Una ciudad en el Danubio


Por Agustín Gavín

      El Parlamento húngaro en Budapest es un lugar obligado para visitar dentro de los recorridos turísticos.


Agustín Gavin

Corresponsal Internacional del Pollo Urbano y Presidente de www.arapaz.org    

     Esa capital embellecida durante el Imperio austrohúngaro mucho tiene que agradecer a la influencia de Isabel de Baviera, más conocida como Sissi gracias a las películas protagonizadas por Romy Schneider. Su despreocupación por las infidelidades de su marido Francisco José le dieron autoridad moral para imponerle algunas de sus observaciones en cuestiones de estado, entre otras poner a Hungría en un relevante lugar en el imperio, ella misma además de emperatriz fue reina consorte de Hungría

   El parlamento más grande del mundo, situado a las orillas del Danubio es uno de los edificios más emblemáticos de Europa construido por Imre Steindl que falleció dos años antes de su inauguración y tiene varias particularidades que lo diferencian de otros parlamentos. Aparte de su gran belleza, llama la atención una especie de cenicero colectivo a la entrada del hemiciclo donde se alineaban solidariamente los puros tanto del partido gobernante como de la oposición, los que fumasen claro.

      Como debía de estar prohibido fumar dentro, los parlamentarios cuando sonaban los timbrazos de la reanudación de la sesión parlamentaria y les tocaba intervenir o escuchar dejaban encendidos los puros en espacios numerados, los cohíbas, los lanceros, los puros suizos, los ingleses, todo tipo de puros, se desconoce que hubiera alguna faria. Más o menos se podía calcular el tiempo y el interés de la intervención parlamentaria en función de dos cosas, la calidad del puro si se apagaba o si se consumía en el portapuros.  Si se apagaba se corría el riesgo de que, si el debate se prolongaba, algún ujier o parlamentario de escasos recursos económicos se echara alguno al bolsillo para fumárselo tranquilamente cual carpanta húngaro debajo del cercano Puente de la Isla Margarita sobre el Danubio. Algunos parlamentarios, sobre todo los de los puros de más calidad solían acelerar sus intervenciones ya que se consumían antes. Cuando el debate era muy interesante las colillas acababan en la basura.

     Otra particularidad es el respeto que se le tiene a la corona de San Esteban que forma parte de la bandera húngara con su cruz torcida. Un soldado perfectamente uniformado no mueve un músculo de su cuerpo cuando llega la visita turística, es casi un maniquí que hace juego en una estampa decimonónica. Hay muchas leyendas sobre el origen del desperfecto en la cruz torcida de la corona del primer rey húngaro cuyo mérito histórico fue convertir a su país al catolicismo, la más creíble es la de que fue un descuido en un traslado.

    El actual primer ministro húngaro Viktor Orban, por cierto, de religión protestante, lleva tres legislaturas ganando elecciones, su populismo de extrema derecha ha generado muchos problemas al equilibrio regional. El último, su ambigüedad con la invasión rusa de Ucrania a pesar de ser miembro de la OTAN. En diferentes campañas electorales se ha refugiado en su animadversión contra un paisano suyo, el financiero y filántropo progresista George Soros, que poco menos está en busca y captura por la judicatura húngara. Soros se hizo multimillonario, se habla de la tercera fortuna del mundo, cuando hizo saltar con enjuagues económicos la Banca de Inglaterra. Orban en el programa máximo de su partido ha satanizado a Soros y su Fundación por las ayudas a organizaciones no gubernamentales que apoyaban el paso de refugiados de la guerra de Siria hacia países del norte de Europa. Orbán valló la frontera con Serbia con cables de alta tensión, ordenó a sus gendarmes cargar contra refugiados y medios de comunicación internacionales en sus fronteras. Con las rutas balcánicas de llegadas de refugiados todo esto sumó para ganar las últimas elecciones. Modificó la constitución en función de sus intereses políticos y con el grupo de Visegrad, fundado en 1991 y compuesto por República Checa, Eslovaquia, Polonia y la propia Hungría, es un auténtico dolor de cabeza para la Comisión Europea afincada en Bruselas que permanentemente avisa con sanciones por el déficit democrático de la gestión de Orban como primer ministro.

    Si se pudiera volver a fumar puros en el Parlamento húngaro, sería una excusa para que George Soros y  Orbán se fumaran uno cual pipa de la paz, seguro que Hungría podría presumir no sólo de tener el Parlamento más grande y bonito del mundo sino que sus ciudadanos agradecerían estar en primera línea de salida en la economía europea. Pero es pura utopía.

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