Apuntes ecológicos a propósito del confinamiento.


Por Eduardo Viñuales Cobos. 

    Con la crisis sanitaria del coronavirus, los ecólogos han puesto el acento en la creciente pérdida de la biodiversidad y en el deterioro de los ecosistemas naturales, que si están bien conservados -en equilibrio- nos prestan grandes servicios a la humanidad, como por ejemplo amortiguar o frenar el efecto de virus y pandemias.

Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista

http://www.asafona.es/blog/?page_id=1036

Día 15 de abril de 2020.

   Desde primera hora de la mañana hay un par de grajillas que vigilan este entorno urbano, subidas a lo alto de una antena de televisión. Todo lo miran y observan, las muy alparceras. Se asoman desde las tejas y no pierden detalle al paso de los peatones. Parece como si hasta quisieran explorar los resquicios donde afloran libres en estos días muchas hierbas.

   Hoy puede ser buen momento para dibujar en familia las flores de la silene y para darle color día al con unos rotuladores nuevos. Para jugar con los niños. Para enredar con las palabras. Y para escuchar música… mientras uno sueña con un mundo mejor tras las lecciones de lo sucedido.

   Ya que no puedo salir de casa quiero dedicar esta jornada a viajar por la geografía verde de las hojas de las plantas y a dejarme asombrar por la vida espontánea, por sus ritmos, por las bandadas de grajillas, de pájaros y de otras criaturas que seguramente aparecerán ante mis ojos, por respirar un soplo de aire… y, por supuesto, quiero reflexionar un rato sobre la ciudad y el fatídico instante que estamos viviendo los seres humanos.

    El ecólogo Fernando Valladares, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, viene explicando claramente que el coronavirus nos obliga a reconsiderar la biodiversidad y su papel protector: “Una única especie, el Homo sapiens, está haciendo desaparecer la biodiversidad global. Estamos amenazando ya a más de un millón de especies. Esto es tan preocupante como paradójico, puesto que a los múltiples beneficios de la biodiversidad se suma uno clave, especialmente en estos momentos: la diversidad biológica nos salvaguarda de enfermedades infecciosas. La existencia de una gran variedad de especies que actúan como huésped limita la transmisión de enfermedades como el coronavirus o el Ébola, sea por un efecto de dilución o de amortiguamiento. Más del 70% de las infecciones emergentes de los últimos cuarenta años han sido zoonosis, es decir, enfermedades infecciosas de animales que se transmiten al ser humano. Con frecuencia, en estas zoonosis hay varias especies implicadas, con lo que cambios en la diversidad de animales y plantas afectan a las posibilidades de que el patógeno entre en contacto con el ser humano y lo infecte”. Y así el científico llega a la idea de que no sólo la biodiversidad nos protege de los virus sino que los ecosistemas estables y funcionales –en equilibrio- lo hacen en general y de múltiples formas igualmente. Pero también advierte que la función protectora de los ecosistemas y sus servicios se está debilitando con el cambio climático.

   Durante estos días también se difunde un antiguo audio de otra de las voces críticas de este país, que ya hace muchos años nos advirtieron del rumbo equivocado y la deriva del ser humano. Me refiero a la del malogrado Félix Rodríguez de la Fuente que decía así: “Aunque parezca mentira, cuando la humanidad tiene que tomar una medida drástica y trascendente, cuando a usted le tienen que operar de una apendicitis, llama a un científico, que es un cirujano o un médico (…) Ahora bien, cuando se quieren tomar medidas a medio y a largo plazo quien lo decide es un hombre que tiene muy poco de científico y, si lo tiene, es por casualidad: a un político (…) La ciencia nos puede otorgar los elementos que precisamos para salvar la humanidad, sin embargo las decisiones no pueden tomarlas aún los científicos, las toman los políticos”.

  También todo lo sucedido con la actual pandemia o el confinamiento, me lleva a pensar en la idea de que hay que recuperar los espacios públicos de la ciudad para la salud y para el respeto de la biodiversidad.

     Que las calles, los parques, los rutinarios espacios urbanos deberían ser paisajes más amables para todos, con menos tráfico, menos emisiones contaminantes y ruido, con más zonas verdes, lugares sostenibles en el uso del agua, la energía o los recursos… ¿No vivimos aquí? Tal vez este sea el mejor momento de partida para iniciar una verdadera transformación que nos conduzca a una auténtica calidad de vida, a una mejora de nuestro propio hábitat.