Un tumor en la gestión cultural / Manuel Medrano Marqués

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Por Manuel Medrano Marqués

    Me decía una alumna recientemente que, una amiga suya inglesa, había venido a trabajar a Zaragoza y que le había dado la impresión de que, aquí, el movimiento cultural no era muy elevado. Desde luego, al menos, no en volumen.

    Le indiqué a mi alumna dónde informarse, sobre todo de lo que a ella y su amiga más les interesaba, Artes Plásticas y Música, pero después esta breve conversación me llevó a dos reflexiones.

    PRIMERA: ¿por qué razón no le llegaba fácilmente la información? Yo creo que porque la mayoría de las actividades y los eventos son organizados por personas o entidades privadas y, si no tienen fuerte respaldo económico o buenos conocidos, que se despidan de su anuncio en los medios de comunicación habituales, públicos o privados.

    En este sentido, se produce una paradoja fatal. Cuando se quiere promocionar la iniciativa privada en la Cultura, resulta que es el dinero público uno de sus principales enemigos. Así, las inauguraciones o eventos de las instituciones públicas (autonómicas, locales u otras, y no digamos las nacionales) reciben eco, espacios y atención de la prensa escrita, radiada y audiovisual. El motivo es sencillo: manejan fuertes presupuestos, públicos claro está, que incluyen la posibilidad de publicidad de pago, sea sobre temas culturales o sobre sus actividades administrativas o ejecutivas de cualquier tipo. Y todo ello repercute en más visibilidad y reflejo mediático.

    De modo que, quienes son agraciados por una institución con la concesión del protagonismo en una exposición, concierto o lo que sea, a veces de forma harto opaca y con costes elevados que pagamos todos, son los más publicitados y, en consecuencia, ganan peso curricular, prestigio y ventas o ingresos económicos particulares. En algunos casos, parte de esos costes se adjudican (muchas veces innecesariamente) a gestores externos, que son también “afortunados”.

    SEGUNDA reflexión: ¡Consuma productos aragoneses! ¡Zaragoza ciudad de compras! ¡Invirtamos en Aragón! Pero luego, eso se aplica sólo en poquísimas ocasiones, y aún menos de forma digna, al personal autóctono que produce cultura. Y todavía menos a quienes producen Cultura, con mayúsculas, que es más cara.

    Eso sí, nos traen maravillas foráneas que, con demasiada frecuencia, no lo son. O exposiciones de arte de autores o colecciones de países exóticos que, resulta, ya habíamos visto aquí de la mano de iniciativas privadas, y mucho antes y gratis. Pero éstas, no llegaron a los medios.

    En resumen: si apoyamos al jamón de Teruel, la secallona oscense, los vinos de estas tierras y la actividad empresarial autóctona que produce electrodomésticos o lo que sea, sigámoslo haciendo y aún más y mejor.

    Pero evitemos que el sector generador de bienes y servicios culturales tenga que luchar por sobrevivir y prosperar sólo con su propio dinero (no como otros), y a la vez pugnar duramente contra las iniciativas públicas que se generan también con su propio dinero, con sus impuestos.

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