Los perfiles de Medea de “Clásicos Luna”

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Por Manuel Hernández Martínez
Fotografías: Ricardo Huerga Maeso

    No es desvelar ningún secreto explicar que la puesta en escena del clásico de Eurípides que realiza “Clásicos Luna”, la compañía teatral del IES Pedro de Luna,  dispone de tres actrices para desarrollar la personalidad del personaje principal.

    Antes de que se abra el telón, los directores de la compañía lo explican siempre, y muy claramente: a modo de prólogo, nos introducen en la obra, pues es necesario conocer el argumento que ha llevado al inicio de la obra. No hay que olvidar que los espectadores griegos conocían las tramas vitales de sus mitos y seres divinizados, protagonistas de las leyendas y de su religión; y que los escritores escribían las obras teniendo en cuenta, precisamente, que el público ya conocía el argumento. Pasaban de la materia épica a la fábula trágica, mediante la fragmentación de la primera, y la incorporación de diálogos y otros elementos de dramaticidad de la segunda. La sorpresa estaba en la originalidad del tratamiento de la acción y en la composición de los personajes. Además de esa explicación, también se añade la información sobre la complejidad de esta protagonista, a la que se le otorgan tres calificativos, que se trasmutan en tres personajes distintos: “Medea Amante”, “Medea Vengativa“, y “Medea Dulce“.

    Aunque nos vamos a centrar en este aspecto de la representación de “Clásicos Luna”, hay que indicar que todo en ella es atractivo, interesante e intenso. Que la representación resulte del trabajo desarrollado en el IES Pedro de Luna, con alumnos y exalumnos; que el reparto actúe en perfecta sincronización y la puesta en escena sea impecable, con los correspondientes e importantes premios en los circuitos de teatro clásico, así como el aplauso de público especializado y de público juvenil; que la coordinación de todo el proyecto y lo que hay tras el escenario sea un esfuerzo colectivo de muchas personas a las que no se les ve, pero que colaboran con el único interés de que se produzca la magia del teatro… Todo ello es ejemplar. En los “tiempos que corren”, que gente joven se comprometa, trabaje en equipo, tome responsabilidades, actúe y trabaje por el placer de actuar y desarrollar un hecho cultural, es un ejemplo para nuestra sociedad. Es un gran trabajo en equipo, sobre el cual yo, en estas líneas, quiero comentar, profundizar y homenajear el protagonismo de todas las “medeas” que en “Clásicos Luna” han sido y siguen siendo.

    Repito, el trabajo de estas actrices no sería posible sin el esfuerzo de profesorado, alumnado, familias, exalumnos, a la inmensa mayoría de los cuales no se les ve en el escenario. Y, desde luego, no sería el mismo sin la presencia y profesionalidad de los que las acompañan en la escena y se combinan, conversan y coreografían con ellas. No sería lo mismo sin la dirección, sin la coordinación, sin la música, sin la iluminación, sin maquillajes, sin los trajes, su planchado, etc, etc, etc. Esos tres papeles han sido representados por seis estudiantes del Instituto. Victoria Garachana, Sarai Barranco, Gemma García, Cristina Núñez, Natalia Arajona y Rosa Montserrat. Las seis han estudiado el Bachillerato de Artes Escénicas, Música y Danza. Por encima de ello –pues todos los alumnos del instituto pueden participar en este gran proyecto escolar- está su vocación y su responsabilidad. Mientras estudiaban este bachillerato, realizaron el casting de actores que Clásicos Luna, con la dirección de Teatro La Clac, convocó para Medea. A las seis he tenido el placer de “darles clase” durante ese bachillerato; y he comprobado que en esos dos años decisivos de su juventud, les acompañamos en el crecimiento integral de su personalidad. Sin duda -como en cualquier otra actividad “extraescolar”-, su trabajo en la compañía de teatro amplió su perspectiva académica. Al fin y al cabo, para subir al escenario hay que tener responsabilidad, hay que convivir, hay que viajar, hay que cansarse, hay que memorizar, hay que trabajar en equipo, hay que mostrar sensibilidad, hay que entender para poder comunicar… ¡Ay! ¡Ay! Sí, mucho sacrificio. Todo aquello de lo que se teoriza en las asignaturas, y muchas cosas más, se pone en práctica para “levantar” una obra en el escenario, para que al levantar el telón todo funcione. Recordarán –o no- que en la asignatura de “Artes Escénicas” debían leer por obligación y por Selectividad Edipo rey; y debían estudiar orígenes, características aristotélicas, partes de edificio teatral griego y romano… ¡Cuánto más habrán aprendido de la tragedia griega al profundizar en la personalidad de este otro gran personaje trágico! ¡Dónde mejor que en Mérida para “pisar” las partes de un teatro romano! ¡Qué mejor manera de saber lo que es el “párodo”, el “estásimo”, la “antístrofa” que saber cuándo debe salir el personaje! Ya no me atrevo a discernir con otras asignaturas que no me competen, pero acercarse a un clásico de la literatura de esta manera –interpretando a un personaje en una representación teatral- es un complemento decisivo para tantas asignaturas que pueden parecer solo teóricas, y que pueden agotarse en sí mismas. ¡Ojalá ellas hayan podido sacar provecho de esos conocimientos para esta práctica tan envidiable de ser “Medea”! Y que Medea retroalimente sus conocimientos…

    Y es que Medea es personaje sublime. Sobre ella ya se ha escrito mucho, más aún en nuestro centro, y desde muchos puntos de vista, por ello es un clásico de la literatura. A mí, en particular, me sobrecogen los matices, los perfiles de este personaje, por no decir las aristas, y por ello doy mi enhorabuena a La Clac por la solución de disponer tres personalidades, tres personajes, para desarrollar un personaje tan complejo. Ya desde el prólogo de la obra la Nodriza nos avisa: “Ella es terrible. Indudablemente, si alguien se la echa como enemiga, no entonará con facilidad el canto de victoria”  . ¿Esta frase es un anticipo del final? Indudablemente. Y si conocemos el final, cuando leemos lo siguiente, o lo vemos de nuevo en el teatro, no nos pasa desapercibida la estrategia que anuncia el final de la tragedia. Al fin y al cabo, como decíamos, los espectadores antiguos ya sabían el desenlace: “Entrad en casa, hijos, todo irá bien. Tú –al Pedagogo- mantén a estos lo más apartados posible y no los acerques a su encolerizada madre, pues ya la he visto mirarlos con ojos fieros como un toro, como si estuviera tramando algo. No pondrá fin a su cólera, bien lo sé, hasta haber arremetido contra alguien”. La Nodriza nos dice también que Medea es orgullosa y “difícil de aplacar” cuando le muerden las desgracias.

    En el primer “Episodio” vemos a Medea en conversación con el Coro de mujeres de Corinto. Ante la infidelidad de su esposo, habla “Medea Dulce”: “Estoy como muerta y, por haber perdido la alegría de vivir, deseo morir, amigas”. Y, tras el lamento comprensible y sincero, comienza el alegato en el que Medea preconiza desde la antigüedad el discurso en favor de la mujer, en boca de la “Medea Amante”: “De todas las cosas cuantas tienen vida y pensamiento, las mujeres somos el ser más desdichado”. Sin duda, son expresiones de una gran modernidad para la época de la escritura, y cuyas reminiscencias no nos resultan lamentablemente extrañas. Pero frente a esa defensa del “sexo débil”, Medea no se muestra precisamente bajo ese paradigma, especialmente en sus acciones. Pero hasta que llegan, su diálogo sigue en la voz, o modo “Amante”, denunciando la situación de la mujer esposa: “En primer lugar debemos comprar un esposo con derroche de riqueza y tomar un dueño de nuestro cuerpo… Si cumplimos bien estas tareas y el esposo convive con nosotras sin soportar el yugo por la fuerza, nuestra vida es envidiable. Mas en caso contrario, mejor es morir”.

    “Medea Dulce” solicitará de rodillas a Creonte que no la destierre, podemos incluso calificar a esta Medea ante el rey Creonte como hipócrita, cuando le acaba de decir: “Pero tú, efectivamente, me tienes miedo, ¿de que te cause algún daño? No es esa mi intención, no me temas…”. Y seguidamente suplicará un día de margen para procurar recursos para sus hijos: “Compadécete de ellos, pues también tú eres padre de hijos y es natural que tengas benevolencia con ellos”. ¿Cuáles son las intenciones verdaderas de Medea? Esta dulce Medea nos convence y convence a Creonte para ampliar en un día el plazo del destierro.

    Tras el mutis de Creonte con su escolta, surge la “Medea Vengativa”, ya es la más sincera, sin duda, dirigiéndose al Coro de mujeres: “Me ha concedido quedarme este día, en el que convertiré en cadáveres a tres enemigos míos, al padre, a la hija y al esposo”. Y su planificación y estrategia, relatada minuciosamente, no deja dudas de sus propósitos, en los que trasluce un extremado orgullo que caracteriza a la protagonista durante toda la obra: “Si soy prendida cuando franquee el palacio y esté ejecutando mi plan, si muero, daré que reír a mis enemigos”. En boca de las tres medeas salía una frase decisiva antes de la entrevista con Creonte: “Una mujer está llena de miedo, es cobarde a la vista de la lucha y el hierro. Mas cuando es objeto de ultraje en lo relativo al lecho, no existe mente más asesina”. Una vez trazados los planes, ya solo la Vengativa exclama: “Las mujeres, por naturaleza, somos incapaces para lo bueno, pero las más hábiles artífices de todo lo malo”.

    “Medea Amante” resurge ante Jasón, con una argumentación rotundamente racional: “Nos has traicionado y te has conseguido un nuevo lecho, aun habiendo hijos de por medio. Pues si aún no tuvieras hijos, habría sido disculpable tu amor por ese lecho”. Pero cuando resurja para explicar sus planes, e incrementar su crueldad, la razón del orgullo vuelve a ser prioritaria, y tomará la más terrible decisión, por encima de su dulzura y su comprensión, y hasta por encima de su maternidad, todo por hacer daño a su marido y al resto de su familia, a sus enemigos: “Pues no puedo soportar, amigas, ser objeto de burla por parte de mis enemigos” (Medea Vengativa). Para entregar los regalos asesinos resurgirá la “Medea Amante”, con capacidad para seducir y aplacar la ira del padre de sus hijos, disimuladamente: “Mas somos como somos, no diré una calamidad, sino mujeres”. Pero esta misma Medea nos desvela con una acotación clarificadora, un aparte -“(Hablando consigo misma)”- su interior: “¡Ay de mí, cómo me vienen al pensamiento desgracias ocultas!”. Esas desgracias vienen de su propia mano, y tras conversar con el Pedagogo de sus hijos insistirá en su principal motivación para la venganza más terrible. Ante la duda de llevarla a cabo, se dice a sí misma: “¿Quiero ser el hazmerreír de mis enemigos dejándolos sin castigo?… ¡Jamás será posible que yo deje mis hijos a mis enemigos para que los ultrajen!”

    No es necesario seguir más para demostrar uno de los aciertos de la Medea de “Clásicos Luna”. Invito a releerla, o si es posible verla, al menos evocarla, con esta bella e interesante estampa de las tres medeas, tres, que multiplican la fortaleza y complejidad del personaje. Esas medeas que han llevado a escena Rosa, Natalia, Cristina, Gemma, Saray y Victoria, a lo largo de distintas representaciones y variados escenarios, aportando cada una de ellas lo mejor de sí mismas, y mostrando uno de los aspectos más valorados y más llamativos de este espectáculo. Medea, una de las puntas del espléndido y estimulante iceberg que es el proyecto escolar “Clásicos Luna”.

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