El patrullero de la filmo: Jarmusch


Por Don Quiterio

  Considerado una figura preeminente del cine independiente estadounidense, el guionista y realizador Jim Jarmusch (Akron, 1953) es bien conocido por sus películas altamente idiosincrásicas y no comerciales.

    Su cine despliega las interioridades de un universo herméticamente cerrado, alejado de las exigencias de la taquilla o de los requerimientos de la gratificación inmediata del público. Sus filmes, muchas veces fotografiados en un expresivo e implacable blanco y negro (Robby Müller, Tom DiCillo, Frederick Elmes, Ellen Kuras), esconden, bajo sus ágiles diálogos, un ácido análisis de los comportamientos humanos, rodados con un preciso sentido visual y una cámara que atrapa la fugacidad de los instantes con una extraña e insólita belleza. Su obra revela no el modo en que diferentes culturas se cruzan, se yuxtaponen e interactúan en el mundo moderno, sino cómo, dada la erosión de las fronteras internacionales, esas diferencias a menudo empalidecen cuando se las compara con lo que todos tenemos en común. Las constantes del cine de Jarmusch van de la mixtura de sordidez y surrealismo, tratando la soledad viril, a la relevancia de una banda sonora particular (John Lurie, Tom Waits, Neil Young, Mulatu Astatke), en el seno de un ritmo narrativo muy especial, por medio de una riqueza tonal y artística a partir de un sinfín de sugerencias.

  Debuta en el largometraje de ficción en 1982 con ‘Vacaciones permanentes’, gracias a su matriculación en la Tisch School of Arts de la universidad de Nueva York, una excelente película que allí escribe y dirige, pese a su ínfimo presupuesto, casi amateur, y en la que homenajea explícitamente a Sergio Leone y Nicholas Ray. Dos años después realiza ‘Extraños en el paraíso’, una especie de parodia del sueño americano, con unos personajes sin vías de escape que sufren una perenne sensación de monotonía, de autoimpuesto estupor, como agujeros negros ambulantes que aspiran la vida allá donde caen (Budapest, Nueva York, Cleveland, Ohio, Florida). Al trío formado por dos amigos y la prima de uno de ellos nada los ata a lugar alguno, pero nada los hace salir de su entorno. Una cámara prácticamente estática subraya esos interiores claustrofóbicos.

  En realidad, los cineastas Wenders y Straub animan a Jarmusch a que alargue su cortometraje ‘El nuevo mundo’ (1982) y lo convierte en ‘Extraños en el paraíso’, una visión desesperanzada de las condiciones de supervivencia, con un particular sentido del humor unido a la melancolía y a la decepción. Así surge este original filme que se divide en tres partes (‘El nuevo mundo’, ‘Un año más tarde’, ‘El paraíso’) y se organiza en planos secuencia separados por unos cuantos fotogramas en negro. Unos personajes que vagabundean por los Estados Unidos tratando de huir del aburrimiento de sus vidas anteriores.

  ‘Bajo el peso de la ley’ (1986) es una historia de encuentros azarosos que se desarrolla alrededor de las vidas de un chulo de poca monta, un pinchadiscos en paro y un turista italiano. Tras ser detenidos por la policía, acaban en la misma celda en una prisión de Nueva Orleáns, pero, finalmente, logran fugarse por el alcantarillado subterráneo hacia la relativa calma de la América rural. Se trata de un relato objetivo que se apoya en planos generales y de larga duración. El filme es una suerte de mezcla insólita de crónica negra y de comedia de ribetes surrealistas, que refleja una admiración por películas ambientadas en el sur (Renoir, Le Roy, Ford, Ray). El conjunto desarrolla con mucho talento las actividades de unos personajes que simplemente pasan el rato, con una dirección de actores modélica, unos encuadres expresivos y rigurosos, y una música sugerente capaz de crear todo el clima desolado requerido por el relato.

  Jarmusch nos ofrece otra estupenda película en ‘Mystery train’ (1989), en la que relaciona tres anécdotas localizadas en la ciudad de Memphis, todas ellas de distinto registro tonal para jugar suavemente con los tiempos narrativos y el espacio fílmico con singular destreza. ‘Noche en la tierra’ (1991), por su parte, es otro derroche de imaginación a través de cinco episodios independientes (cinco taxis recorren otras tantas capitales del mundo –Los Ángeles, Nueva York, París, Roma, Helsinki- a la misma hora, con sus pasajeros correspondientes), en los que Jarmusch traza un discurso a favor de la independencia, la multiculturalidad y la irreverencia, y aún tiene tiempo para desarrollar un regocijante ejercicio de comedia a cargo de un desatado Roberto Benigni que, con sus blasfemias, provoca un infarto a todo un cardenal.

  El relato de un hombre con una bala en el corazón que viaja por parajes inhóspitos acompañado de un enigmático indio, y cabalga a través del bosque mientras unos abedules plateados se deslizan a los lados, es el homenaje a Sam Fuller que Jarmusch ejecuta en ‘Dead man’ (1995), un apasionante ejercicio de estilo al wéstern, a la vez revisionista y onírico, con unas imágenes envueltas en un ‘tempo’ narrativo casi estático que entregan un oeste tan expresionista como desolado, mientras los protagonistas disertan  acerca del tránsito de la vida a la muerte. Dos años después del documental ‘El año del caballo’, sobre Neil Young y su grupo Crazy Horse, Jarmusch nos subyuga con un abstracto e hiperrealista thriller en ‘El camino del samurái’ (1999), en torno a un asesino profesional que guía sus actos por un antiguo texto japonés y reacciona según el manual cuando es traicionado por una familia mafiosa, con conceptos del cine del gran Jean-Pierre Melville.

  En 2002, el cineasta del estado Ohio participa en el filme colectivo ‘Ten minutes older’, compuesto por varios episodios de diez minutos de duración realizados, respectivamente, por Spike Lee, Aki Kaurismaki, Werner Herzog, Chen Kaige, Jiri Menzel, Víctor Erice y el propio Jarmusch, que sintetiiza su universo particular, auspiciado por WimWenders, asimismo director e intérprete de uno de ellos. Un año después, el realizador estadounidense pergeña ‘Café y cigarrillos’, once episodios nacidos de un primero que da título al filme, el mejor de todos, un capítulo que se desarrolla en una sola toma, tan divertido como patético, porque refleja el retrato de uso seres perdedores ante su dificultad de comunicación. En efecto, en una mesa de un bar se encuentra un intranquilo joven de aspecto bohemio tomando una taza y fumando como un descosido. Al momento, se le acerca un individuo de parecidas características, se sienta junto a él y empiezan a conversar de un modo total y absolutamente surrealista.

  Agridulce comedia de actores en una suerte de ‘road movie’ con grandes diálogos y, mejor aún, grandes silencios, ‘Flores rotas’ (2005) es, a la vez, una profunda exploración de personajes y una radiografía de la sociedad norteamericana contemporánea, a la que toma el pulso moral con exquisitas dotes de observación. Esta historia de un donjuán en decadencia que busca a un hijo suyo, entre varias de sus conquistas de sus tiempos de gloria, da lugar a profundas reflexiones existenciales para los que quieran leer entre líneas y apreciar los detalles que el autor coloca en cada plano a tal efecto. El inconmensurable Bill Murray, ante el mito del conquistador derribado, es imprescindible para captar el fondo del relato, que nos plantea potentes preguntas para que nos respondamos a nosotros mismos, a través de una actuación de matices que van humanizando al personaje a medida que corre el metraje.

  El ciclo que la filmoteca de Zaragoza dedica a Jim Jarmusch se completa con sus últimos largometrajes de ficción, las interesantes realizaciones ‘Los límites del control’ (2000), ‘Solo los amantes sobreviven’ (2013) -ambas interpretadas por Tilda Swinton- y ‘Paterson’ (2016), delicada, minimalista y utópica meditación acerca del lugar de la creación artística en el seno de la vida cotidiana a través del retrato de un conductor de autobuses con alma de poeta que vive junto a su chica en la ciudad, además de ‘Gimme dancer’ (2016), documental con Iggy Pop, James Williamson, Ron Asheton y Danny Fields.

  Una retrospectiva, en fin, que da muestra de la categoría de un cineasta que analiza los comportamientos humanos como pocos, atrapando la fugacidad de los instantes con una extraña e insólita belleza.

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