Todos a la cárcel / Carlos Calvo


Por Carlos Calvo

Nadie entiende nada, todos contestan porque no saben y los que saben un poco no admiten preguntas. Se ha instalado una dictadura informativa, una suerte de comandos secretos que se dedican a empozoñar todas las aguas de la comunicación para que los medios sean subcarpetas del departamento de sugestión global. Solo se permite opinar en una única dirección, informar con las migajas de las mentiras precocinadas, contribuir al caos, omitir, silenciar y hablar solamente cuando el poder te meta el dedo en el culo para que regurgites todas sus obviedades como si fueran mandamientos.

¿Debería volver a las salas de exhibición la película de 1993 dirigida por Berlanga y escrita por Azcona “Todos a la cárcel”? ¿Si vivieran estos autores se plantearían una segunda parte titulada “Todos corruptos”? ¿Qué piensan al respecto los “locales” Juan José Vázquez, Alfredo Romero, Jerónimo Blasco y compañía? ¿Por qué se brinda amparo y cobertura a quienes delinquen? ¿Qué futuro les espera a los jóvenes? ¿Es posible que unas élites tan incompetentes hayan surgido de una sociedad que, por lo visto, sabe perfectamente lo que debería hacerse? ¿Cómo se suprime a toda la clase política? ¿Quién la podría sustituir? ¿Es peor la mala política o su ausencia? ¿Por qué se dice que de los escarmentados nacen los avisados? ¿Qué clase de país puede parecer uno en el que élites dirigentes tienen que ponerse de acuerdo en dejar de robar?

¿Nos merecemos estos políticos? ¿Vendrían a expresar los políticos algo así como el destino de un pueblo, la materialización de lo que el franquismo gustaba denominar sus “demonios familiares”? ¿Acaso también nuestros banqueros, jueces, periodistas, profesores universitarios, comisarios culturales y demás jefes de departamento son los que nos tenemos merecidos? ¿No es todo un “sálvese quien pueda”? ¿Merecemos los zaragozanos el alcalde del consistorio que nos está tocando la desgracia política de padecer? ¿No se ha limitado la presidenta de la diputación de nuestra comunidad, con año y medio de mandato, a secundar sumisamente las líneas políticas marcadas desde Moncloa y desde Génova? ¿Somos los humanos “una plaga” como sostiene Attenborough? ¿Para qué sirve gastar tanto en infraestructuras si no resultan adecuadas a las necesidades sociales y al uso y disfrute de las personas? ¿No creen que podríamos gastar de otra manera?

¿Quién no se emocionó alguna vez con el “¡Abrid las prisiones!” de Danton? ¿Es cierto, salvo raras excepciones, que los políticos corruptos ni devuelven el dinero ni van a la cárcel? ¿El pensamiento de los políticos gira en torno a los problemas que ellos generan dentro de sus partidos y en rendir culto al poder que reside en el dinero? ¿Por qué para reducir el déficit hay que empezar por hacer pagar a los de abajo y no empezar por reformar las instituciones y reducir el número de puestos políticos inútiles y gravosos?

¿Por qué echan a la gente de su casa y, encima, tienen que seguir pagándola? ¿Por qué las hipotecas siguel igual si se adelgazan los salarios? ¿Por qué un ciudadano que roba una gallina le hacen devolver la gallina y lo meten en la cárcel? ¿El jardín de la corrupción política se bifurca y es intrincado, como los senderos de Borges? ¿El colectivo político actúa con los mismos mecanismos que la casta mafiosa? ¿Es inocente esperar que nuestros gobernantes nos conduzcan a un mundo mejor? ¿A los políticos les importa lo que piensan los ciudadanos o solo que estos acudan a las urnas? ¿Cómo se puede tolerar que mientras tantos millones están sin empleo, mientras tantos tienen que acudir a personas e instituciones para que les ayuden a cubrir necesidades básicas, tan básicas como la comida, o el vestido, o la vivienda, o las medicinas… ocurran estos presuntos casos de corrupción de todo signo y color?

¿Cómo no sentirse afectado cuando todas las mañanas te dicen que esto es el aperitivo del colapso que nos espera? Pero el colapso… ¿de qué? ¿Qué relación existe entre el modo en que se gestionó el postfranquismo y el actual colapso financiero? ¿Eludes toda responsabilidad y mereces todo tipo de consideración si logras presentarte como víctima, hayas sido mano derecha de Franco, torturador profesional, traficante de armas y drogas, defraudador, violador o lo que sea? ¿Es conveniente que el vulgo desconozca, además de lo que sucedió hace siglos, lo que aconteció ayer mismo, para poder, así, escapar a sus responsabilidades los protagonistas de esta debacle económica? ¿Preservó la transición la corrupción franquista y creó un ambiente de falta de principios que ha alentado el desastre que nos ha caído encima? ¿Se niegan a afrontar una depuración de responsabilidades porque la impunidad forma parte del ADN del sistema?

¿Es privada la calle que discurre frente al domicilio de un personaje público? ¿Al expolio le llaman rescate? ¿No es parar un deshaucio hacer política? ¿Y no lo es también paralizarlos todos desde las instituciones y perseguir a sus ideólogos? ¿Cómo pasar de la intención a los hechos desde las buenas voluntades? ¿Quién roba? ¿Y qué policía, o qué juez, podría detenerlos? ¿Demuestra inteligencia la sumisión incondicional de nuestros diputados y senadores? ¿Cómo es posible que hayamos pervertido la democracia hasta considerar normal la obediencia automática, como ocurre con esos pollos de granja cuyos movimientos han sido restringidos para que coman lo que les echen y engorden en poco tiempo? ¿Por qué dicen que hay que pagar mejor a los jueces para que no se corrompan? ¿Es que acaso ha de ser el estado quien soborne a los magistrados para que hagan su trabajo? ¿No saldría más barato sobornar a los delincuentes para que no hagan el suyo?

¿Avalaría usted, lector de “El pollo urbano”, por ventura con su patrimonio a cualquier empresa ruinosa, incapaz de sanearse tras incontables tablas rasas en sus deudas y millones escanciados desde la tesorería pública, bien procedentes de quinielas, derechos audiovisuales o recalificaciones urbanas? ¿Es posible que los máximos dirigentes de una empresa ignoren la procedencia de los fondos que nutren sus organizaciones, así como su destino? ¿No urge sanear a fondo, procesar y encarcelar a culpables, limpiar el panorama de sospechosos y reinstaurar una democracia propia del siglo XXI e inmaculada de toda impureza procedente de la nada modélica transición? ¿De aquellos apaños vienen estos escándalos?

Con estas preguntas no trato de explicar algo sino de explicarme algo. No sé más que el lector al que hablo. Escarbo mientras escribo. Ya lo dice el poeta: “Hay preguntas que merecen los silencios de no ser contestadas”. ¿Qué palabras decir cuando se quiere decirlo todo sin abrir la boca? ¿Por qué lenguaje no es a lengua lo que libertinaje a libertad? ¿Dónde escapar cuando se quiere huir de todas partes? ¿Dónde buscar el límite del sueño? ¿Qué es verdad y qué una ensoñación? ¿Es la fe la sustancia de las cosas esperadas? ¿Cómo beber nostalgia? Traigo un vaso de sombras con preguntas que ya no son preguntas.

 

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