemplar el sistema de partidos español con las herramientas de la teoría de juegos.

   También me atrevo a conjeturar que la democracia de partidos es, en la España actual, un juego poco asimétrico, de suma poco distinta de cero, secuencial y de información casi perfecta, aparentemente competitivo pero realmente cooperativo, en el que no es raro ni difícil alcanzar el “equilibrio de Nash” y en el que una minoría mínima mueve y una gran mayoría mira, comenta… y hasta aplaude las jugadas.

 

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