Por Javier López Clemente
A Choven Compañía es la consecuencia del laboratorio escénico ZIES que organiza el Teatro de las Esquinas con la producción del Teatro del Temple.
Su estreno en escena se produjo el pasado 13 de diciembre con la representación de “La casa de Dios”
Julio Basanta sufrió el impacto emocional de dos muertes, la de su hijo en 1977 y la de su hermano en 2002. En ambos casos estuvo involucrada la policía y los hechos se quedaron sin juzgar. Basanta encontró la forma de exteriorizar su dolor utilizando sus conocimientos de albañilería en una vivienda a las afueras de Épila hasta transformarla en La Casa de Dios, una obra paradigmática de Arte Bruto.
El Arte Bruto es cualquier expresión artística de difícil clasificación creada fuera de la cultura oficial que rompe con lo establecido, utiliza materiales habitualmente ajenos al arte, y rechaza lo bello y normalizado con composiciones y colores espontáneos. Basanta, que murió en el año 2018, empezó decorando la fachada de su vivienda con figuras realizadas con hierro y el cemento a las que añadía mucho color. Jorge Labé, amante del arte de lo extraño, compró este singular espacio en noviembre de 2021 para promover un lugar dedicado a la cultura.
La función de A Choven Compañía nace con la intención de mantener viva la obra de Julio Basanta desde una representación que, con texto de Lucía Grafal y dirección de Carlos Martín, se alimenta del teatro documento y la autoficción.
El teatro documento dramatiza fuentes y documentos de carácter histórico con la intención de mostrar una tesis sociopolítica. El gran reto de la dramaturgia es ordenar el material extraído de la realidad documental y transformar un discurso esencialmente retórico en una acción teatral que, lejos de colocar un trozo de realidad en el escenario, trabaja con la objetividad de unos documentos, los pone en contexto y les aplica musculatura dramática.
En ‘La Casa de Dios’ es difícil establecer un tesis clara que vaya más allá de un cierto tono de denuncia contra las fuerzas del orden o al estamento judicial, también se barrunta una ligera crítica a las autoridades culturales y políticas, pero en realidad se trata de reivindicar la trayectoria vital y la obra de un hombre que pasó por un infierno. La dramaturgia de la parte documento de la función se puede dividir en tres fases. En la primera se hace un interesante tratamiento de la prensa gracias a un potente homenaje a los humoristas Tip y Coll. Sin embargo el espacio dedicado al tratamiento de los documentos judiciales es mucho más plano hasta que llegamos a un importante momento de inflexión. Si hasta entonces momento el uso de fotografías proyectadas en el fondo del escenario no aportaba un gran valor narrativo, bien porque las fotografías de la propia casa se peleaban con su pobre representación sobre el escenario, o porque la reproducción de los documentos originales a los que hacía referencia sobre las tablas, además de no aportar un impulso narrativo, a vece distraían de la atención que requería seguir el discurso. Pero el mayor grado de separación entre el mundo real proyectado en imágenes y la realidad escénica representada se produjo cuando la imponente figura de Julio Basanta planeó a gran tamaño desde el plano general hasta un primer plano, mientras su interpretación duplicada en las tablas con una caracterización muy mejorable, contaba a los espectadores el contenido de una carta que escribió a las autoridades. Es un momento crucial porque aúna la idea de documento escrito con la de autoficción propia de un testimonio estrictamente personal. La apuesta de la dramaturgia por mostrar esos dos planos narrativos (la realidad proyectada y la ficción representada) es de alabar, sin embargo el resultado es una distancia sideral entre el impacto que produce el cuerpo y el rostro de Basanta, frente a una ficción teatral deslavazada y poco consistente.
A partir de este momento entramos en el terreno de la autoficción, un estilo literario que vive un gran momento gracias al Permio Nobel que ha recibido la escritora francesa Annie Ernaux. El salto de calidad para este tipo de literatura es conseguir que el relato sobrepase la anécdota personal y reflejé una dimensión colectiva. Esta máxima no se cumple en el texto de la función que no va mucho más allá de una peripecia más o menos simpática en la que el protagonismo recae en el viaje que hace la narradora hasta llegar a ‘La Casa de Dios’ para recopilar algunos tópicos y mezclarlos con testimonios personales. La representación dramática de esta fase de autoficción se apoya en un formato de parodia que, salvo algún momento con cierta gracias, resulta anodina, plana y muy previsible, con un repunte final en el que la autora en funciones de actriz (o viceversa) consigue transmitir la emoción estrictamente personal de alcanzar el objetivo de poner en pie un proyecto tan complejo.
Al finalizar la función se realizó un pequeño coloquio y todas las opiniones de los espectadores que tomaron la palabra resaltaron las excelencias de la función y se congratularon del buen trabajo de la autora, el director y todo el elenco.
Uno de los alicientes de ‘La Casa de Dios’ es la idea de conectar el teatro documento con la autoficción. La apuesta es arriesgada y, aunque en su desarrollo dramático encontramos altibajos, tuve la sensación de asistir a ese camino de investigación que transitan los creadores entre la prueba y el error para llegar a nuevos lugares de representación. Ese ejercicio hay que alabarlo y alentarlo. Su mayor virtud es la intención de conectar una realidad cultural muy concreta con la sociedad en la que esa realdad se desarrolla, una invitación para conocer, interpretar y analizar lo que nos rodea. Afinar el contenedor de estas ideas seguro que es tan nutritivo para A Choven Compañía como para los espectadores de futuros espectáculos.
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‘La Casa de Dios’
Proyecto: ZIES (Zaragoza Investigación Escénica Esquinas). Producción: Teatro del Temple y TES Producciones. Autora: Lucia Grafal. Dirección: Carlos Martín. Intérpretes: Alex Aldea, Jacobo Castenera, Silvia García, Estefanía Gijón, Lucía Grafal, Sara Lapiedra, Rubén Remacha, Nicolás Sanz y Laura Tejero. Vídeo: Javier Estella. Escenografía y atrezo: Andar de Nones y Olga Arnal
Martes 13 de diciembre de 2022.Teatro de las Esquinas