Borrachera de color otoñal en el bosque de la Pardina del Señor

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Por Eduardo Viñuales

Oficialmente ha entrado ya el otoño. Y muchos naturalistas y fotógrafos tenemos ya muchas ganas de esa “borrachera de color” que sólo en estas épocas se siente y se vive cuando se acude a ciertos bosques caducifolios de montaña.

Por ejemplo, a la Pardina del Señor y el barranco del Chate, cerca de Fanlo (Huesca). A finales de octubre este lugar se vuelve realmente impresionante: los abedules, los chopos y los quejigos se tornan amarillos. Las hayas, adquieren colores dorados. Los arces, cerezos y álamos temblones, de un rojo intenso. Y, mientras, casi impasibles, los pinos y los abetos siguen verdes. ¡Vaya paleta!

Recuerdo bien que, hace unos años, una revista especializada en temas de Naturaleza sacó a la luz un listado sobre cuales eran los diez mejores bosques de España. Diversos expertos habían respondido a una encuesta, y en la selección final se encontraba un bosque mixto del Pirineo Aragonés poco conocido y promocionado: el del barranco del río Chate o Xate, donde se halla un bello rincón denominado “La Pardina del Señor”. Este espacio forestal, compuesto únicamente por especies de árboles autóctonos, y situado entre los pueblos de Fanlo y Sarvisé, ocupa así un puesto destacado en el ranquing de los Top 10 bosques ibéricos junto a viejos conocidos como la Selva de Irati -en Navarra- o la Reserva Natural de Muniellos -en Asturias-.

El bosque de la Pardina del Señor de Fanlo es un paraje próximo al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido que por su espectacularidad puede llegar a volver medio loco a los amantes de la fotografía, el dibujo y el pincel, o a quienes disfrutan simplemente con la contemplación del hermoso espectáculo que es el transcurso de las estaciones y los ciclos naturales en nuestras montañas. Ahora, estas semanas de otoño, el bosque en cuestión entra en su mejor momento, convertido en una envidiable paleta de colores de tal variedad que difícil será observar algo igual en ningún otro sitio de Aragón.

Para sorpresa de muchos no se trata de un bosque monoespecífico con un tipo de árbol, si no que es una combinación perfecta de abetos, hayas, arces, álamos temblones, avellanos, serbales de cazadores, fresnos, cerezos, pinos silvestres, abedules, bojes, quejigos… la mayor parte de ellos, árboles maduros de hoja caduca. Todos juntos, componen un perfecto orden de aspecto revuelto.

Pero este bosque de Sobrarbe se disfruta mejor desde fuera de él, en la distancia, recorriendo la carretera de 12 kilómetros que une Sarvisé con Fanlo. Aunque no haya lugares acondicionados para ello cada recodo del asfalto parece querer invitar a una parada y a una nueva mirada. Y todo anima a aminorar la marcha, a levantar el pie del acelerador y a contemplar más despacio. Es preciso salir del coche, buscar perspectivas distintas de un mismo rincón, fijarse en las ramas y en los follajes… y allí donde los propios árboles se reúnen en armoniosa densidad y nos impiden ver el bosque, será necesario buscar “ventanas” naturales que nos dejen ver, mirar, sentir y disfrutar. Las sendas que se adentran desde el puente Patrón hacia la abandonada Pardina del Señor –o Ballarín- están casi perdidas, invadidas por la vegetación que coloniza sus antiguos feudos. Pero hay pequeñas entradas a campos y fincas que nos animarán a aventurarnos e indagar si el camino o la senda que pisamos, prosigue bosque adentro.

En estos días sensuales y fugaces ciertos rincones del bosque de Fanlo parecen ser un incendio de color… y, ensimismados por el cambio de tiempo, uno se siente parte de esta borrachera cromática que sólo la naturaleza salvaje es capaz de ofrecernos gratuitamente, a cambio de nada.

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