Por Germán Oppelli
Hacia 1900, al circo le nació un hermano llamado cinematógrafo, de idéntica intención remota basada en los deseos de divertir al público.
El cinematógrafo fue, en principio, cosa de “hombres de circo” y, por ello, muchos de sus promotores iniciales habían (o estaban) actuando en circos. Así, no pocos de sus primeros actores y actrices habían nacido en carromatos o eran artistas circenses. Este es el caso de Charlie Chaplin, de Buster Keaton, de Burt Lancaster, de Cary Grant, de Yul Brynner, de Nick Gravat (porto de Lancaster en su número de equilibristas-acróbatas) y de los hilarantes hermanos Marx.
El cine ha encontrado en el circo grandes fuentes de inspiración, aunque las concesiones al público a que se obliga el séptimo arte han conseguido desvirtuar un tanto el espíritu de las carpas. Lo que está claro es que el principio del cine le debe mucho a la profesión circense. Pero no solamente al género del humor, del burlesco, de lo cómico, sino, también, al género de las películas de ‘caballistas’. Muchos fueron a engrosar las listas de extras y actores de los primeros wésterns de la historia fílmica.
A partir de aquí, trapecistas y payasos fueron igualmente captados para la cinematografía. Y no podía quedar fuera del espectro la constante cita de los animales circenses ante las cámaras. Muchos domadores se convirtieron en los comienzos del cine en “tratantes de fieras” que alquilaban su ‘menagerie’ a las productoras. Se filmaban, por ejemplo, películas de romanos, filmes donde los leones (las fieras más solicitadas) ‘devoraban’ a los cristianos en los llamados circos de Roma.
En medio de los platós, vestidos también de figurantes, se encontraban los domadores para cuidar de que sus domesticados felinos relamiesen tan solo las carnes de los extras a quienes se les aseguraba antes del rodaje la completa docilidad de las fieras. De este modo, nacieron películas como ‘Nerón’, ‘Fabiola’ o los distintos ‘quovadis’ rodados a lo largo del tiempo.
Todavía hoy presenta numerosas secuencias medievales plagadas de volatines y funámbulos que son dobladas por artistas circenses actuales. Algunas fuentes de aquella primera época señalan que las películas de circo, por lo general, eran comerciales y casi todas ellas basadas en historias imaginarias. El poder del cine de ficción.