Subsuelo / Christian González Toledo


Por Christian G. Toledo

El más reciente escándalo de corrupción política destapado en España, ese que afecta a la tesorería del PP y su financiación, nos infunde la desoladora sospecha de que bajo nuestros pies existe un inmenso lodazal de corrupción, nepotismo y dinero robado, que sólo aflora cuando su volumen es tan grande que acaba filtrándose por alguna grieta a la superficie.

 

O cuando los jueces, con una vara de zahorí un tanto ajada, descubren al azar uno de los pozos negros.

Las aguas putrefactas de Bárcenas y sus ínclitos compinches, parte de un mar muerto mucho más extenso,  han aflorado a chorro sobre un escenario yermo y cuarteado, previamente abrasado por la lluvia ácida de la crisis y poblado por una sociedad civil amedrentada y carente de esperanza, cubriéndonos literalmente de mierda.

La superficie, lo que se ve a vista de satélite desde el cielo, lo que queda a expensas de los vaivenes de la economía y las tormentas de los mercados, da pena verla.

Lo que queda por debajo es aún peor. Es una ciénaga poblada por cocodrilos donde al amparo de  la ley del más fuerte se ha creado un mundo paralelo, gobernado  por una economía subterránea que parasita y destruye los cimientos de cualquier sociedad sana: los derechos laborales, la igualdad de oportunidades, la redistribución de la riqueza.

En esas aguas movedizas que no siempre vemos queda atrapado nuestro futuro, nuestra dignidad y nuestro progreso.

Sólo cuando erradiquemos de nuestro subsuelo la corrupción sistemática y generalizada de políticos y empresarios podremos los ciudadanos volver a creer en un país justo y solidario, donde los cocodrilos no puedan comernos los pies y arrastrarnos al sumidero.

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